Los grandes autores, los autores queridos, siempre nos siguen hablando. Su palabra parece que quedase impresa no ya en esas páginas que convivieron con nosotros en la travesía de la lectura, no: quedan mucho más adentro, como grabadas en la madera íntima del corazón. Eso, a no dudarlo, es lo que pasa con Liliana Bodoc, una de las más importantes autoras de Mendoza de las últimas décadas, y que murió un 6 de febrero de 2018.
Pero las palabras de Bodoc, condensadas en una obra intensa y celebrada, no es sólo algo ya cerrado. La autora de la Saga de los confines, de la serie Memorias impuras o de Sucedió en colores ha vuelto a sorprender con un libro casi desconocido. Se trata de Una isla en el tiempo, novela que la familia rescató de modo muy particular, y que será presentada este viernes 7 de febrero, a las 20, en la Librería García Santos (San Martín 921, Ciudad).
Esta presentación, coordinada por Mariana Guzzante, estará a cargo del director teatral y escritor Galileo Bodoc, hijo de Liliana, y uno de los encargados de que su obra siga creciendo.
Una isla en el tiempo ( VR Editoras) cuenta, a través de un diálogo entre una abuela y su nieto, la historia de la salvación del pueblo en que viven. De esa trama, y de la otra, la que posibilitó el rescate de esta novela casi desconocida hasta hoy, nos habla Galileo Bodoc.
—Estamos en una fecha especial, y para todos los que sienten viva aún a Liliana a través de su obra, la novedad de este libro tiene una carga emocional importante. ¿Cuál es la historia de esta novela “inédita” y cómo se da esta edición?
—Esta fecha tan particular nos enfrenta a la gigantesca contradicción que ronda la imagen y a la presencia de Liliana. Este contraste entre la tristeza de su partida (y ese vacío que nos dejó) y la maravilla que construyó a su paso su vasta obra, su palabra, que viene de alguna manera a echar luz sobre esa pena y a compensar el dolor con maravilla. Creo que estos últimos aniversarios de su fallecimiento tuvieron en común esa característica: ser una amalgama de emociones, que, si bien parecen contradictorias, en el recuerdo y en la memoria y en la presencia de la obra de Lili se hacen una. Y la aparición de este libro viene un poco a coronar ese halo de maravilla y misterio que nos legó, porque aparece una obra inesperada, completamente desconocida, editada solamente en La Habana. Llega a nuestras manos como si Liliana no dejara de producir. Su obra y su palabra continúan multiplicándose. Creo que eso es lo que nos da esa sensación tan concreta de que Liliana está, habita y vive entre nosotros.
—¿Qué características tiene la historia que cuenta Liliana en Una isla en el tiempo y con qué otras obras suyas se conecta?
—Esta novela juvenil surgió de una publicación en Cuba que Liliana cedió a una editorial pública de La Habana. Y llegó a nosotros muchos años después, en 2022. Esta obra tiene el foco en lo ecológico, porque ocurre en un pueblo que queda aislado por una catástrofe natural que genera grandes inundaciones. Por supuesto, ofrece una mirada sobre lo humano de la catástrofe. Es decir, sobre cómo las soluciones ante una crisis sólo pueden llegar por los caminos de lo colectivo, de la solidaridad, de la empatía y del amor, y no por la imposición hegemónica del poder. Digamos que Liliana pone en esta novela a trabajar esas fuerzas en un escenario catastrófico, pero, por supuesto, desde su mirada esperanzadora. Desde una mirada que rescata los pensamientos no hegemónicos, heterogéneos, diversos y les da el valor que necesitan en nuestra sociedad.
—No es común esa temática en su obra…
—Si bien es una obra bastante particular dentro de todo el corpus de Liliana, porque es un tema no tan frecuente, sin embargo está atravesado por las fibras, tanto éticas como estéticas, que acompañan toda la obra de Liliana. Todo eso podemos encontrarlo y liga de alguna manera todos sus libros.
—¿Qué significa para vos y para la familia presentar el libro en Mendoza?
