El nombre de Yuyito González puede despertar recuerdos especiales a todo aquel que la conoció en los 80, cuando saltó a la fama. No es para menos: se trataba de una de las más famosas vedettes de esos años, y aparecía en programas junto a Jorge Porcel. Además, protagonizó algunas de las más recordadas producciones de la versión argentina de la revista Playboy.
Hoy en día, después de un tiempo largo de mutismo, ha reaparecido. Y lo ha hecho a lo grande, como conductora de TV, en un rol que parece le calzara a medida por su buen desempeño frente a cámara.
Ante esa nueva etapa de Amalia González, el periodista Hernán Firpo la entrevistó para el diario Clarín y reproducimos a continuación esa charla.
Yuyito González, la sex symbol que se luce como conductora
La ves en un zapping. Yuyito González. ¿Qué hace conduciendo un programa de televisión? Se la ve bien, realmente bien: una mujer que nunca abandonó su cuerpo. ¿Cuántos años tiene? Googleamos: 63. La casa sigue estando en orden.
“Yo creo que este día lo vengo esperando desde hace muchos años, desde que hacía revista y hacía topless… ¡Pero de eso no se acuerdan! ¿No?”, bromeó al aire de su primer programa, un mes atrás.
El ciclo encabezado por Carmen Barbieri pasó al El Trece y las mañanas de Ciudad Magazine contrataron a un personaje que parecía traspapelado: Amalia “Yuyito” González. La ex vedette y conductora está al frente de Empezar el día, programa que va de lunes a viernes entre las 10 y las 12.
Flashback a la querida revista Playboy. El secreto mejor guardado de nuestra adolescencia. Fines de la década del ‘80. Esas fotos de Yuyito en papel alguna vez satinado, casi resbaloso, suave al tacto.
Deberían aparecer billetes con la cara de Moria Casán, Yuyito González, Graciela Alfano, Noemí Alan.
-¿Por cuánta plata volverías desnudarte en Playboy?
-Con Playboy tuve una relación de amor-odio. No sé cuántas veces aparecí. Creo que tres o cuatro veces, pero esas fotos las hice en un estado de inconciencia en el sentido de no saber muy bien qué estaba haciendo. Era algo más de lo que se me proponía y yo no tenía la costumbre de detenerme a pensar en los pro o los contra. Estaba en una especie de inercia/vorágine que me llevaba a hacer todo lo que se me presentaba. Mi mente ya no funciona así.
-¿Por cuánta plata?
-Debería responderte que por ninguna plata me volvería a desnudar, pero como soy la dueña de mi negocio podría decirte que lo volvería a hacer por un millón de dólares. Es una cifra bien tentadora para hacer algo así teniendo la mente fuera del cuerpo, y teniendo la plena conciencia de que es un negocio, y no es sólo un negocio para el dueño de la revista. Este tipo de propuesta, además, no me parece nada enaltecedora…
Bien por dentro, bien por fuera
Ella debe entender que un botón estratégicamente desabrochado puede provocar el caos. Querés hacerle saber lo buena que está la abuela –Yuyito es abuela-, pero no te animás. Con cara de babieca, entonces, imbuido del espíritu democrático de estas horas, apelás a la metáfora alfonsinista de la casa está en orden.
“Todo el trabajo interno que practico a diario también influye en mi apariencia. Bien por dentro, bien por fuera”. Chapeau, Amalia.
-Tuviste buena onda con Milei en una entrevista reciente. ¿Lo votaste?
-Yo diría que tuve una muy buena entrevista. No una esencialmente política o económica, porque lo mío es pasar por el lado más humano. El tipo de entrevista que yo acostumbro hacerle a los invitados va por ahí. La charla tuvo una repercusión superlativa porque es Javier Milei, así que te diría que fue cálida, natural, orgánica. Lo del voto, disculpame, me lo reservo.
-¿Fuiste amante de Carlos Menem?
-No, no fui amante de Menem ni de nadie. No fui una mujer de amantes. No he tenido amantes. No, no….
-¿De dónde viene lo de Yuyito?
-En el ‘83 lo primero que hice en mi carrera fue La peluquería de Don Mateo. Era la jardinera de Don Mateo, la chica que atendía el jardín del barbero que era el Gordo Jorge Porcel. El personaje, espontáneamente, se llamó Yuyito y así quedó para siempre debido a los 60 puntos de rating que tenían los programas de ese estilo.
