“La gente cree que uno se la pasa pensando en cadáveres”, reconoce, con humor, Ricardo Canaletti. La gente a la que se refiere es al público que lo sigue desde hace años en la pantalla de TN, desde donde, con su programa Cámara del crimen, ha sabido narrar y desmenuzar los casos contemporáneos más resonantes de la Argentina. Pero también puede referirse a la gente que lo ha leído desde hace muchos más años, desde que comenzó (allá por 1986) a escribir crónicas en la sección Policiales del diario Clarín. O a aquellos que leen sus libros.
Canaletti acaba de publicar, justamente, un nuevo libro, para el que hay que tener muy presente esa frase que dice con ironía, porque demuestra que, efectivamente, el periodista dedicado a casos criminales, el escritor, el conductor de un programa, no sólo está pensando en esa clase de sucesos. La mejor prueba es Pasiones malditas, que publica la editorial Sudamericana, libro en el que este periodista y abogado –nacido en el emblemático barrio de La Boca en 1965– repasa historias reales y fascinantes de una enorme galería de personajes diversos: desde Errol Flynn a Einstein, pasando por Julia Wallace, Pier Paolo Pasolini, Fidel Pantoja o Emile Griffith. Historias en las que puede haber crímenes, sí, pero en las que lo que importa es una anécdota, el retrato y el relato de un puñado de personas a las que parece unir el mote de “perdedores”.
Sentado frente a su biblioteca, en una tarde de abril que invita a quedarse allí como en el sitio perfecto para una charla, Canaletti le cuenta a Estilo cómo nació y se escribió ese libro, pero también le comparte las particularidades de ser un periodista veterano al que de golpe lo alcanzó una fama “de farándula” y ofrece un balance de los 10 años al frente de su programa televisivo.
–Cualquiera que se entere de que sale un nuevo libro de Ricardo Canaletti pensará que es de algún caso criminal. Pero no es tan así. ¿De qué se trata Pasiones malditas, su nuevo libro, y qué características tiene?
–Podríamos decir que es un libro que se propone hablar de derrotas, de desesperanza, de sueños no cumplidos, de desviaciones… en fin, de perdedores. Es la vida de personajes en la gran mayoría conocidos por todos, aunque hay algunos que no tanto, pero cuyas historias son muy atractivas desde el punto de vista de lo que no lograron. Insisto: historias de aquello que fue una esperanza en un momento y luego se perdió. Yo diría que es un libro que habla de eso. Hay casos que terminan en crímenes, otros que no, pero es una exploración que tiene que ver con el espíritu de la persona frente a su fracaso.
–¿Cómo eligió a estos personajes para contar estas historias?
–Fue difícil esa elección. El libro nació a partir de una de las historias: la del extraño viaje del cerebro de Einstein. Yo no tenía la menor idea de que a ese cerebro le hubiera ocurrido eso, ¡nada menos que al cerebro de uno de los científicos más importantes de la historia! Cómo es posible que hubiera ocurrido eso, me dije. Indagando, me encontré con que estábamos ante el caso de cierto fanatismo disfrazado de profundización de una personalidad o de la vida de un científico notable. Eso, de parte de un médico que quería saber un poco más del genio. Después me di cuenta de que ese no era el interés, que lo que lo movía era una perversión, una admiración que se transformó en eso, de parte de una persona que, vista desde nuestro presente, confundió las cosas. Después de investigar y escribir sobre eso me di cuenta de que quería contar esa clase de historias. Y el denominador común fue eso, ídolos derrotados, personas equivocadas que siguen una pasión que se transformó luego en un hecho patológico... Así fui agregando historias de esa naturaleza, muchas.
–Después de tantas, el libro venía solo…
–Sí, pero se me abrió otro problema: cómo clasificarlas. El catálogo era difícil para ordenar. Entonces ahí fue cuando me di cuenta de que el denominador común era la pasión maldita. Porque hay pasiones buenas, pero cuando estas son llevadas a un extremo se convierten en malas. Por ejemplo, la pasión de un hincha de fútbol es buena, la de un barrabrava es mala. Cuando tuve todos los textos los empecé a catalogar por profesión, pero me di cuenta de que eso solo no funcionaba. Así que terminé con otra idea: había casos asombrosos, otros en los que aparecía lo fantástico. Al fin quedaron capítulos como “Intérpretes”, “Políticos”, pero también “Derrotados”, “Misteriosos”, “Asombrosos” o “Engañosos”.
