Antes del Indio Solari, antes de Luca Prodan, hubo un cantante pelado famoso en la Argentina. Su nombre artístico era Heleno, y falleció hoy a los 83 años. Fue el creador de La chica de la boutique, su canción más popular, y su nombre real era Miguel Ángel Espinosa.
Por su aspecto físico le llamaban, cariñosamente, “La rodilla que canta”. Fue un cultor de la música beat en la Argentina, esa corriente de enorme popularidad que se decantó por la vertiente más festiva y comercial del rock (o proto-rock). Con La chica de la boutique, justamente, hizo bailar a toda Argentina, gracias a unos versos pegadizos de una canción que comenzaba diciendo: “Iba yo paseando / vidrieras mirando / y mientras soñando / cuando te vi…”.
La familia de Heleno, a través de su sobrina Mariela Espinosa, informó que la muerte sucedió este lunes 16 de septiembre a la tarde.
Heleno fue, dentro del panteón de los cantantes de baladas románticas argentinas, casi un misterio. Elevado a la bien merecida categoría de cantante de culto, creció entre Floresta y Villa Luro. Había nacido en el mes de diciembre de 1941 y desde niño le atraía mucho el fútbol. Dicen incluso que la movía bastante bien en los potreros de la zona y que tenía olfato de gol. Pero un día se cruzó en su vida una guitarra y una melodía del cantante estadounidense Ricky Nelson. Miguel ahora quería cantar.
Fueron años de fatigar clubes como el Brisas del Sud, de Parque Avellaneda, o José Hernández de Mataderos. Cantaba acá y allá bajo el poco feliz nombre de Darío Coty.
Un perfil escrito por el periodista Eduardo Barone para Clarín, da a entender que algo le faltaba al joven baladista. Y eso era un golpe de suerte. Casi diez años tuvieron que pasar hasta que una noche la fortuna se dio cita en un bar del centro. Cantando solito con su guitarra acertaron a escucharlo unos periodistas que de casualidad habían pasado por el lugar. Entre ellos estaba Leo Vanés, famoso cronista de espectáculos y chimentos que tenía ciertas conexiones con las casas discográficas.
Los periodistas quedaron encantados con esa voz atercio(pelada) y se ofrecieron a concertarle una entrevista con un directivo de la compañía RCA. Misma discográfica donde por entonces grababan sus discos artistas como Palito Ortega, Donald, el dúo Bárbara y Dick o Los Iracundos.
En aquella época el responsable de artistas y repertorio (conocido como A&R) de cualquier compañía solía arrogarse el derecho a reformar y hasta transformar a los artistas noveles, en esa gran fábrica de ídolos que era la industria de la música en las décadas del ‘60 y ‘70. Esto podía incluir no solamente cambios en el tipo de repertorio a grabar, sino además modificar a gusto la imagen personal y hasta el nombre artístico del susodicho.
De esa manera, Miguel Ángel Espinosa abandonó a Darío Coty y pasó a ser Heleno. Así, de la noche a la mañana. ¿Pero por qué Heleno? El directivo, al parecer, era admirador de la cultura griega sus mitos. Uno de ellos se hablaba de Héleno (así, con acento en la e), un príncipe troyano hijo del rey Príamo y de la reina Hécuba. Pero además del nombre de fantasía, el artista debía llamar la atención con algo más.
Aquí viene el asunto del pelo. Por esos días, Hollywood había puesto de moda desde unos años antes a un actor ruso que había trabajado como acróbata en su Rusia natal, antes de escapar con su madre hacia China. Yulli Borisovich Briner llegó a Nueva York en 1940, cambió su nombre por el de Yul Brynner y se hizo famoso rodando películas de acción. Una de ellas, Los siete magníficos (1960), le consiguió fama mundial. Las mujeres suspiraban por él, que desafiaba absolutamente el arquetipo de actor americano en base a una mirada incisiva y una calvicie absoluta.
Si Luca Prodan tenía que andar diciendo, en los ‘80, por qué se había pelado, imaginen a Heleno, “la rodilla que canta”. Ninguna rubia tarada lo hubiera comprendido. ¿Podía un artista calvo ser popular en plena década del 70?
Su repentina fama se la debió al tema La chica de la boutique. Fue básicamente eso, un one hit wonder (dícese del grupo o cantante de un solo éxito). A pesar del empuje dado por esta canción, se ve que Heleno no tuvo la suerte de tener otro tema que alcanzara el mismo éxito.
No se sabe qué pasó con ese hit ni dónde estaba la fórmula de su popularidad: en los primeros dos meses de publicado el disco, en 1971, vendió 400.000 copias solamente en la Argentina.
La compañía discográfica hacía números: medio medio millón de ventas de una sola canción. En la RCA descorchaban champán. Le armaron una primera gira nacional y fue todo un éxito. A través de los años, Heleno obtuvo nueve Discos de Oro. Varias de sus canciones fueron grabadas en portugués, como para intentar la conquista del mercado brasileño, en francés y hasta en alemán.
En 1973 visitó 13 países americanos, incluidos Brasil y los Estados Unidos, recibiendo el aplauso de los públicos más diversos, además de invitaciones para volver a presentarse en festivales y conciertos.
En las entrevistas que le hacían se supo que tenía dos hijos y que su deporte preferido eran la gimnasia con pesas y la defensa personal. ¿Hobby? “Palabras cruzadas”. Jamás fumó, no bebía y tomaba jugo de naranja recién exprimido.
En 2012 sufrió un accidente cerebro vascular y fue internado en la clínica Delta, de Rosario. Acompañado por un pequeño grupo de amigos y de sus seres queridos, el artista logró sobreponerse casi milagrosamente, pero ya no volvería a actuar. Pasó unos años recluido en su casa. Días atrás tuvo un nuevo ACV.
Con información de Clarín