—Este libro se presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2024, apenas salió por V&R. Editoras. Pero el hecho de presentarla en Mendoza es un acto simbólico, además, asociado a esta fecha tan conmemorativa. Es un acto simbólico de mucha potencia porque Mendoza fue, es y siempre será el lugar donde Liliana Bodoc se forjó, se formó como no solo como escritora, sino también como persona y como madre. El lugar que acuna toda nuestra historia familiar. Eso más la presencia de seres queridos, de familiares y también el halo que dejó el fallecimiento de Liliana en Mendoza, creo que le dan a esta presentación un par de capas de sentido más. Deja de ser solamente la presentación de un libro. Incluye la posibilidad de un homenaje y un encuentro de quienes somos, de distintas maneras, herederos, amigos, familiares, seguidores de Liliana. Quienes llevamos los pedacitos de Liliana en nuestra alma.
—Custodiar, preservar y de algún modo continuar la obra de Liliana tiene que ser una carga y un honor para sus hijos. ¿Cómo tomás esa responsabilidad?
—Sí, es una enorme responsabilidad y un enorme honor, pero tenemos la bendición de que también es una enorme alegría, porque el mundo que nos legó Liliana está plagado de maravilla, de belleza y tiene una capacidad de crecer, de expandirse y de multiplicarse por a través de sus lectores, docentes, bibliotecarios estudiantes que la leen. Es realmente una una imposición que no hubiéramos querido, pero que lejos está de sentirse como una obligación, se siente como una bendición.
— ¿Hay más material por descubrir o un plan de reediciones?
—Podría decir que tenemos Liliana para mucho rato, para satisfacción de todos quienes la amamos. Puedo anticipar, intentando no hacer spoiler, que todavía hay algunas cosas que van a ver la luz, algunos textos que verán la luz en algún formato próximo. Pero, además su obra es “de código abierto” y no para de generar otras manifestaciones en otros lenguajes. Ojalá un día podamos cumplir el sueño de verla en la pantalla.
Completar los textos y adaptarlos
Como teatrero, Galileo Bodoc trabajó de manera cercana para llevar textos de Liliana Bodoc al teatro. Pero, además, tuvo otro desafío: completar una saga inconcluso de su madre.
—Más allá de que has trabajado en teatro algunos de los textos de Liliana, se dio también un caso particular con el trabajo que hiciste junto a tu hermana Romina para terminar la trilogía Tiempo de dragones. ¿Cómo fue esa tarea?
—Realmente la obra de Liliana no deja de sorprendernos con esa potencia de crecimiento geométrico, que trae implícita, intrínsecamente, y los mundos que creó Liliana. Terminar Tiempo de dragones fue sumergirse en ese mundo, fue tomar los cabos sueltos, las riendas, los personajes, las situaciones, pero fue también tener en cuenta su recuerdo, lo que nos enseñó, lo que sentimos como el camino que hubiera querido tomar Liliana.
—¿Ccómo sigue tu labor teatral y como autor?
—Liliana también nos dejó su impronta en nuestro trabajo teatral. Con mi compañía Tres Gatos Locos ya tenemos 22 años de trabajo, que incluyen cinco obras de autoría de Liliana. Cuatro son de la saga Sucedió en colores y la otra obra es El espejo africano. Estas obras ella las adaptó junto con nosotros. Hizo un trabajo cercano, casi como una compañera de trabajo, inmiscuyéndose en el proceso teatral, porque amaba el teatro. Era uno de sus grandes pilares. Eso, por supuesto, no ocurre más, pero todo ese trabajo dejó una maquinaria andando que hoy se llama Tres Gatos Locos y que viaja por el país y por el continente, que trabaja con niños y niñas de todas las edades que no solo ven la obra, sino que además leen el libro y se genera de ese modo un una experiencia mucho más integral. Liliana también también fue motor, y sigue siéndolo, de una gran familia teatral que cree en esto, que confía y que deja su su fuerza de trabajo, su vida y su amor y su pasión en esta tarea tan hermosa de contar las historias de Liliana Bodoc.