-Es verdad, empezaste tu carrera en 1983, con la democracia. Lindo punto de partida, ¿no?
-Espectacular, imaginate: la salida de una zona oscura, de dolor, demasiados años. La década del ‘70 fue un desastre para mí, para los estudios, la familia, todo. Cuando salí de esa zona gris, arrancando los ‘80, casi en los inicios, en mayo del 83, empecé en la tele. Fue una fiesta entrar a la tele con (Gerardo) Sofovich, ser parte de las chicas de Sofovich...
-¿Antes de eso qué hacías?
-Siempre me gustó trabajar. Trabajo desde los 13 años. Empecé en comercios y, como vos decís, con la democracia arranqué una nueva etapa de mi vida y creo que en esa época, con ese espíritu de libertad... Fue una década inolvidable y cada vez que me encuentro con gente por la calle, contemporáneos y no tanto, me lo hacen saber mencionando La peluquería..., Las gatitas y los ratones de Porcel, las publicaciones…
“La sex symbol salía de mí”
-Te ganaste la vida muchos años como una mujer “cosificada”. ¿Cómo te llevás con las ideas del feminismo?
-En principio nunca me sentí una mujer cosificada. No me identifica esa palabra. Cosificar viene del afuera. Una etiqueta de esa naturaleza viene de la sociedad, de un otro. Yo nunca viví mi vida de sex symbol con la mirada del afuera. La sex symbol salía de mí. Era mi personalidad, mi propia historia. Esa mujer tenía que ver conmigo.
-Pero…
-Cuando dejé de identificarme con la sex symbol no fue porque ya no me contrataran. Terminé renunciando, entre comillas, a mi rol en plena vigencia de contrato: semidesnudos, etcétera. Me retiré de ese rubro. El retiro me llevó a otra reinvención más, alejándome de eso. ¿Preguntaste sobre el feminismo? Mirá, depende. Tampoco me identifico con todas sus actitudes ni sus mensajes. Básicamente me gusta decir “mujer”, hablar de la independencia de la mujer. Eso del empoderamiento está un poco gastado y yo tiendo a expresar que el verdadero feminismo es la independencia económica. El feminismo es lograr un equilibrio en ese sentido.
-Contame qué significó ser un símbolo sexual.
-Una etiqueta que estaba bien puesta. Era parte de mi personalidad. Y una gran parte de esa personalidad la debo haber llevado a otros roles de mi vida. Sigo siendo una tipa medio picante, pero ya esta fuera de mi cabeza lo de símbolo sexual.
-¿Fuiste una “Chica Porcel”? ¿Qué diferencia había con las “Chicas Olmedo”?
-A ver, yo con Alberto Olmedo nunca trabajé. Compartí alguna comida multitudinaria. Con Porcel trabajé bastante, sí. En La peluquería... el trato era más distante, pero con Las gatitas y los ratones de Porcel la cosa fue más fluida, de profesional a profesional… Porcel era muy gracioso. Parte de esa gracia provenía de su propio cuerpo: era el “Gordo Porcel”. El cuerpo le daba una identidad. Eso estaba permitido, pero no sé si a nivel afectivo el Gordo tenía tanto gancho como Olmedo. Alberto era más angelical. Las chicas que trabajaron con Olmedo quedaron en la cabeza de la gente, porque Olmedo se caracterizaba por tener personajes fuertes. Un ejemplo: el Manosanta permitía que las actrices quedaran más fijadas. Porcel no se caracterizaba por un personaje. Nunca se habló de las chicas de Porcel.
-Tenés un camino espiritual. ¿Sos como la Pastora Irma, una especie de líder carismática?
-Jajaja, la pastora Irma fue un referente de la iglesia evangélica con quien fuera su esposo, el pastor Giménez, ambos famosísimos en cuanto a llevar la fe a nuestro ambiente, al ambiente artístico. La conexión fue muy fuerte. Después, lamentablemente, tuvieron ese desenlace de divorciarse… La verdad que no, no me identifico con ella. Yo soy una creyente que va a la iglesia evangélica hace 18 años. Es mi cable a tierra, es mi fe, es mi palabra diaria, es maravilloso. Además integré una red de pastoras y aprendí llevando charlas para la mujer, armado conferencias, talleres, contenidos motivacionales y de desarrollo personal.
-¿Novio?
-¿Yo? No. En este momento no estoy poniendo el foco en tener novio. Ando felizmente soltera y sin apuro.