Periodismo cultural, con la lupa en lo emergente y en lo político

En un mundo que ha multiplicado su complejidad a la par que su frivolidad, pensar la cultura y difundirla se ha transformado en una tarea de titanes.

Periodismo cultural, con la lupa en lo emergente y en lo político
La Orquesta Filarmónica de Mendoza en el teatro Independencia.

El periodismo cultural (PC, sin doble lectura) no la tiene fácil. Nunca la tuvo, pero se sostuvo. En un mundo que ha multiplicado exponencialmente su complejidad a la par que su frivolidad, pensar la cultura, o al menos difundirla, se ha transformado en una tarea de titanes. De titanes sin ring, ya que la “democratización” tecnológica ha borrado toda frontera, y cualquiera, en cualquier sitio, pontifica con la misma y supuesta autoridad acerca de lo abstruso que resulta Borges como de las bondades de L-Gante.

El PC debe marcar cancha, elevarse, aunque suene bien elitista, y alejarse lo máximo posible de la farándula que amenaza con cooptarlo. El PC mendocino debe poner el foco en varias cosas. Sobre todo, en dos. La primera, acompañar de cerca a los verdaderos artistas emergentes que se perfilen valiosos y originales. En la medida de sus posibilidades, difundirlos y potenciarlos, ya que la sobreabundancia de “oferta” (dicho también como “baratija”) hoy ahoga a los creadores genuinos.

La segunda, ir con la lupa hacia las políticas culturales. O hacia su falta, como ha sido hasta ahora. Investigar, criticar y, de ser necesario, denunciar los tejes y manejes de un área que el periodismo suele desatender, presuponiendo que allí no existe corrupción, desfalco ni negligencia, como en otras áreas más picantes. Como en éstas, en la política cultural tampoco hay santos. Los que son no parecen y los que parecen no son. Y como en muchos órdenes de la vida, allí también se trata de ser y parecer. Además de gestionar, obvio.

La cultura mendocina —y con ella el PC— ha crecido y trascendido, hasta donde ha podido, por mérito exclusivo de sus artistas y pensadores. En un contexto normal, una política cultural de excelencia (bueno… al menos de cierto nivel) contribuiría a que ese crecimiento y trascendencia fueran menos dolorosos y más visibles para el resto de la sociedad. Mirar de cerca a los hasta hoy (dis)funcionarios es un aporte invalorable que el PC puede y debe hacer.

A los dos aspectos señalados, el PC local debe sumar una mirada crítica a la madre abusiva de todos los presupuestos: la retrógrada Fiesta Nacional de la Vendimia. Un “show telúrico” hecho —cada vez más— desde y para el poder. Un montaje traga-fortunas que condiciona a los artistas como cómplices y que impide hasta editar algún humilde libro que los mismos capitostes premiaron. Ir contra ella es misión para el PC. Un acto de justicia y heroísmo que hace que este texto termine pareciendo una ficción.

*El autor es docente universitario y periodista cultural

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