–Se nota en muchos casos una larga tarea de investigación. Pero también aparecen alusiones personales, como cuando cuenta el caso del boxeador Emile Griffith, donde aparece contado cómo supo de él cuando era niño.
–Sí, ese cuento (así me gusta llamarlos) es parte de una trilogía, que tal vez no se subraya en el libro, pero esta y tiene que ver con el boxeo. En la historia de Griffith yo vi que en él influyó el hecho de ser homosexual, algo que era mala palabra para su época. Cuando me puse a indagar descubrí muchas cosas interesantes. Me encontré con que el que hizo las reglas del boxeo era amigo de Oscar Wilde. A mí me gusta mucho la lectura y la escritura, pero este hombre era nada menos que amigo de ese escritor que yo admiro. Y vi que ahí había una historia no tan conocida, como los juicios a Oscar Wilde, que no son tan conocidos. Volviendo al caso de Griffith, tuvo una historia escondida, en un ambiente machista: era homosexual y tuvo que esconder esa condición. Cuando mató a golpes en el ring a un contrincante fui conociendo que había tenido que ver eso. Para investigar sobre el tema tuve que acceder a muchas fuentes estadounidenses y me encontré por ejemplo con un texto de Norman Mailer sobre boxeo que me pareció repudiable. No tengo nada contra él como escritor, pero ahí se nota que era un hombre de su época. Es un caso el de Griffith en el que efectivamente comienzo el texto con un recuerdo de mi infancia.
–¿Se siente involucrado con las historias que investiga, en el sentido de conmoverse o indignarse?
–Estas son historias reales, pero que provocan cosas. Tal vez yo lo veo así por la manera en que así hago también el periodismo. A mí los temas no me rebotan. Si hay un tema que me rebota, no le doy importancia. Pero con los que sí me despiertan algo me involucro. El camino en esta profesión es ser objetivo, pero no siempre uno es imparcial. Volviendo a Oscar Wilde, él decía que uno sólo es imparcial con las cosas que no le interesan. Pero cuando las cosas a uno lo golpean, en algún momento hay que dejar de ser imparcial. El periodista, o el escritor, no es una máquina.
–Un poco peso se nota con la manera en que lleva adelante su programa Cámara del crimen (TN). Acaba de cumplir 10 años al frente de ese programa, ¿qué balance hace de un programa televisivo tan exitoso?
–Yo lo considero como un bebé para mí, lo quiero mucho. Para los que no lo saben, el nombre del programa no es mío, existía desde antes, cuando estaba a cargo de Enrique Sdrech. Pero él no hacía un programa, hacía una sección dentro del noticiero. En cuanto a estos 10 puedo decir que en los inicios todo fue muy caótico. De buenas a primeras, la señal decidió tener un programa policial. Lo que tenía hasta entonces eran noticias policiales, que hacíamos allí junto con Mauro Szeta. Con el siempre pedíamos un espacio propio. Él terminó yéndose con mucho éxito a otra señal, hizo una gran carrera y yo me quedé insistiendo con el programa. Siempre con la idea de tratar casos criminales: les digo así porque el término “policiales” no me gusta. En definitiva, por fin se nos dio y comenzamos haciendo envíos especiales de casos criminales. Lo hacíamos de una manera muy distinta a lo que se hacía por entonces: representábamos, como una obra de teatro, las acciones que habían sucedido en los casos. Y eso resultó novedoso. Tuvo un gran éxito, ya que eso lo hacíamos en el mismo escenario donde se realizaban los noticieros de TN. Cámara del crimen fue ganando televidentes, adquirió una entidad propia y pasamos a un estudio de televisión propio, aunque al principio sin escenografía. Y bueno, seguimos con esa tónica, la subrayamos e incorporamos a Miguel Paradiso para que el arte estuviera presente: él dibujaba y pintaba en vivo una escena del caso del día. El éxito aumentó, tuvimos nuestra propia escenografía propia y al fin estoy muy satisfecho de lo que hemos hecho. Es algo que me llena, me da mucha dicha que el programa haya durado 10 años y siga estando al aire. Pegó en el público y tiene su nicho bien ganado.
–Usted es un periodista que pasó muchos años como tal, pero sin aparecer en la TV, y después de eso se ha convertido en una personalidad muy reconocida y en, para muchos, en el heredero del Turco Sdrech. ¿Cómo vivió su paso a la televisión y qué le representa ser una cara famosa que, seguramente, es reconocida por la calle y demandada con autógrafos?
