19 de abril de 2025 - 00:10

Clásico del humor: Daniel Encinas celebra los diez años de "De profesión, contador" en el Imperial de Maipú

Daniel Encinas, uno de los talentos del humor más notables de Mendoza, celebra los diez años de su exitoso unipersonal "De profesión, contador" este sábado.

A Daniel Encinas le bastan una silla, un maletín y su cuerpo para construir mundos y elevarnos al mejor humor. Desde hace una década, el unipersonal "De profesión, contador" viene haciendo reír, pensar y emocionar a miles de espectadores mendocinos. Este sábado 19 de abril, la obra vuelve a escena en el Teatro Imperial de Maipú, y con un plus especial: se cumplen los diez años desde que la estrenó. Las entradas para la función, que será a las 21.30, se pueden adquirir en Entradaweb.com.ar.

Actor, pedagogo, creador inquieto e integrante del Programa Germinar (que tiene como propósito promover el autodesarrollo de las personas), Encinas ha convertido al "contador" en algo más que un personaje: es un espejo de lo que le pasa a muchas personas, que no se animan a dar un salto para cambiar de vida. Un tema movilizante, que él supo cubrir con humor, para que el mensaje sea todavía más efectivo. "El humor es mi camino. Lo elegí, o el humor me eligió a mí", dice en esta entrevista.

La obra ha mutado, como su protagonista. Lo que comenzó como un ejercicio actoral derivó en un relato en constante transformación, con versiones nuevas, capas narrativas y hasta un universo propio. Encinas habla de esto y mucho más con Los Andes.

–¿Qué sentís hoy, a diez años del estreno de "De profesión, contador"? ¿Imaginabas que este unipersonal tendría tanto recorrido?

-Bueno, la verdad que siento una satisfacción enorme por estos 10 años del "Contador". No sé si lo imaginaba realmente, porque las cosas se fueron dando. De pasar a escribir textos en una servilleta mientras le hacía la taquilla al Flaco Suárez en las obras de teatro, de repente ya estaba empezando con este unipersonal. Y tuve la certeza de que una vez que comenzó —en una Vendimia Clown, cuando hice un pequeño número de 10 minutos— sabía que esto iba a dar para mucho. No lo imaginaba, pero lo soñé. De alguna manera, lo soñé. Y bueno, paso a paso fui disfrutando todo lo que se fue dando.

–La obra tiene un fuerte componente autobiográfico. ¿Cómo fue el proceso de transformar tu historia personal en un espectáculo escénico sin caer en lo meramente confesional?

-Sí, podríamos decir que la obra tiene tintes autobiográficos, pero en realidad estoy contando la historia de cualquier contador. Está inspirada en mi paso por la Facultad de Ciencias Económicas, cuando estaba estudiando para contador público. Pero una vez que dejé la facultad, con el tiempo vino esto de imaginar cómo sería la vida de un contador transformada por un taller de teatro. Ese fue el disparador. Y ahí la obra salió de lo autobiográfico y se volvió imaginativa. Entonces, la obra se transforma en un proceso arquetípico, donde cualquier persona que estuvo en un ámbito —ya sea por mandatos, miedos, familia o entorno— puede hacer un clic y cambiar. Puede dar un paso y expandir sus posibilidades. La obra va por ahí, y no tanto por lo que me pasó a mí.

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–¿Recordás el momento exacto en que dijiste “voy a dejar todo esto y me voy a subir a un escenario”?

-Hubo varios momentos en mi biografía que fueron transformadores. Pero voy a traer dos. Primero, cuando empecé a hacer ese taller con el Flaco Suárez en la Facultad de Ciencias Económicas, a punto de recibirme de contador. Al principio parecía que iba a ser un hobby para soltarme un poquito, pero realmente me solté demasiado: porque solté la carrera y me dediqué de lleno al oficio teatral. Ahí apareció todo lo grupal, lo colectivo, lo social, el oficio del teatro, las obras dirigidas por Ernesto Suárez, "Humor de miércoles" como espectáculo de improvisación... Luego, el otro momento llegó en 2015, cuando me animé al unipersonal. Creo que eso no hubiera sido posible si no me hubiera encontrado también con la pedagogía Waldorf. Buscando otra educación para mi hija, la llevé a la escuela Estrella Andina y terminé haciendo la formación yo. La pedagogía Waldorf me trajo otra sustancia, otro conocimiento, una imagen del ser humano más ampliada, más expandida. Me animé a contar esta historia de un ser humano que va más allá de los mandatos y quiere trascender. Un poco eso es lo que trae el contador en su historia: ir más allá. Esos dos momentos para mí fueron muy importantes y modificaron todo lo que vino después.

Las transformaciones de la obra

-¿Cómo te asegurás de que la obra no se convierta en rutina, justo lo que el personaje quiere romper?

