Robin Williams: 10 años sin un actor incomparable

Desde su carismático Mork hasta el niño en cuerpo de hombre que encarnó en Jack, pasando por otros papeles memorables, el actor fue uno de los mejores intérpretes de su tiempo.

Robin Williams: 10 años sin un actor incomparable
Pam Dawber y Robin Williams ensaya el famoso gesto con la mano que se hizo popular en la serie "Mork & Mindy".

Uno de los primeros logros que recuerdo haber conseguido como una ventaja frente a mis compañeros de colegio, en primero o segundo grado, es el “nanu, nanu”. “¿Qué demonios es eso?”, se preguntarán algunos. Pues, nada menos que la imitación de uno de los gestos más graciosos de la serie que “todo el mundo veía” en esos años: Mork & Mindy. En ella, Robin Williams interpreta a un extraterrestre del planeta Ork, que llega a la Tierra en su nave (que tuviera forma de huevo era un punto más para la comicidad) y que vive situaciones graciosas con la terrícola que lo recibe, Mindy. El “nanu nano” era un latiguillo de su lenguaje alienígena, que incluía –y he ahí la dificultad– un movimiento en la mano que obligaba a juntar los dedos para simular una mano monstruosa.

Que ese recuerdo me invada el ánimo, cual marciano a la tierra, no es casual. Todo se produce porque, justamente hoy, 11 de agosto, se cumplen 10 años de la muerte del actor que interpretó ese personaje. Un actor que acompañó mis alegrías y disfrutes televisivos o cinematográficos y se convirtió en un amigo de la pantalla, esa clase de amigos a los que uno admira y también del que espera su visita cada tanto.

Robin Williams en Good Morning, Vietnam (Buenos días, Vietnam).
Robin Williams en Good Morning, Vietnam (Buenos días, Vietnam).

Williams no parecía un chico destinado al arte en su niñez y juventud. Le interesaban los deportes y, cuando terminó sus estudios intermedios, dirigió sus intereses a la política. Pero, sin dudas, su histrionismo le ayudó a interesarse por fin en la actuación. Vivía en California, pero el descubrimiento de su pasión fue tan intenso que se decidió a mudarse a Nueva York para estudiar durante tres años en la prestigiosa Juilliard School.

De vuelta a casa, comenzó la carrera. Un primer papel lo llevó a interesar a los productores de esa nueva comedia de situaciones que estaba gestándonse, Mork & Mindy. El personaje del extraterrestre estaba bosquejado, pero fue Williams el que lo terminó dibujando sobre su propio cuerpo: era imposible sacar del lápiz del guionista ese arsenal de gestos, de chispa en los ojos, de creatividad para improvisar. Era imposible, a la vez, transmitir la apariencia de locura amigable que el actor era capaz de transmitir.

Robin Williams en La sociedad de los poetas muertos.
Robin Williams en La sociedad de los poetas muertos.

Tal fue el éxito de la tira y tan hondo caló en los espectadores del mundo que pronto Williams –que también destinaba parte de su trabajo a hacer monólogos cómicos– sintió que debía cambiar y mostrar otras facetas de su talento.

Estamos a mediados de los 80 y Robin Williams comienza a mostrarse en plenitud. En Popeye (de Robert Altman), en El mundo según Garp y, especial y magistralmente, en Buenos días, Vietnam, donde interpreta a un disc jockey que, a través de una radio en Saigón, comienza a contarles a los soldados que la verdad es distinta a lo que parece.

Por estos años también comienzan algunos problemas de Williams, especialmente el abuso del alcohol y la cocaína, a la que ingresa, cuenta, por la presión del trabajo.

Esa era la faceta personal, pero en la pública, Williams seguía acompañándome. Y lo volvió a hacer con una película que en su momento fue conmovedora para todos los jóvenes de entonces (en especial si sentían inclinación por la literatura), y que hoy puede parecernos, con nuevos ojos, un tanto demagógica. Fue La sociedad de los poetas muertos (1989), donde encarnó a un profesor de una escuela conservadora que les infunde a sus alumnos la pasión por el arte, y los inspira para crear una agrupación como la que él integró de joven, donde predominaba “una verborrea que fluía como la savia de un árbol herido”.

Luego vendrían más muestras del talento de Williams: el vagabundo de Pescador de ilusiones, el Peter Pan grandulón de Hook, el querible y despampanante padre que se disfraza de anciana en Papá por siempre, el protagonista de Jumanji, el niño en un cuerpo de adulto que jugó en Jack, de Coppola y tantas más. Verlo a Williams en cada una de esas facetas era un placer, como fue verlo en el papel de En busca del destino, que lo hizo ganar su único Oscar.

Robin Williams como la señora Doubtfire en Papá por siempre.
Robin Williams como la señora Doubtfire en Papá por siempre.

A diferencia de otros talentosos actores de su generación, Williams no era un actor del “método”, cual Robert De Niro, por ejemplo. Como apuntó muy bien una vez mi profesor de Crítica de Arte, en la facultad, él era más bien un actor “brechtiano”, que intentaba mostrar a cada momento que lo suyo era una interpretación: el artificio siempre estaba presente y eso era parte del juego.

Matt Damon y Robin Williams en En busca del destino.
Matt Damon y Robin Williams en En busca del destino.

Yo también crecí y me di al disfrute del cine y de sus intérpretes de otro modo, justo en los momentos en que la propia calidad de las películas y los papeles de Williams ya no tenían el mismo efecto. Sus apariciones en entrevistas o eventos sí seguían mostrando el gran nivel de comicidad combinada con inteligencia de las que pocos pueden hacer gala. Pero el Robin Williams íntimo, no lo sabíamos, estaba sufriendo. Lo supimos bien ya muy tarde y fatalmente, cuando aquel 11 de agosto de 2014, fue encontrado muerto en su hogar de California. Murió por su propia mano, acuciado por la depresión y los desequilibrios emocionales que le causaban una enfermedad que se acaba de enterar que tenía: demencia de cuerpos Lewy.

Fue en ese momento cuando yo y, seguro, otros tantos, sentimos la tristeza de lo que nos estaba faltando y nos iba a faltar: esa sonrisa genial, esa manera de componer personajes única y ese talento compartido por unos pocos que consiste en convertirse en un ser de otro mundo con un simple movimiento de manos.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA