Estaba limpiando la pileta. El chorro de agua sacaba las adherencias y aparecía el azul de la pintura. Solo, en compañía del ruido de la bomba y el bochinche de los pájaros, apareció su figura. En lugar de mirarme, tenía la vista fija en la diminuta bomba.
-Yo la inventé.
El sol daba reflejos iridiscentes. Se apoyó en la orilla. Era él. No sé si fue su proverbial curiosidad o una virtualidad de simetrías, caos, cábalas, pinturas y dibujos.
-Muchas generaciones de romanos vivieron y se acriollaron aquí, en este continente de fábula -dijo-, y ahí perdí la intimidación.
Estábamos fuera del tiempo y no me importó saber si soñaba o era real. Opté por la fabulosa posibilidad de estar a solas con el genio.
Por cortesía, le hablé del país. Más que la vastedad de edificios, lo asombraba el movimiento. Los vehículos. El vértigo de la megaciudad de Buenos Aires. Los interiores confortables. Las fábricas. Las máquinas que elaboran todo. Alimentos, mapas, vestimenta, textos, imágenes. Imágenes que imitan la vida y parecen más reales.
Vio que sus proyectos y descubrimientos se habían concretado y soltó unas lágrimas, sobre todo por la dinámica de los aviones, su tamaño, su imitación de los pájaros, como él imaginó, para despegar y aterrizar.
Cuando lo quise comunicar por Internet con su Vinci natal, me detuvo. Él podía hacerlo más allá de la increíble virtualidad. ¿Qué decirle? Me atreví a preguntar por la Biblia.
-Opino como el escritor tan venerado por ustedes. Pertenece al género de la literatura fantástica. Los escribas eran tan ignorantes que no se les ocurrió preguntar por el universo. La iglesia católica no habría cometido tantos crímenes. Me refiero a la teoría heliocéntrica.
-¿Sientes nostalgia?
-Siempre. Busco el origen. Sé que algún día lo voy a encontrar. Está vedado. Dios no nos deja. Por eso el mundo es tristemente bello.
Miraba con delicia y avidez. Sonreía como para adentro. Sabía que sus pinturas convocaban multitudes y algunos de sus dibujos, meros ensayos formales, se subastan en sumas que a los mecenas de su tiempo habría dejado en bancarrota.
Decidí meterme en su intimidad, aunque el pudor me cohibía.
-Freud ha hecho una interpretación de tu homosexualidad a partir de tu cuadro La Virgen y Santa Ana. Considera que tuviste dos madre y rechazo de padre. Que la cola del buitre está en la boca del bebé.
-Lo he leído. Inteligente, ese austriaco.
-Peca de psicologismo. Explícame un poco, si no te molesta.
-Considero hermosa a toda mujer hermosa, y hermoso a todo hombre hermoso. El trato con ellas no era fácil y a mí no me excitaban, mientras que los hombres sí. No hay cavidad más perfecta para el pene, que la vagina. Sucede que la satisfacción sexual no está tanto en la penetración como en todo lo que implica la sensualidad, y entre varones la penetración no es imprescindible.
-Se me ocurre que tu ideal hubiera sido un hombre vagina.
-En la imaginación, porque en la realidad sería un ser imperfecto. Pero el sexo, para mí, era algo secundario. No tenía tiempo ni para terminar mis pinturas.
-Y ahora ¿cómo estás?
-Vivo con mis dos madres. He diseñado mi casa a piacere y en la entrada tengo dos tigres de Bengala. Como no hay necesidad de comer, los animales salvajes son pacíficos.
-Además de una vida del hombre después de la muerte ¿hay animales?
-Todos los animales. Incluso dinosaurios. No es explicable esa dimensión en la vida terrestre.
-¿Por qué tanto misterio con tu Mona Lisa?
-Porque hay misterio. Ni yo mismo lo sé. Cada tanto desciendo a curiosear, y veo que siguen haciendo disquisiciones que me hacen sonreír.
-¿Cómo la sonrisa de tu cuadro?
Leonardo sonríe y siento que la vida es mucho más compleja de lo que creemos y, a la vez, tan sencilla y clara como este chorro de agua.
-¿Qué pensás de lo que has visto?
-El paso por la vida terrestre puede ser fatal o maravilloso. Depende de cada uno y de la sociedad que el conjunto vaya a desarrollar.
-Contame un poco de la vida en el cielo.
-Cielo no es una palabra que comprenda lo real ni se oponga a infierno, porque no existe. Toda la humanidad va a ese estadio que llaman cielo y allí cada uno debe purificarse, padeciendo lo que hizo sufrir a otros. La impunidad que siempre me martirizó, desaparece.
-¿Qué hace, por ejemplo, Miguel Ángel.
-Michele no deja de esculpir. Casi todo con mármol blanco. Ha descubierto otros materiales y ensaya otros estilos. Y ha puesto celosos a Bernini, Henry Moore, Canova, Brancusi, Rodin, Calder, Botero.
-¿Los celos y la envidia son inherentes al ser humano?
-La diferencia es que allá se puede dialogar y jamás dañar, ni siquiera de palabra. Las obras de Michele van a verlas, incluso, seres de otras galaxias. Sé que te gusta la música y estuve con Mozart. Es infinitamente gracioso y ocurrente.
-¿Se puede ver el futuro nuestro?
-No lo vas a creer y no sé si vale la pena que te lo diga. Llegan a fabricar con la IA, mujeres a las que se les puede graduar la temperatura de la vagina, que susurran al oído y acompañan de por vida. Sin embargo, no han podido suplantar los sentimientos.
Aquí se interrumpió la magia, porque mi mujer tocó bocina para que le abra en portón.
¿Podrán creerlo? Tenía la misma sonrisa de su Gioconda. Quise darle un abrazo. Aún siento el resplandor de sus manos.
El autor
Andrés Cáceres (Mendoza, 1940). Poeta, narrador y periodista. Publicó, entre otros: Ritual de la memoria (poesía), El gran ausente (novela), Soliloquios divinos (artículos) y En su tinta (crónica).