El rotundo éxito que tuvo la obra Pequeños grandes momentos en Buenos Aires ha dado sus frutos y se reparten hoy por todo el país. Con la dirección de Dalia Elnecavé, esta comedia dramática basada en la popular serie Tiny Beautiful Things llega a Mendoza este 25 de octubre en el Teatro Plaza de Godoy Cruz.
Según las críticas, esta obra resulta “conmovedora, transversal y realista”, y en ella los personajes abordan con sutileza distintos temas de la vida como el desamor y su opuesto, la incertidumbre, la muerte entre otros problemas que nos interpelan a todos.
El elenco está formado por cuatro consagrados actores argentinos de teatro y televisión: Tomás Fonzi, Sabrina Garciarena, Malena Sánchez y Michel Noher, quienes —con un tinte cálido y humano— logran llegar al público para hacerlo reír, llorar y conmoverse.
El libreto es tan rico en narrativa que solo necesita de cuatro sujetos en el escenario para transmitir a la audiencia todo lo que dice el libreto. Es así como Pequeños grandes momentos se consolidó, valga la redundancia, como una de las grandes obras teatrales del momento.
Tomás Fonzi es quizás uno de los actores más reconocidos del elenco. Cuenta con años de trayectoria tanto en el mundo audiovisual como el teatral. Desde Estilo tuvimos la oportunidad de charlar con él y nos habló del gran desafío que conlleva emocionar al público y tocar temas tan sensibles. Además, reveló algunos detalles de la relación con el elenco y como se preparan para su función en Mendoza.
—¿De qué va la obra?
—Pequeños grandes momentos cuenta un poco la vida de un personaje que recibe las cartas anónimas de las personas y las responde anónimamente también, de una manera muy particular. Son relatos reales de cosas que les pasaron a personas reales. La obra es un compilado de esas cartas, que tienen mucho de humor y de emoción también. Los cuatro actores asumimos este rol del personaje que lee las cartas, somos una especie de ente unificado que responde y también plantea las inquietudes.
— Emocionar al público no es nada fácil, ¿Qué recursos utilizás como actor para transmitir lo escrito a las butacas?
—Es cierto que no es fácil. Yo, como actor, trato de mostrarme lo más al desnudo posible, lo más vulnerable. La intención es que el público pueda verse reflejado e identificarse con los relatos. Que pueda obtener un punto de vista distinto al que tenía. A mí me parece que, si logramos eso, aunque sea en un solo espectador, nuestra tarea ya está cumplida. Cada fución es un desafío distinto ya que, por más de la obra es la misma, el público cambia y también uno mismo como actor pasa por estados diferentes. Por ahí venías mal de afuera y la función te sorprendió y la vivís al 100%.
—¿Cómo te interpela esta obra? ¿Conectás con alguna experiencia personal cuando escuchás esos relatos?
—Bueno, sí, por supuesto, conecto con más de una historia. Hay una, en especial, que te la cuento sin ánimos de “espoilear”. En una parte de la obra en la que me toca encarnar a un padre que pierde a su hijo en un accidente. Yo soy padre: tengo una hija de 14 y un hijo de 8 y el relato de este tipo me toca muy de cerca. Ese es el desafío más grande de cada función para mí.
—Y transmitirlo a gente que quizás ha pasado por una experiencia similar no debe de ser nada fácil...
—No, por eso no hay otra intención más que tener el corazón en la mano y ser amoroso. Después cómo se cuenta y los detalles actorales no importan. Lo más importante es estar ahí, presente y vulnerable.
—¿Qué se lleva el espectador tras ver esta obra?
—Tenemos una obra que realmente es muy atípica. Cuando yo la vi, dije: “¿Esto cómo se monta en un escenario?”. Y, ahora, que ya la interpretamos, no lo puedo creer. La verdad que es una obra increíble, son todos testimonios reales. Eso no significa que no se puede hacer una buena obra con una ficción, pero esto es muy real, con personas reales que han pasado cosas muy reales. Creo que, de esta experiencia, tanto los actores como los espectadores podemos sacar algún punto de vista que antes no teníamos, o empezar a resolver alguna cuestión que creíamos que no iba a poder modificarse. Los invitamos a emocionarse, a sentirse reflejados y a irse un poco mejor que como llegaron.
—¿Cómo es la relación con el elenco? Al ser pocos, imagino que deben de tener una conexión especial...
—Sí, es fundamental quererse y entenderse, porque en estas obras, donde somos tan pocos, tenemos que conectar un montón y trabajar como un ente unificado. Nos llevamos muy bien, nos entendemos muy bien, nos reímos un montón y entendemos también las partes no tan buenas del otro. Yo confirmo que no hay un resultado positivo sin un proceso positivo y en nuestro caso tuvimos eso. A Malena Sánchez yo ya la conocía, trabajé con su papá hace muchos años y es una persona increíble. Con Sabrina Garciarena también, empezamos casi juntos en este rubro, yo quizás un poco antes que ella, pero en la tira Costumbres argentinas compartimos elenco y fue una experiencia impresionante. Junto a Michel Noher también he trabajado antes de este proceso.
— ¿Te gusta más el teatro que lo audiovisual?
—A mí el teatro me fascina. No hay otra experiencia similar al teatro. El audiovisual es espectacular, desde ya, pero hay algo de la esencia teatral, del hecho de estar arriba de un escenario frente a cientos de personas abajo mirando... Es como que se forma una conexión de lo presencial, de lo que está pasando en el aquí y ahora... Es hermoso. Además, son cosas que están presentes desde que el teatro existe, hace miles de años.
—¿Qué te parece volver a Mendoza?
—Bueno yo ya tengo un historial en Mendoza. Ya he ido varias veces por placer, a disfrutar 100%, pero también he ido a trabajar en más de una oportunidad y creo que esa es la mejor manera de conocer un lugar. Trabajar y viajar, para mí, es la combinación perfecta, porque conocés en profundidad también, interactuás con la gente del lugar, compartís un objetivo en común. No voy a hablar de las bondades de Mendoza que ya todos conocemos, y lógicamente en algún momento nos vamos a tener que escapar a tomar algún tinto (risas).
—¿Qué proyectos se vienen por delante para tu carrera?
—En principio, con el camino de la obra tenemos funciones hasta fines de noviembre en Buenos Aires, mientras entre semana, viernes, sábados y domingos, giramos. Después nos vamos a tomar vacaciones para descansar y hacemos unas pocas funciones en Mar del Plata a finales de enero. La idea es en marzo volver a la capital a encarar una nueva temporada. Después, particularmente yo estoy conduciendo un programa de turismo y viajes que sale por Telefe los domingos a la noche. Visitamos muchas partes de la Provincia de Buenos Aires, así que estoy debutando como “conductor-entrevistador-viajero”, que es una faceta que no conocía y que estoy disfrutando mucho.
Sin duda Pequeños grandes momentos es una obra que vale la pena conocer. El verbo “ver” queda chico para semejante experiencia que promete interpelar a todos sus espectadores. Y por su parte, Tomás Fonzi con su templanza y tacto humano, brillará junto a sus compañeros este 25 de octubre en el Teatro Plaza (Colón 27, Godoy Cruz).
