El escritor mendocino Andrés Cáceres se dedicó el último año a la realización de una biografía de Vilma Rúpolo, que repasa su vida en la danza, en los centros de detención, su cargo en la Facultad de Artes de la UNCuyo, la militancia y su actualidad estrechamente vinculada a Vendimia. El libro, titulado “Vilma Rúpolo, el triunfo de la perseverancia”, se presenta de entrada como una deuda del escritor hacia la Injusticia.
Desde ese disparador, Cáceres aborda dos momentos culminantes en la vida de Rúpolo que -confiesa en sus páginas- lo obsesionan: la bailarina que despliega su talento en el escenario, y la mujer encarcelada y torturada. Entre estos dos extremos oscila, para el autor, la vida de Vilma Rúpolo.
“Nació en el seno de una familia trabajadora de inmigrantes italianos. La danza y la filosofía fueron las pasiones de toda su vida. A días de dar a luz a su primogénito, fue secuestrada, torturada y encarcelada dos años y medio”, reza la contratapa.
“Cortaron su carrera pero no sus alas. Con una resiliencia conmovedora, logró ser la primera presa política en la Argentina a la que le devolvieron su cargo universitario. Así, retomó la danza y llegó a dirigir el Cuerpo Estable de Ballet y la carrera de Teatro de la Facultad de Arte y Diseño de la UNCuyo”, completa.
La protagonista de esta historia, por su parte, habló con Los Andes acerca del libro y de su agradecimiento con el autor por la dedicación y el tiempo vertidos en la realización de este proyecto, que finalmente se concretó este año y cuyo resultado está disponible en librerías.
“Varias personas me pidieron hacer un libro, pero Andrés fue tan amable y convincente, que fue muy agradable ir dándole algunas pautas”, cuenta Vilma. “En realidad él escribió su libro, porque son sus puntos de vista y yo en eso no tengo injerencia. No es una autobiografía, sino que yo fui acompañando su escritura”, aclara, y agrega: “Es muy bueno poder aceptar otros puntos de vista”.
Vilma Rúpolo dedicó 25 años de su vida a ser parte del Ballet de la UNCuyo, también fue discípula de María Teresa Carrizo e Isolde Klietmann, a la vez que realizó cursos de perfeccionamiento en el Teatro Colón y en la UBA. En 1989 recibió una beca del gobierno alemán para participar de un perfeccionamiento en Danza Contemporánea y Danza Teatro.
Los años de hierro
“Él me convenció de que estaba bueno que la gente conociera las cosas que habían pasado. Yo siempre doy testimonio desde los Derechos Humanos, con los que hacemos promoción para que la gente y los jóvenes se enteren de lo que pasó”, dice Vilma en relación a su experiencia en la última Dictadura Militar.
En sus páginas, el libro relata la detención y los años en Devoto. “Fue el 1 de junio y mi hijo había nacido el 18 de mayo -relata Rúpolo en el libro-. No me permitieron llevarlo. Me detuvieron en el Casino de Suboficiales del Ejército, convertido en Centro Clandestino de Detención, estaba detrás del Hospital Militar. Éramos 16 compañeras”, detalla.
En entrevista con Los Andes, Vilma explica “Yo he dado mucho testimonio, que no es lo mismo que este corpus muy focalizado con todos los conceptos de Andrés y cómo lo ve él, pero a mí me encantó que no sea yo sola, sino que sean los conceptos y vivencia del escritor”.
El capítulo “La detención” detalla otros horrores y algunos paliativos, como el hecho de que finalmente le dejaran tener a su bebé en la celda mientras estaba en Mendoza, y la ayuda de sus compañeras -mujeres con experiencia- que cuidaban del bebé y lo alimentaban cuando ella era llevada a tortura.
“Yo creo en la resiliencia de tener claras las cosas, pero no desde el odio sino desde la construcción. Yo me siento tranquila con mi vida”, declara Rúpolo, en relación a los relatos del libro de los años de encierro.
“Una vez dijo un decano, cuando yo formaba parte del Consejo Directivo de la Facultad de Arte y Diseño: ‘Yo quiero que nosotros le entreguemos a Vilma un reconocimiento porque después de todo lo que ha pasado ha sido un miembro del Consejo Directivo involucrado con cada pequeña problemática que se presentaba, involucrándose con una pasión que nunca demostró todo lo que le ha pasado’. Porque después de las grandes tragedias, uno puede ser resiliente e involucrarse plenamente con las cosas. Eso me parece que es lo que a mí me gustaría dejar: que una, sin olvidar, puede seguir construyendo siempre. No como si nada hubiera pasado, sino construyendo junto con el devenir de la historia, adaptándose a las épocas”, define.
El proceso creativo
“Andrés ha ido durante un año a mi casa los domingo en la mañana, tomábamos un tecito y nos fumábamos un puchito. Fue muy bonito todo el proceso”, recuerda sobre la preparación del libro.
Si bien es cierto que el movimiento cultural mendocino es un reducto de amistades entrañables y conocidos convertidos en familia, Rúpolo explica que no es amiga, en el sentido estricto, del escritor. “Nosotros no somos amigos de los más íntimos pero siempre hay mucho respeto y esa convivencia del arte de Mendoza que es muy natural”.
Vilma, durante sus años de bailarina, recibió varios premios nacionales e internacionales. Su obra “Madres” fue presentada dentro y fuera del país con excelentes críticas.
Desde 1990 fue directora de la compañía El Árbol Danza Teatro y en 1995 inició su carrera como actriz y directora junto a Walter Neira.
Su vínculo con la Vendimia recorre casi toda su historia personal: comenzó como bailarina, luego como coreógrafa y finalmente como directora general en varias vendimias departamentales y en la Fiesta Central de los años 2001 al 2003 y luego en 2010, 2013, 2018, 2019 y 2022.
En los últimos años, Vilma recibió la distinción legislativa “Don José de San Martin” (2014) y el “Premio a la Trayectoria Teatral Nacional Nuevo Cuyo”, otorgado por el Instituto Nacional de Teatro, en 2016.
“No lo he leído muchas veces, porque obsesionarse con una cosa no es mi estilo. Él me lo dio para que lo leyera antes pero no he sido muy exhaustiva, porque he confiado en su escrito y sé que tiene buenas intenciones”, concluye.
En cuanto a su militancia y legado, integra una comisión de Derechos Humanos y una sala del Centro Cultural Julio Le Parc lleva su nombre.
Arte de tapa
El diseño de tapa es una creación de Andrés Casciani, cuyo dibujo remite directamente a la bailarina y sus grandes saltos. Los trazos permiten distinguir un Grand Jeté en tournant “con las famosas alas que hemos usado muchas veces en la Vendimia y con las que hicimos teatro independiente, junto a un director de Córdoba”, explica Vilma acerca de la imagen que resuelve en unos trazos toda la historia de su vida.