Hace 30 años, Fito Páez dio a luz una de sus obras más trascendentales: “El amor después del amor’'. No era su primero ni su segundo álbum: era el séptimo. Pero con canciones tan urgentes como la que da título al disco, se convirtió en un clásico instantáneo y llevó al músico rosarino a nuevas latitudes.
Ahora Páez rehace por completo el emblemático disco de 1992, uno de los más vendidos en la historia de la música popular argentina, mientras se prepara para festejar el aniversario con una gira, una autobiografía y una serie de Netflix sobre su vida.
“Lo hermoso de esta reversión es que vas a escuchar otro disco, completamente diferente”, dijo el artista con entusiasmo. Son las 14 canciones, “pero muuuy reversionadas’'.
“El amor después del amor” incluye temas como “Dos días en la vida”, “La Verónica”, “Tráfico por Katmandú”, “Tumbas de la gloria”, “A rodar mi vida” y “La rueda mágica”, todas de la autoría de Páez excepto por la última, en la que comparte créditos con Charly García.
Aunque el nuevo álbum aún no tiene fecha, espera tenerlo listo a finales de septiembre y quizás lanzarlo antes de que acabe el año, mientras se embarca en la gira “El amor 30 años después del amor’', que comienza el 20 de septiembre con seis conciertos agotados en el Movistar Arena de Buenos Aires (una séptima presentación se añadió recientemente para noviembre).
El 6 de octubre inicia un tramo por la costa este estadounidense en Orlando, Florida, antes de pasar el 8 por el James L. Knight Center de Miami (donde dijo que presentó por primera vez “El amor después del amor’' hace tres décadas) y llegar el 9 al Radio City Music Hall de Nueva York.
Tras esto tiene conciertos previstos este año en Venezuela, España, Uruguay, Chile y otras ciudades argentinas, para proseguir en 2023 por el resto de Latinoamérica, Estados Unidos, Canadá, Europa e Israel.
-Ya habías hecho versiones de algunas de estas canciones para tu concierto de 2018 en el Carnegie Hall, por ejemplo. ¿Qué nos podés adelantar del nuevo disco?
-No es lindo contar, porque te quiero sorprender, pero te puedo dar algunas pautas. Cuando empezamos a coquetear con el material... una fue: bueno, tenemos que violar el material en un sentido; no tenemos que estar atentos a que eso significó lo que significó y que tuvo el impacto que tuvo, sino que tenemos que desarticularlo completamente para poder intervenir y que sea divertido, porque es música. La música te permite cualquier tipo de extrapolación de materiales, entonces, es un laboratorio muy divertido. Por ejemplo, en “La Verónica”, que es el tema 3, vas a escuchar una orquesta, una guitarra medio en bossa nova, ¡y no mucho más que eso! (ríe)
-En el álbum original tuviste muchos invitados (Mercedes Sosa, Luis Alberto Spinetta, Andrés Calamaro, Gustavo Cerati, Charly García...) ¿Tenés invitados esta vez?
-Mirá, lo voy a ir evaluando en la medida que lo vaya haciendo. Tengo muchos amigos y amigas en mi “métier”, entonces voy a ver qué me pide el material. Yo recuerdo cuando hicimos el original, iban sucediéndose cosas que iban pidiendo. Por ejemplo, “Dos días en la vida” la tienen que cantar dos chicas porque hablan en primera persona, y mi lugar en ese tema sería el lugar del narrador. (En la original fueron) Fabi Cantilo y Celeste Carballo. A lo mejor ahora aparecen unas nuevas cantantes. Ese es un lugar para invitadas.
-Hablando de “Dos días en la vida”, ¿cómo se te ocurrió escribir una canción sobre la película “Thelma & Louise”?
