Sixto Martelli nació en Mendoza en 1901 y falleció en 1954. Fue poeta, prosista y periodista: colaboró en La Tribuna, La Palabra y Los Andes. En 1923 se radicó en Buenos Aires donde continuó su colaboración en los algunos de los principales medios de difusión porteños de la época: La Nación; La Razón y Crítica. También publicó en medios extranjeros: Antena de Chile; Alfar de Montevideo; Excelsior de México y La Marina de Cuba. En Mendoza publicó también en la revista Égloga. Fue igualmente uno de los iniciadores del Museo de Bellas Artes de Mendoza.
Entre los temas de su vasta obra periodística figuran artículos sobre Mendoza, el Norte argentino, el paisaje argentino en la pintura, el humorismo, la escultura, el grabado, leyendas, fábulas, apólogos. Junto con Ricardo Tudela realizan una antología poética de Cuyo, en 1932.
Su obra literaria comprende los siguientes títulos: Humanas (1923), publicado en Buenos Aires; Concéntricas; Motivos de Buenos Aires (1932), prosa poética con influencia de la greguería y del ultraísmo; Ignorancias (1934), editado también en Buenos Aires (al igual que Humanas es un libro en prosa que contiene diversas reflexiones, algunas humorísticas); Paraná a la vista (1937), notas de viaje publicadas en Buenos Aires; Para los hombres que ya no tienen infancia (1940), colección de aforismos dedicados a Eduardo Mallea, “revelador de una Argentina sumergida”, y Canto a la tierra de Cuyo (1948, ilustrado), concebido como un homenaje a la institucionalización de la Fiesta de la Vendimia.
También conocemos el título de otras obras: Antología de una vocación; Bestiario (humorismo); Imaginerías de la tierra del sol y del buen vino y Fábulas y apólogos para los hombres de América, aunque no hemos tenido acceso a ellas e ignoramos si han sido efectivamente editadas.
Martelli participó del movimiento vanguardista mendocino; precisamente, su segundo libro contribuyó a la definición y afianzamiento de la expresión vanguardista en nuestras letras. Lleva por subtítulo Motivos de Buenos Aires o Humor de Buenos Aires: en esto difieren los datos.
La edición que manejo (de la que he consultado el ejemplar 348), indica que se trata de 500 ejemplares numerados (los dos primeros realizados en papel “Continental” y del 3 a 7 en papel “Chamoix”, numerados todos a mano y firmados por el autor; y 493 en papel pluma “Vergé”, librados al comercio) lleva el subtítulo indicado primeramente.
Tal elección se justifica porque se trata de 135 textos en prosa de diferente extensión, aunque en general muy breves, cuyo centro temático es la ciudad de Buenos Aires, personificada: sus calles, sus esquinas, sus personajes, la velocidad y el ruido que la han ido invadiendo y modificando su ritmo al compás del avance de la Modernidad y el progreso.
El volumen se divide en seis secciones: la primera, sin título; luego “Primera yapa”; “Segunda Yapa”; “Tercera Yapa”; “Cuarta Yapa” y una quinta parte denominada “Descendimiento”; cada una de ellas compuesta por un número variable de breves ejercicios en prosa que participan de las características del aforismo y también de la greguería. El texto introductorio de cada sección es más extenso y oficia casi a modo de introducción o resumen de lo presentado.
En cuanto a la forma escogida, el mismo Martelli encabeza su libro de 1940, Para los hombres que ya no tienen infancia, con un pequeño ensayo titulado “El arte del aforismo o el martirio de los locuaces”, en el cual, luego de diferenciarlo de la máxima, a la que considera hija de la sabiduría popular, lo caracteriza como “Hecho para dar en el blanco, agudo o substancial, concentrado o brillante, sabio o ingenioso” (1940, pp. 13-14) y agrega también como rasgo definitorio que “se subordina por entero a una precisión de lenguaje expresivo máximo y al propio tiempo, contenido”, de lo que deriva su brevedad y concisión.
En cuanto a su contenido, “El aforismo enunciaría una grande y profunda verdad, cuya gravidez no estorba de ningún modo a su andar gracioso, lacónico”, ya que “es descubrimiento, invención, pensamiento inédito” (1940, p. 14); “síntesis viva de uno o varios aspectos simultáneos de la verdad” (1940, p. 16).
En cuanto a la greguería, forma si no inventada al menos bautizada por Ramón Gómez de la Serna, Gonzalo Torrente Ballester (Panorama de la literatura española contemporánea, 1956, p. 303) la conceptúa como “el resultado de una intuición que adivina la singularidad absoluta de los objetos y la expresa en un aforismo por medio de una comparación, de una imagen o de una metáfora sustantiva o adjetiva, destacando ante todo el matiz humorístico del objeto”.
Se da cumplimiento así a la fórmula acuñada por Gómez de la Serna: “humorismo + metáfora = greguería”; de este modo se da satisfacción también a las notas esenciales de la lírica de vanguardia, tal como las sintetiza Gloria Videla de Rivero en su estudio sobre El ultraísmo: “culto a la imagen, tendencia a la evasión y al juego, exclusión del mundo sentimental y heroico, el logro ingenioso, la intrascendencia del arte, el humorismo” (1971, p. 21).
En cuanto al libro de Martelli, es dable observar en él muchas de estas características, junto a algunas que relacionan su particular forma de representación con otra de las formas más emblemáticas del arte de vanguardia, en este caso pictórico, ya que la suya es una visión “cubista” en la que se ha abolido el tiempo, pero no el movimiento en el espacio, de una ciudad reducida a ciertos ambientes, a ciertos sonidos y personajes emblemáticos, que el autor sintetiza en “Una esquina cualquiera”, texto que encabeza la “Primera Yapa”:
“Día.
Primavera.
Calles de Buenos Aires.
Mi curiosidad se ha quedado de pie en una esquina cualquiera de la ciudad.
En un tránsito lento de formas, de armonías y de colores, las mujeres pasan como una ilusión hacia los cuatro puntos cardinales de la Aventura” (1932, p. 29).
Las características definitorias de la greguería al modo de Ramón Gómez de la Serna se perciben claramente, junto con la tendencia a la personificación de la ciudad y sus elementos, para dar una visión inédita de la realidad: “Al sol lo levanta el ‘claxon’ bovino de los ómnibus de la Ciudad” (1932, p. 32); “¿Quién no conoce al picaflor de los boletos? En la nomenclatura vulgar de ferrocarriles, ómnibus y tranvías se lo llama Inspector” (1932, p. 34); igualmene, el humorismo no exento de crítica despunta en formulaciones como la siguiente: “El Palacio de Justicia es el edificio más pesado de retrasos de la Ciudad”.
De este modo, Martelli da cumplimiento a su proyecto personal de observación y reflexión, aunque encauzado en los cánones vanguardistas que buscan la expresión ingeniosa y brillante. Una vez más, humorismo + ingenio + imaginería sorprendente.