Sorpresas económicas en el habla cotidiana

Preocupados como estamos por los problemas económicos, nuestro lenguaje muestra una curiosa riqueza en sus vocablos relacionados con estos asuntos.

Sorpresas económicas en el habla cotidiana
DÓLARES Y PESOS. Imagen ilustrativa (Archivo/DyN).

En tiempos como los actuales, en que el ciudadano común vive una realidad cotidiana signada por lo económico, hay vocablos de uso diario cuyo significado puede sorprendernos. Miremos algunos.

Ubicamos como contrarios los sustantivos ‘carestía’ y ‘carencia’: ¿es realmente así? El término ‘carencia’ es claro en cuanto a su valor: se vincula al verbo latino “carere” que traducimos como “estar privado de”; por eso, entendemos que la definición sea “falta o privación de algo”; sus sinónimos aparecen como “escasez, insuficiencia, déficit”: “Muchos se quejan por la carencia de bienes esenciales”. También las restantes acepciones de la palabra dan cuenta de la ausencia o falta de algo: así, en un seguro, se llama ‘carencia’ al período en el que cliente nuevo no puede disfrutar de determinados servicios ofrecidos: “Muy amablemente, el empleado me explicó que no podían satisfacer mi pedido porque aún estaba en la fase de carencia”. En el ámbito médico, se considera ‘carencia’ a la “falta de determinadas sustancias en la ración alimenticia, especialmente vitaminas”: “Estaba muy débil por la carencia de alimentos esenciales”.

Hasta aquí no resultamos sorprendidos, pero sí nos llama la atención la duplicidad de acepciones del término ‘carestía’; en efecto, en sus étimos parecen mezclarse dos ideas contrarias, la de “carecer” y la de “caro”; esto, entonces, nos otorga un doble valor significativo, en aparente contradicción: por un lado, “falta o escasez de algo y, por antonomasia, de víveres” y, por otro, “precio alto de las cosas de uso común”; para la primera acepción, coincidente con ‘carencia’, podemos decir, por ejemplo, “En muchos hogares, hay carestía de lácteos y carne”; por otro, para la segunda acepción, asociada al elevado precio, “En los últimos tiempos, observamos preocupados la carestía sin freno de algunos productos básicos en la canasta familiar”.

También, en la economía doméstica, utilizamos dos verbos que parecen ubicarse en extremos opuestos por su significado: ‘ahorrar’ y ‘despilfarrar’. Nos llama la atención el origen de ‘ahorrar’: el diccionario nos habla de “horro”, que provenía de “hurr”, lexema que servía para calificar a una persona que, luego de haber sido esclava, había obtenido su libertad. Como todo término, el vocablo fue evolucionando y dio lugar a ‘ahorrar’, verbo que, en principio, significó “dar la libertad a un esclavo” y, luego, “librar a alguien de algo”, ya fuese un trabajo, un esfuerzo o un gasto. Hoy, entendemos que ‘ahorrar’ puede ser “guardar dinero como previsión para necesidades futuras”: “Todos los meses ahorra una parte de su sueldo para cubrir los gastos de esos estudios”. Además, es “evitar un gasto o consumo mayor”: “Anda apagando luces para ahorrar energía”. En estas acepciones, es sinónimo de “economizar, reservar, atesorar”. Pero, además, a veces puede ser sinónimo de “escatimar” o “restringir”, sobre todo si nos referimos a esfuerzos o palabras: “Le aconsejo que se ahorre esas palabras porque no estoy dispuesto a oírlas”. “No ahorra esfuerzos para conseguir ese noble objetivo”.

De quien ahorra diremos que es ‘ahorroso’ o ‘ahorrador’: “Entre sus virtudes, destaco sobre todo el hecho de ser una persona ahorrosa”. Existe también el adjetivo ‘ahorrativo’, que puede atribuirse a lo que implica ahorro: “Ha alabado la actitud ahorrativa demostrada, en esta etapa, por la gente”. En este sentido, usamos como equivalentes los adjetivos ‘sobrio’, ‘austero’, ‘morigerado’: los tres poseen en común la idea de “sin excesos, con templanza y moderación”.

Si el ahorro constituye una virtud, el afán desmedido por poseer y atesorar riquezas se transforma en algo negativo: la ‘codicia’, cuyos sinónimos son la ‘ambición’, la ‘cicatería’, la ‘racanería’, la ‘tacañería’, la ‘avidez’, la ‘avaricia’ y la ‘codez’. De ellos, nos llama la atención ‘codez’, proveniente del sustantivo ‘codo’, que en varios países hispanoamericanos toma el valor de “persona tacaña”. Asimismo, en Mendoza, usamos poco el vocablo ‘cicatería’, relacionado con ‘cicatero’, equivalente a “mezquino, ruin, miserable, que escatima lo que debe dar”; tampoco, en el léxico cotidiano oímos habitualmente ‘racanería’ y ‘rácano’, palabras en las que el deseo de ahorrar indica ya una manía, la de la mezquindad, que el diccionario hace equivalentes a ‘roñosería’ y ‘roñoso’, respectivamente. Y, coloquialmente, escuchamos con frecuencia ‘agarrado’: “Es difícil que te dé una colaboración porque es sumamente agarrado”.

Como retruécano y en relación con el ahorro, encontramos el pensamiento “No ahorres lo que te queda después de gastar, gasta lo que te queda después de ahorrar”.

En el extremo opuesto al ahorro, se encuentra el ‘despilfarro’, entendido como el “gasto excesivo y superfluo”: “El despilfarro lo fue llevando, de a poco, a la ruina”. Se vincula al verbo ‘despilfarrar’, que se define como “consumir el caudal en gastos desarreglados”: “No se mide y despilfarra cuanto dinero entra en su casa”. Varios términos se equiparan a este verbo: ‘malgastar’ es uno de ellos, ya que se lo usa si quiere señalarse que el dinero se disipa, pues se lo gasta en cosas inútiles y superfluas; pero no únicamente se malgastan los bienes materiales, pues usamos este mismo verbo para señalar que se desperdicia, por ejemplo, el tiempo: “Malgasta sus horas en vanas diversiones que a nada lo conducen”. También se puede indicar la pérdida y mal uso de recursos con los términos ‘dilapidar’, ‘derrochar’ y ‘disipar’, en tanto que los tres señalan que se desperdician bienes, dinero, tiempo, ocasiones: “Dilapidó lo que a su padre y abuelo tanto les había costado”; “Si derrochas en el presente, te lamentarás en el futuro” y “En poco tiempo, disipó la fortuna heredada y ya nada pudo hacer”.

Nos llama a la reflexión una paremia incluida en el refranero de la Academia Mexicana de la Lengua: “El perezoso es hermano del que despilfarra”. Y añadimos otra perteneciente al habla general: “La economía es riqueza como el derroche, pobreza”.

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