-Qué buena pregunta. Que la obra no se convierta en rutina. Bueno, eso es algo que yo voy percibiendo cada vez que hago la función, y con el paso del tiempo cada vez la disfruto más. Es una obra que para mí está totalmente viva, y me permito, en esa interacción con el espectador —en esta obra en donde no está la cuarta pared que me separa del público, sino que estoy todo el tiempo como si fuera una conferencia que está dando este contador— estar en constante interacción. Eso hace que puedan surgir muchas cosas en cada función. También todo lo que va transcurriendo en los años, los nuevos conocimientos, aprendizajes, la sustancia que voy recibiendo, va apareciendo en cada función. Y eso hace que sea totalmente disfrutable. El ida y vuelta, el feedback del espectador, me demuestra que la obra realmente está en movimiento, no está muerta. Tiene larga vida, a pesar de que lleva ya 10 años.

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- En diez años han cambiado muchas cosas. ¿Sentís que hoy la obra resuena distinto que en 2015?

-Otra muy buena pregunta, porque vaya si ha habido cambios en estos últimos 10 años. Y sobre todo lo vertiginoso de los cambios: los avances de la inteligencia artificial, las redes sociales... También otra cosa que me ha llamado mucho la atención en este tiempo es la ingeniería social, ese estudio del comportamiento humano para dominar a las masas. Eso en esta época se ha visto de manifiesto. La sucesión de acontecimientos distópicos nos ayuda, en cierta manera, a plantarnos y a tratar de ver la soberanía que podemos recuperar como seres humanos. Eso para mí ha sido fundamental en este tiempo, y de alguna manera la obra se va adaptando para tocar esos temas sutilmente. Para dejarlo a que al espectador le llegue en función de su propio discernimiento, sin decir las cosas de manera literal sino sugiriendo. Eso ha sido un gran desafío.

- Has llevado la obra a distintos espacios y públicos. ¿Harías un repaso rápido de los lugares en los que actuaste?

-Recién hablábamos del tiempo y ahora hablamos de los espacios, de los lugares. Se me viene esa frase que se usa tanto en el tratro: “el aquí y ahora”. Y para que quede constancia desde ese aquí y ahora, el contador lleva un libro de actas, elemento que no puede faltar en el portafolio de un contador. Ese libro es algo que incorporé para después de la función. Una vez que transcurre la función, el contador pasa su libro de actas y la gente escribe algo. El libro está encabezado con el lugar y la fecha. En este momento tengo acá el libro de actas y me viene muy bien porque el contador ha pasado tanto por salas oficiales como por bares, también por ámbitos privados, empresas, escuelas públicas y privadas. Ha sido maravillosa la experiencia en escuelas, sobre todo en colegios secundarios, donde están con el tema de la elección de carrera y la vocación. Luego de la función se da un momento de conversación en donde responde tanto el personaje como el actor.También, viendo el libro de actas, el contador ha estado en funciones en los ámbitos de la cárcel, tanto en Cacheuta como en la Boulogne Sur Mer. Incluso en una función en la colonia penal Unidad 4, en Lavalle. Allí el primer comentario que tengo escrito dice: “Gracias, loco, me encantó lo que hacés, trajiste un poco de alegría a nosotros. Gracias. Nico”. Y así tengo miles de escritos y mensajes hermosos que llenan el alma. La obra ha pasado por muchos lugares, y con públicos muy distintos. Si bien en principio surgió para adultos, después se propuso llevarla al ámbito familiar, y eso me permitió jugar con el personaje desde lo corporal, más cerca del clown. Cambió tanto lo temporal, como los espacios y los públicos.

-¿Qué función o devolución del público te marcó especialmente?

-Me resulta difícil determinar una función en particular, porque tengo un abanico de imágenes, de vivencias. En ese intercambio que hay con el espectador hay una parte muy vivencial y muy de juego, en donde el espectador también participa. Entonces, ahí siempre ocurren cosas diferentes, muy bonitas, muy interesantes, de mucho juego. Y en cuanto a las devoluciones del espectador, hay una que me marcó y que fue muy fuerte, muy intensa. Porque a veces uno se queda sin esa respuesta de lo que ocurre con el espectador. Uno deja la obra como una semilla, y eso después tiene frutos que a veces uno puede recoger, o a veces quedan ahí y uno ni se entera, ¿no? Una de las experiencias importantes fue el caso de un muchacho que, con el tiempo, me lo encontré en un lugar. Yo estaba saliendo y me dijo: “Daniel, ¿te puedo hacer una pregunta?”. Le digo sí, y me cuenta que fue espectador en una de las funciones —ya había pasado un tiempo—. Dice que mientras escuchaba la obra se sentía totalmente identificado con el hecho de trabajar todo el día, ir tras la zanahoria, y seguir corriendo, corriendo… y cuando llegaba a la casa, sus hijos chiquitos ya estaban durmiendo y él se perdía esa posibilidad de verlos.

