Pese a ser muy joven, Mar Vílchez Aruani (33 años) es una figura reconocida en los ambientes teatrales mendocinos. Ha escrito y dirigido varias obras (como Mariquita, Néctar y Blasfemia), ha participado como actriz en otras (como En el umbral de mi mirada o Textos en tránsito) e, incluso, ha hecho el diseño de luces en obras como La persistencia de los grillos. Este año, un jurado compuesto por Mau Funes, Daniel Fermani y Diego Quiroga le otorgó el Premio Vendimia de la categoría Dramaturgia a su obra Nada se rompe como un corazón. Charlamos esta semana con la dramaturga, dentro de la serie de entrevistas a los ganadores del Certamen Vendimia 2024.
—¿Qué expectativas te crea el haber obtenido este premio?
—Que va a existir un libro, la publicación. Es lo que más me alegra y entusiasma porque, para quienes escribimos de manera independiente y que no somos artistas conocidos, la posibilidad de acceder a una publicación es prácticamente nula, muy difícil. El circuito editorial es inaccesible.
—¿Y qué nos podés anticipar sobre Nada se rompe como un corazón, la obra con la que ganaste?
—Es la historia de dos amigas, varadas en la ruta en el medio del desierto. Se han dado a la fuga y el porqué se va revelando a medida que avanza la trama. A las dos amigas se les va haciendo de noche en la ruta y les entra la desesperación emocional a la vez que se van quedando sin agua. La idea de esa espera tiene mucho que ver con estar ahí, detenidas en el medio del desierto, del calor y de la desesperación de la sed. El desierto, donde están varadas, viene a traer este paisaje nuestro en el que vivimos, y tiene que ver con lo emocional de los personajes, a la vez que funciona casi como un tercer personaje. Para mí, al menos, esta obra es la que más me ha gustado escribir. Porque hay una intención desde la reconstrucción del lenguaje cotidiano, del habla coloquial de los personajes, y a través de ese elemento está contado el vínculo. Y, a su vez, este lenguaje tan cotidiano está cruzado por algunos elementos muy poéticos. Hay fragmentos del texto que son poesía, que es otra cosa que yo escribo, entonces como que un poco está traída la poesía a este mundo de la dramaturgia, una cosa que probé por primera vez.
—Y de los dos formatos, la poesía y el teatro, ¿cuál es el que más te tira?
—A mí lo que más me gusta es el cruce de lenguajes. Vengo del teatro, hago teatro hace muchos años. Hago varias cosas dentro del mundo al teatro: actúo, dirijo y trabajo como técnica de luces… Y creo me pasa muy parecido con la escritura. No podría decirte que me gusta más un lenguaje que el otro, porque lo que más me fascina es el cruce entre los lenguajes, probar qué pasa cuando estos lenguajes se tocan.
—Al principio dijiste algo sobre lo difícil que resulta para los autores entrar en el circuito editorial. ¿Cómo ves la situación de la cultura en Mendoza?
—En el mundo del teatro probablemente este es el peor año. Los recursos disponibles para quienes trabajamos son prácticamente nulos. Hay escasez de salas y sostener un espacio en el que se pueda hacer teatro es prácticamente imposible. El organismo nacional destinado a promover el teatro a nivel federal, que es el Instituto Nacional del Teatro, está completamente desfinanciado. Hay un montón de programas, de becas de formación, de programas de circulación de obras y demás, que ya no existen. Todo esto combinado con el panorama particular de la provincia que es malo. Mendoza en estos momentos está destinando muy pocos recursos a la creación. Sin embargo, el teatro es una forma artística absolutamente resiliente y creativa, y siempre en los momentos de crisis se las arregla para seguir existiendo. Entonces hay un fenómeno que es que, como no hay salas, la gente está haciendo obras de teatro en sus casas. Hay casas que se convierten en centros culturales y la gente va y ve una función y eso en términos de creación teatral es superinteresante, porque de repente te encontrás con una obra que tiene mucho que ver con el espacio no convencional en el que sucede. Es la forma de seguir haciendo teatro a pesar de no tener recursos.
Fragmento de la obra
Un fragmento de Nada se rompe como un corazón, de Mar Vílchez Aruani.
(...)
BETO tironea con fuerza la ropa de THELMA, que parece clavada al piso. El viento zonda arrasa con todo.
Se les vuela el pelo, la ropa.
El ambiente está cargadísimo de tierra.
El ruido del viento es ensordecedor.
BETHO: ¡Thelma! ¡Dale, Thelma, dale! ¡Movete, pues!
THELMA: No puedo, no puedo.
BETO: ¡No se puede estar más acá, Bebé!
THELMA: No puedo.
BETO: ¡Dale, mami! ¡No se puede ni estar!
THELMA: Beto, pará.
BETO: ¡¿Qué?!
THELMA: Pará. Te digo que no puedo. Pará.
THELMA se arrodilla en el piso. Se cubre la cara con las manos. BETO se arrodilla frente a ella y la protege con su cuerpo.
Se llenan de tierra.
(...)