La imaginación masculina para lograr mejores posiciones y, en consecuencia, mayor placer, es un terreno ilimitados de la mente humana, llegando a veces a intentar riesgosas contorsiones sin garantías de que dichas acrobacias arriben a buen puerto. Sin embargo, a veces, solo basta un pequeño giro o movimiento leve para lograr mejores orgasmos en posiciones clásicas.
En este caso vamos a hablar de dos posturas conocidas que con pequeños trucos mejoran considerablemente.
La primera es en la cama, o tal vez un sillón, pero sí o sí debe ser un lugar blando para que la persona que va a ser penetrada se recueste boca abajo sobre el borde, dejando caer el torso hacia el piso, de modo tal que las caderas y parte inferior queden sobre la cama o sillón. “Aquí sí lo recomendable es que sea una cama porque la mesa se te va a estar encajando (en los huesos de la cadera) y no te cuento lo que duele” comienza diciendo Elsy Reyes, sexóloga clínica y educadora mexicana, en su canal de Youtube.
La idea aquí es que la mujer que está acostada reciba la fricción de la punta del pene sobre la zona G, mientras que el varón sienta a la vez mayor presión en su zona genital. “La persona que va a penetrar obviamente va a intentar, que su pene dé para abajo”, para lograr esto, agrega Reyes “puedo colocar almohadas debajo de la pelvis de la mujer o elevarla con las manos” para que de esa forma el roce hacia la zona erógena femenina sea intenso.
El truco para que el hombre también tenga una sensación más fuerte es apretar las piernas: “La persona que va a ser penetrada y el que va a penetrar también peguen muy bien las piernitas para que el ángulo sea mucho más pequeño”, agrega Elsy Reyes. De este modo se obtiene una penetración mucho más profunda.
Además, la educadora sexual asegura que la estimulación clitoriana puede hacerse perfectamente aún en esta postura “Yo sé que me vas a decir ‘¿y el clítoris? A mí si no me estimula en el clítoris, yo no llego al orgasmo”. En este caso, Reyes sugiere que sea la misma mujer quien se estimule con sus manos, y recomienda “No des giros directamente sobre el clítoris, sino trata de estimularlo sobre tus propios labios mayores, o sea, solamente haciendo presión y vas a encontrar que tu clítoris también se estimula indirectamente”.
Piernas cruzadas
La segunda postura recomendada es un clásico en la cocina. En este caso la mujer se acuesta boca arriba sobre una mesa pero en lugar de colocar las piernas sobre los hombros del varón, pone las piernas sobre su propio torso y las cruza. Si, es cierto que no es tan fácil, pero tampoco es imposible, y la práctica hace al maestro.
La idea de que la mujer o persona que va a ser penetrada ser recueste sobre una mesa es, según la educadora mexicana “para que entonces haya mucho mayor dirección del pene”, además asegura que “es muy importante que las piernas queden perfectamente pegadas al pecho y cruzarlas”.
Aunque esta postura puede resultar rara al principio, el motivo por el cual se deben cruzar las piernas es “porque vamos a reducir la sensación de la entrada de la vagina, el ángulo va a ser más chiquitito”, con lo cual la sensación para el hombre va a ser mucho más intensa a lo largo de todo su pene. “Muy importante, hay que lubricar muy bien porque obviamente al estar más cerraditas, no hay suficiente lubricación”, advierte Reyes.
Si bien ser un poquito incómodo, el truco es no levantar la pelvis, “No vas a elevar las nalgas y la persona que esté penetrando no me la tomes de las nalguitas y me la eleves porque lo importante es que tu pene dé hacia la zona G, es decir, la pared anterior de la vagina que es la más sensible de toda la cavidad vaginal, entonces en esta ocasión en esta postura vas a dejar que caiga ligeramente tu pelvis, como si fueras a dejar caer un poquito tus nalgas hacia el vacío para que el pene vaya hacia esta pared que es la poderosa”, concluye Reyes.
El punto G
El punto G, cuyo nombre es un homenaje a su descubridor, el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg, es un área situada detrás del pubis y alrededor de la uretra, en la cara anterior de la vagina. Se trata de un área erógena que, al ser estimulada, lleva a la mujer a una fuerte excitación sexual, provocando orgasmos intensos y, en algunos casos, eyaculación femenina.
Increíblemente, aunque el punto G ha sido estudiado desde 1940, persiste el desacuerdo en cuanto a su existencia como una estructura orgánica distinguible. Los estudios que aseguran haber hallado evidencia tisular del punto G son poco representativos; por ejemplo, un estudio concluye en su existencia a partir de una muestra de 20 mujeres, con criterios de selección subjetivos, como la experiencia o no de orgasmo vaginal. El propio estudio que sirvió para definir el punto G es un estudio de caso único. Un estudio británico realizado en 2009 concluyó que su existencia no está comprobada, es subjetiva y basada en cuestionarios y experiencias personales.
A algunos sexólogos e investigadores les preocupa que las mujeres puedan creer que son disfuncionales si no localizan su punto G, y hacen hincapié en que lo normal es no experimentarlo.
Esta columna se reserva la opinión acerca de los sexólogos e investigadores varones que arriban a conclusiones “científicas” acerca de las sensaciones físicas femeninas en detrimento de las mismas para justificar las insuficientes cualidades y aptitudes amatorias de su género.