La obra le hizo tomar conciencia de esto, y me cuenta que decidió, al finalizar la obra, dejar su trabajo. Eso fue muy fuerte, porque ahora él tiene otro trabajo que le permite ver a sus chicos. Digo: guau, qué implicancias puede tener una función de teatro, y a veces uno no se da cuenta. En este caso, yo agradezco que este muchacho se atrevió a llamarme, a contarme… y me lo dejo como un tesoro. Siguiendo la anécdota, este muchacho después abrió un bar y me llama por teléfono, me invita a actuar allí. Fue justo, fue para la época del final del 2019, y con todo el tema de la pandemia no lo logró sostener. Fue una pena, pero hice unas cuantas funciones allí, en ese bar que él abrió, y la verdad que fue muy, muy maravilloso eso. Así que cosas como estas pasan con el teatro.

El humor: el mejor lenguaje

-¿Te has sentido en algún punto “encasillado” por el éxito del unipersonal? Es decir, ¿que te vean solo como un actor cómico?

-No, encasillado no, para nada. Si bien disfruto enormemente y estoy muy agradecido por todo lo que está pasando con el "Contador", el “éxito” en nuestra profesión es muy relativo. Más que éxito, se vive siempre en un lugar del riesgo. Yo pongo la palabra riesgo porque hasta último momento uno no sabe si una función se hace. Siempre es una sorpresa cuántos espectadores van a venir. Me he tomado siempre esta cuestión de arriesgarme, voy a los lugares aunque estén lejos o haya mal tiempo. He hecho funciones con mucha gente, con muy poca, y a veces se han suspendido. El riesgo siempre nos acompaña. El humor es mi camino. Lo elegí, o el humor me eligió a mí, y con todo gusto estoy en ese lugar. Me encanta ser un actor cómico. Si toca algo más dramático, también lo haré, por supuesto. Siempre trae un enriquecimiento. Pero me encanta este lugar.

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- ¿Y has pensado en algún momento en hacer una segunda parte de "De profesión, contador"?

-Sí, claro. Y no solamente la 2, sino que ya aconteció la versión 3 del contador. A mediados del año pasado, junto a un músico, Clone, hicimos la versión 3. Se estrenó en el espacio Le Parc y fue hermosa, con muchísima gente. Mientras se dan los festejos de estos 10 años, voy haciendo algunas funciones de esa versión 3. Y esta versión es muy interesante, porque ya es como un salto cuántico. La versión 2 todavía no aconteció en el plano físico, sino que, en el mundo imaginativo, es un relato que en la historia del contador ya ocurrió, pero todavía no aparece como obra, no se ha estrenado. Primero tuvo que venir la 3, y luego vendrá la 2. Así que es muy importante para mí lo que ocurre en la 3, porque ya viene con un juego diferente, una nueva manera de contar, en donde el contador —el personaje— se da cuenta de que es un personaje de ficción y quiere conocer e indagar en el mundo de los humanos. Y eso me abre un montón de posibilidades para contar, y van surgiendo nuevas ideas. Cuando lo vamos hablando con el equipo de producción, decimos: “Bueno, aquí tiene que aparecer un nuevo vestuario para la 3”, y estamos en eso. Estamos en esa metamorfosis, en ese encontrarle la vuelta a esta versión 3. Pero la mejor manera es haciéndola. Y, cada tanto, mientras se dan estos festejos de los 10 años del contador, yo sigo haciendo funciones de esta versión 3. Y cuando madure el fruto, cuando llegue el momento, vendrá la versión 2. Pudimos salir de la lógica lineal del contador —de 1, 2, 3— y hacer 1, 3, 2, y así sucesivamente. Bueno, es un juego muy interesante, que lo estoy disfrutando mucho.

-Tu obra tiene humor, ritmo, confesión, mirada social: ingredientes del stand up. Pero no es stand up. ¿Te sentís más cerca o más en resistencia a ese género que está tan en boga?

-Sí, la obra pasa por esos lugares: pasa por el humor, pasa por la reflexión, tiene una mirada social y mucha interacción con el espectador. Creo que lo principal es el juego. Y sí, se diferencia del stand up en el sentido de que está la construcción de un personaje que va pasando por una transformación. No estoy hablando ni contando en primera persona con un micrófono en la mano, sino que hay toda una puesta en escena que se va desarrollando en el transcurso de la obra. Pero no tengo ningún problema, prejuicio o resistencia con el stand up. Para nada. Es más, cada vez me alejo más de las clasificaciones, ¿no? Al fin y al cabo, lo que más me interesa en estos tiempos es todo lo que facilita el encuentro humano. Ese, para mí, es el eje en donde estoy poniendo las fuerzas, en todo lo que estoy haciendo. Y se va dando la vinculación en todos los ámbitos de mi labor, tanto en el contador, como en las clases, como en las formaciones que estoy haciendo, con todo lo que estamos trayendo con Germinar a Mendoza: el trabajo del individuo, de las organizaciones… Y esto del juego. Me parece una instancia tan bonita y tan fundamental que me gustaría terminar con este texto de Schiller, que dice: “El ser humano solo juega cuando es ser humano en pleno sentido de la palabra, y solo es enteramente ser humano cuando juega.”

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