–Yo todavía no lo entiendo ni me lo explico. Fueron 23 años escribiendo en Clarín, mucho tiempo, hasta que salté a la tele. En el ambiente de la gráfica, uno tiene referentes, y sabía que en el círculo de periodistas de larga trayectoria yo era conocido, como yo conocía a otros. Pero cuando pasé a la tele se dio algo que sigo sin entenderlo. Yo era un periodista de crónica negra y de crónicas en general, ya que yo escribí desde la nota del atentado a la Amia hasta de la desaparición del Ford Falcon. Y de esa situación pasar a ser una figura de la farándula, fue muy raro. Y te diría que al principio me molestó bastante. Porque desde la gráfica se ve al periodismo televisivo directamente como farándula. Eso me sigue molestando, pero son las reglas del juego. Así que de pronto todo lo que yo había escrito durante 23 años pasó de largo, y por un par de apariciones ya me reconocían más que por eso, hasta llegar al día de hoy en que por la calle me reconocen y me llaman por el apellido. Yo no creo pertenecer a la farándula, porque todavía tengo ese pasado que para mí está muy presente.
–El periodismo de casos policiales, o criminales, tanto en los medios gráficos, como en la radio o en la televisión, genera mucho interés. ¿Qué le parece el modo en que las nuevas generaciones de profesionales trabajan este género periodístico?
–Por un lado es cierto que tiene un público muy grande, realmente. Las razones es otra gran cuestión: al argentino le interesan estos temas. Participa de las historias, se involucra, se pone de parte de uno u otro… Los alemanes no son así, estoy seguro. En cuanto a los nuevos periodistas que comienzan ahora a hacer esto, te digo que no los conozco. Conozco a los viejos. Sacando a Mauro Szeta, a Paula Kaplan, a Facundo Pastor o a Martín Candalaft, en la televisión, no conozco a más. En la tele no se ve mucha gente nueva. Tal vez porque para hacer este género periodístico necesitás alguna condición especial, no lo sé. La gente cree que uno se la pasa pensando en cadáveres, pero sólo hay que tener las virtudes que exige el periodismo. Es un género que exige más rigurosidad que el periodismo deportivo, por ejemplo. Acá hay que ser muy riguroso con las fuentes, con el relato, con las consecuencias de lo que se está diciendo, con la ley, que hay que conocer, sin ser abogado, pero saber. Volviendo a tu pregunta, no veo mucho recambio, pero sí una especie de descenso del periodismo en general. Veo cosas que a no me gustan, y que cuando yo me inicié no estaban bien vistas, pero hoy son moneda corriente. Por ejemplo, yo nunca pondría un título que dijera: “¿Subirá la nafta?”. No, yo titularía “Subió la nafta”. Los títulos hoy llevan a que uno tenga que encontrar la noticia a la mitad de la nota. Y a veces ni ahí está.
Pasiones periodísticas y futbolísticas
–Un periodista como usted, que se ha sabido adaptar a distintos formatos, ¿cómo se lleva con los nuevos, como el podcast o los streaming?
–Yo me llevo bien con eso. Con lo único que me llevo siempre mal es con Twitter, es una red que no voy a calificar. Tengo Instagram y Facebok. No quería tener y me recomendaron que lo hiciera. Le doy más bolilla al Instagram, pero no me gusta subir fotos personales, sólo alguna. Sobre otros formatos, he hecho podcast para TN y para Penguin Random House sobre algunos de mis libros. Acerca de los streaming, es una cuestión a explorar. Yo, más de ver películas y series no paso. Quizá en un canal de YouTube podría estar. Yo soy alguien que tenía una abuela que decía que cuando era chica le comentaban que los hombres iban a volar y ella no lo creía. Fijate de dónde vengo.
–Ya que estamos entre hinchas de Boca, y para hablar también de otras pasiones, ¿cómo ve hoy al equipo, lo ilusiona?
–Quisiera dejarlo un poco más, que tenga más rodaje para decirlo. A comparación de lo que teníamos, está mucho mejor. Pero tengo que decir que no lo veo tanto, porque soy tan fanático que me pongo mal, sufro mucho. Ahora prefiero no verlo, a lo sumo ir sabiendo cómo va un partido o enterarme después. En una época, cuando era más joven, si no iba a la cancha lo escuchaba por radio o lo veía por TV. Ahora soy un hincha de Boca pasivo. Pero si hay partido, necesito saber cómo salió.