Sol Gorosterrazú: la artista mendocina que baila desnuda y deslumbra con sus obras

La bailarina, formada en la provincia y en Buenos Aires, presenta hoy su elogiada puesta “La siesta del carnero”. Aquí, habla sobre cómo concibió esta obra que fue considerada “el escalón más alto de la escena local”.

Sol Gorosterrazú: la artista mendocina que baila desnuda y deslumbra con sus obras
La bailarina Sol Gorosterrazú en "La siesta del carnero".

Se define como una caminante que, al caminar, busca extraer poesía en lo cotidiano. Se define, también, como “artista a veces, directora, docente, coreógrafa, bailarina”. Tal vez queden cortos los adjetivos, y haya que decir simplemente que Sol Gorosterrazú (Mendoza, 1984) es una de las artistas que conmociona el arte escénico actual de la provincia.

La bailarina es autora de La siesta del carnero, una obra de teatro-danza estrenada en 2022 y que, desde entonces, no ha dejado de sorprender a los espectadores que acuden a ella. El crítico local Fausto J. Alfonso, por ejemplo, dijo de esta obra que era nada menos que “el escalón más alto del escenario local y, en consecuencia, un reto difícil de superar”.

La siesta del carnero, que se verá hoy a las 21, en la sala 2 de la Nave Cultural (Parque Central, Ciudad), sorprende con su apuesta radical por escribir poesía en medio de la escena, utilizando pocos elementos: la luz, la sombra, el espacio, algunos objetos y, sobre todo, la piel de la propia Sol Gorosterrazú, quien se entrega por completo a un juego de danza, movimientos, quietudes y silencios, casi siempre al desnudo, sin un centímetro de ropa sobre ella. Todo para mostrar, tal como ella cuenta, cómo se puede conseguir transmutar en el escenario a una forma que ya no será ni humana, ni animal, ni monstruosa, sino un poco de cada una.

Formada en nuestra provincia como Técnica Superior en Danza con especialización en danza Contemporánea, Sol vivió también en Buenos Aires, donde fue becaria de la Fundación Julio Bocca y recibió la beca Steps on Broadway (New York). Estudió allá, además, en la Universidad Nacional de las Artes e integró su Compañía de Danza Contemporánea. De regreso a la provincia, en 2014, siguió su tarea como coreógrafa, directora, intérprete y docente. Es ella quien gestiona el espacio de investigación del movimiento Azul y Cristal y trabaja con reconocidos directores. Aquí estrenó obras como Anagnórisis (2018, seleccionada por el Festival Internacional de Buenos Aires y ganadora de la Fiesta Provincial del Teatro 2019), El errante (2018, obra ganadora de la beca bicentenario 2016 del Fondo Nacional de las Artes) y La siesta del carnero (ganadora de una beca del FNA y ganadora de la Fiesta Provincial del Teatro de Mendoza 2023).

La bailarina mendocina, autora de la obra "La siesta del carnero".
La bailarina mendocina, autora de la obra "La siesta del carnero".

Preocupada por responder con precisión, a riesgo de ser exhaustiva en lo que quiere abarcar con palabras, Sol se presta a un diálogo para hablar de esta obra que fascina a los espectadores.

–¿Cómo se dio el proceso creativo de esta obra tan particular?

–Comencé en 2019 investigando en distintas improvisaciones. Yo veía improvisando bastante en Buenos Aires y acá, en espacios escénicos o en bares, casas, y distintos espacios. Pero el objetivo era pasar del formato improvisado y efímero a una obra escénica más estructurada, para una sala más tradicional, pero de caja negra, a la italiana. Así fue que comencé con un que tenía una “narrativa física”, a experimentar con objetos, con luces y sombras. Luego introduje algunos objetos, como focos o veladores, algunos vestuarios y después llegó el momento de lo sonoro. Como siempre prima en mi interés que todo lo que haya en la obra sea original, convoco al Colo (Juan Ignacio Olibano), que es quien hace la música en vivo. Así llegamos a La siesta del carnero, una obra que, más que un argumento, tiene un sentido simbólico y onírico. Todo está sostenido por tres tópicos en mutación: lo humano, lo animal y lo monstruoso. La siesta del carnero es la tensión entre algo que nunca se forma, entre la belleza y la fealdad.

–Sin un argumento narrativo, conseguís igualmente transmitir muchas sensaciones…

–En la obra hay sensaciones de angustia, dolor, infierno, belleza, pero todo se corrompe. Yo lo veo como que me despido de mí y mi cuerpo se convierte en un habitáculo para otros cuerpos. Por eso yo trabajo mucho con el concepto de mutación. En ese cuerpo lleno de cuerpos surgen ciertas construcciones como lo deforme, lo descartado, lo discriminado, el suburbio, la naturaleza y el mundo onírico. Son los que ven la obra los que después pueden ponerle las palabras a partir de lo que les llega desde el escenario. Sería como entrar a formar parte de un cuento.

–Otro de los aspectos llamativos de la obra es que vos actuás en toda la obra desnuda. ¿Qué desafíos tiene esa situación interpretativa y cómo la ha recibido el público?

–Suelo trabajar desnuda en escena porque la danza tiene al cuerpo como materia o como medio para evocar el movimiento que evocan las construcciones oníricas. En ese sentido decido estar desnuda, porque en la composición y el trato con la iluminación, la música, la escenografía, el cuerpo es el escenario. Si bien estoy desnuda, logro correrme al cuerpo de mujer o de una persona individual para transmitir otra cosa. La conjunción del músculo, el hueso, la piel, evocando esta fantasía, logran correr la sexualidad de mi piel femenina como mujer. Me gusta llegar a ese corrimiento, al extrañamiento. Si logro ese extrañamiento, consigo la obra. La forma concreta es la de mi persona, pero busco transmitir al desnudo la idea de que llego a lo animal o a lo monstruoso.

–¿Eso genera más impacto en el público?

–El cuerpo a la intemperie, pero bañado de luces o penumbras, genera un paisaje nuevo y eso me parece súper atractivo. Lo que me comentan las personas del público es que siente que a veces no sabe si quien está bailando delante de ellos es una mujer o un hombre, o un monstruo. Las devoluciones de la gente me muestran que ese extrañamiento se logra.

–Y todo el peso de la obra está puesto en ese músculo, en lo humano, pero sin artilugios tecnológicos, o al menos, digitales.

–Hay algo que a mí me interesa desde chica, y es que todos los efectos que yo trato de hacer no van de la mano de lo digital. No me lo impuse, sino que fui dándome cuenta de que soy así, que busco el efecto digital, pero construido desde lo analógico, agarrándome de lo básico que tiene una caja negra: electricidad y tachos, pero nunca pantallas. Todos los efectos son analógicos, entre lo que hago yo en escena y lo que hace el asistente, Santiago Borremans. Creo que así es posible un estado más poético.

La siesta del carnero

Idea, dramaturgia, dirección, coreografía e Interpretación: Sol Gorosterrazú. Asistencia de dirección creativa y dramatúrgica: Santiago Borremans. Música original: Juan Ignacio Olibano. Funciones: hoy a las 21, en la Nave Cultural (España 2110, casi esquina J.A. Maza, Ciudad). Obra con desnudos, no apta para menores. Entradas: $ 6.000 (Entradaweb).

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