“Mi tiempo aún no ha llegado”, dijo alguna vez Gustav Mahler. El músico austríaco (Bohemia, 1860 – Viena, 1910) fue en su tiempo el más importante director de orquesta del mundo y acaso haya sido el mejor de todos, pero como compositor su reconocimiento tardó un poco más en llegar. Sólo una de sus obras fue un verdadero éxito tras su estreno (la monumental Sinfonía N°8), pero las otras tuvieron recepciones impares, aunque sus más cercanos comenzaran a apreciar su arte, heredero del romanticismo post beethoveniano y post wagneriano, y a la vez con la mirada puesta en el atonalismo que aún no nacía.
Hoy en día podemos decir que su tiempo llegó hace rato y Mahler está instalado como uno de los más admirados compositores de la historia. Su obra, quizás por lo reducida, es reverenciada con conciertos y discos que lo han convertido ya en uno de los más frecuentados de las grandes orquestas (grandes, porque no todas pueden interpretar sus obras). En la actualidad, se dispone de un frondoso número de grabaciones, entre las que destaca, como la obra más frecuentada, la Sinfonía N°5, estrenada en 1904.
El reconocimiento tímido de Mahler comenzó a partir de los años 20, pero se fue afianzando con la fuerza que daban algunos directores, que ponían programa sus obras, y también de algunos registros fonográficos. Entre los pioneros directores “mahlerianos” está Hermann Scherchen (1891-1966). Las lecturas del director alemán se cuentan entre las más polémicas. Y no hablamos sólo de las partituras de Mahler, sino de la mayoría de las que abordó con su estilo personal. Lo innegable: jamás nos dejan indiferentes.
De todas las obras de Mahler, la Sinfonía N°5 fue la que Scherchen más interpretó y grabó. Contamos con cuatro registros oficiales de la Quinta con su batuta, y sin embargo sólo uno de ellos (el único, por cierto, en estudio) no está lastrado por el elemento más polémico de todos: los cortes con los que solía intervenir las partituras.
Las razones de esos cortes se desconocen, pero sin embargo no son insólitos: el propio Mahler era afecto a hacerlos en las obras que dirigía. Vale decir, igualmente, que incluso con esos recortes ―que en esta obra aplicó a dos momentos fundamentales, el Scherzo y el Finale― las rendiciones de Scherchen son notables. Como fuere, para una discografía “esencial” de la Quinta de Mahler que incluya la mirada subversiva de Scherchen, la fundamental es su versión con la Wiener Staatsopernorchester (es decir, la Filarmónica de Viena), publicada en 1953, hace 70 años. Las otras son las versiones con la Sinfónica de la RAI (1962), con la Philadelphia Orchestra (1964) y con la Orchestre National de l’ORTF (1965).
Si salimos de excursión por las grabaciones históricas de la Quinta, el paso del primer registro íntegro que queda (Bruno Walter, 1947) al de Scherchen puede sumirnos en el estremecimiento. Nada hay de elegancia y frialdad en este conductor. El trio del primer movimiento, con su aceleración frenética, bien lo muestra, y permite dejar atrás un comienzo algo distante con el solo de trompeta (en todo este movimiento se destaca más su versión con la Orquesta de la Radio Francesa). Ya en el Stürmisch bewegt, Scherchen ingresa en el campo que mejor domina, y arrastra al cuerpo orquestal a una furia notable: esa furia quizá explica el golpe de timbal con el que cierra este movimiento... aunque no figure en la partitura.
Luego, ciertamente podremos encontrar mejores versiones del Scherzo, pero ciertamente pareciera que en él Scherchen se adelanta a lecturas posteriores, con su abordaje moderno del mismo. Cuando llegamos al Adagietto, que es el segmento más popular de la obra (especialmente desde que lo incorporó Luchino Visconti a la banda sonora de su película Muerte en Venecia), vemos que el director le pone a este movimiento lento la dosis justa de lirismo, sin caer en la extrema melancolía de su versión con la Philadelphia Orchestra. Finalmente, en el Finale el maestro alemán nos lleva a un recorrido como quien nos hunde en una novela a la que de pronto hemos comenzado a protagonizar, identificándonos con la emoción de esta música magnífica.
Por su valor documental, por su novedad y su fuerza, esta versión de la Quinta según Scherchen es sin dudas ineludible, aunque no pueda catalogarse como paradigmática. Quizás todo a aquel que se sumerja en el mundo de la Quinta de Mahler, o de toda su obra, le resulte imprescindible escuchar alguna vez cómo suena el Mahler de Scherchen: es una galaxia en sí misma dentro del fascinante universo del autor de La canción de la tierra.