-Mirá, la había visto hacía poco. Yo estaba en el verano del ‘92 en un pueblito en Uruguay, y en esos 15, 20 días que pasamos ahí con Ceci Roth y unos amigos, ahí compuse casi todas las canciones. Tenía la estructura musical, que me gustaba mucho, y no tenía el texto. Entonces, esas cosas que hace uno, una mezcla de ingenio, y decía: “A ver, estas dos estrofas más la coda y el estribillo. ¿Y si cuento la historia de acá hasta acá, de acá hasta acá?” En dos horas tenía la letra armada y era perfecta, encajaba perfecto con el clima de la música. Así que te diría que en muchos casos el inconsciente es la matriz que hace que todo fluya. Pero creo que la película fue un hecho central, porque estaba caliente en el inconsciente: las dos chicas en esa época dando pelea a sus maridos, metiéndose en problemas y dándose la mano al final, como en la última aventura antes de saltar al abismo. No sé, me parecía todo muy romántico y muy hermoso. Fue como un cambio de época, ¿viste? Todo se empezó a poner en perspectiva de ese filme, de alguna forma, y era inevitable que apareciera por allí.
-Cuando lanzaste “El amor después del amor” ya eras un músico reconocido, pero este disco marcó realmente un hito en tu carrera y también en la música latinoamericana.
-Uno nunca sabe bien lo que está haciendo exactamente porque casualmente los artistas trabajamos con algunos materiales por supuesto muy precisos, con una escritura muy precisa musical, y por otro lado, también está el misterio. La cosa de la creación está ligada a eso, a la investigación, a lo misterioso, a lo que no se sabe, a lo que de pronto se vuelve imprescindible y no estaba en los planes. Creo que en ese sentido he sido fiel a esas premisas siempre, nunca dejarme llevar por nada que no sea la intuición y el deseo en ese momento. Porque después, el tiempo, la historia, la coyuntura política, social, histórica, lo que sea, hace su trabajo solo.
-¿Pero sabías que tenías en tus manos algo especial? ¿Estabas más complacido o veías este disco diferente a los anteriores?
-No, no. O sea, veía que era hermoso porque yo estaba enamorado, estaba como con las hormonas explotadas con 28 años, en fin, estaba en un momento de gran plenitud sin ninguna duda. Pero, al respecto de la música y de la hechura, siempre me he comportado de la misma manera con todos mis hijos. Todos se han hecho con amor, con entrega, en diferentes momentos. Y si bien este disco es un álbum súper especial por un montón de motivos, amo a todos mis álbums por igual porque me dejaron expresarme a través de ellos.
-¿Qué recordás del momento en que compusiste “El amor después del amor’’, la canción que da título al álbum?
-Varias cosas, ¿sabés? Tenía solo el comienzo, que era esa introducción: “El amor después del amor tal vez se parezca a este rayo de sol, y ahora que busqué, y ahora que encontré, el perfume que lleva al dolor”. Y nada más. Y me gustaba, porque era como unos acordes mayores, y había un menor en el medio, y tenía esta cosa de letanía algo melancólica. Eso fue sobre fines del ‘91. Y cuando fuimos al veranito del ‘92, ahí con Tweety González, un colega de muchos años que ha producido muchos discos conmigo, él en un momento encuentra el “loop”: “Tututá, tutú, tucutá”. Y entonces dije, “¿A ver, a ver, a ver? Dejame probar arriba de esto a ver qué pasa”. Y andaba perfecto. ¡Perfecto! Después apareció la parte del medio que terminó siendo el coro, “nadie puede y nadie debe vivir sin amor”, y por supuesto la intro con la voz monumental de Claudia Puyó que hace la explosión de la música cuando entra la banda, los metales, el grooveo con el bajo y la guitarra. O sea que se transformó en una canción que de alguna forma estaba en busca de una redención, como “nadie puede y nadie debe vivir sin amor”. Había que gritarlo eso. Y por otro lado, se transformó en un himno. Eso que era tan chiquito, con el paso del tiempo y el trabajo terminó transformándose en una de mis canciones más importantes.