Los improperios, las amenazas y el miedo

La agresividad parece ser el común denominador de las relaciones humanas, y ella suele expresarse en estas formas de manifestación. ¿Cuál es el vocabulario a través del cual se expresan?

Los improperios, las amenazas y el miedo
Los improperios, amenazas y miedos representan la agresividad humana.

La agresividad parece ser el común denominador en las relaciones humanas; ella suele expresarse con improperios y, otras veces, con amenazas; la reacción, por parte de quien recibe unos y otras, suele exteriorizarse con miedo. ¿Cuál es el vocabulario de estas formas de manifestación humana?

¿Qué se entiende por ‘improperio’? Es una “injuria grave de palabra, especialmente la que se emplea para echar en cara algo a alguien”: “En su discurso, profirió algunos improperios muy ofensivos”. Su valor significativo proviene de la voz latina “improperare”, cuyo significado era “reprochar”. Algunos sinónimos pueden ser ‘injuria’, ‘insulto’, ‘afrenta’, ‘baldón’, ‘denostación’; la ‘injuria’ es también un agravio, un ultraje de obra o de palabra; etimológicamente, se explica por la unión del prefijo negativo “in-” y el étimo “ius, iuris” (derecho), lo que configura su sentido de “acto que no se atiene a derecho”: “Te ha descalificado con injurias inesperadas”. Por su parte, un ‘insulto’ es una ofensa a alguien a quien se provoca e irrita con palabras o acciones; su etimología nos remonta a la unión del prefijo ‘in-’, con el valor de “contra” y el étimo “saltus”, que da idea de agresión, por lo cual un insulto es un asalto contra otra persona: “Se retiró del lugar, humillado por los insultos”. También, una ‘afrenta’ implica la vergüenza y el deshonor que resultan de un dicho o hecho; según el Diccionario panhispánico del español jurídico, una ‘afrenta’ es el “hecho o insulto que atenta contra la dignidad de una persona”: “Esas palabras constituyeron una afrenta para Luis”. ¿Y qué se entiende por ‘baldón’? El término, derivado del francés antiguo “bandon”, tiene el valor de “estigma”, “palabra ofensiva”, “oprobio”: “No pudo resistir los baldones que cayeron sobre él”. Por su parte, ‘denostación’ o ‘denuesto’ constituye una injuria grave, de palabra o por escrito: “Se alejó, ofendido por los denuestos recibidos”.

Antes de ofender a alguien con una de estas formas de improperio, suelen hacerse ‘amenazas’: ¿qué concepto encierra este vocablo? El sustantivo y su correspondiente verbo ‘amenazar’ encierran la idea de “dar a entender, con actos o palabras, que se quiere hacer algún mal a alguien”: “Levantó su mano con gesto hostil y amenazó a los presentes”. El vocablo se presentaba en los términos latinos “minacia” y “minari”, con el mismo valor actual. Se lo equipara a ‘intimidar’ como equivalentes a “inhibir, infundir miedo”; si se lo toma como ‘intimidarse’, será “empezar a sentir miedo”: “Sus términos tan violentos me intimidaron”. Otra posibilidad de amenaza se encierra en ‘conminar’, que comparte el étimo ‘minari’ y que significa, entonces, “exigir a alguien que haga algo, bajo amenaza de castigo”: “Lo conminó a que se fuera inmediatamente del lugar”. Siempre hay una relación asimétrica de poder entre conminante y conminado; ‘conminar’ se construye con las preposiciones ‘a’ (destinada a la persona) y ‘para/a’ (que precede a la acción a la que se obliga). Otra alternativa la constituye ‘amedrentar/amedrantar’, que se definen como “infundir miedo, atemorizar”: “Nos amedrentó con medidas muy duras”.

Absolutamente coloquial, resulta el verbo ‘boletear’, que se define como “coaccionar a alguien mediante un mensaje por escrito”; el Diccionario de americanismos incluye la locución ‘ser boleta’ y nos dice que para la Argentina es sinónimo de “estar alguien amenazado de morir asesinado”: “Si hablaban, serían boleta”.

Más suave resulta el verbo ‘advertir’, ya que su valor significativo es “avisar con amenazas”: “Le advertí que, si volvía a extralimitarse, tendría problemas”. Algo similar ocurre con el verbo ‘amonestar’, que tiene el carácter de prevención, pues significa “hacer presente algo para que se considere, procure o evite”; por ello, también se lo hace sinónimo de “aconsejar”: Lo amonestaron para evitar males mayores. En este sentido, las ‘amonestaciones’ son definidas como la notificación pública que se hace en la iglesia, de los nombres de quienes se van a casar u ordenar, a fin de que, si alguien sabe algún impedimento, lo denuncie. Este sustantivo va en plural, precedido de los verbos ‘correr, publicar, leer’: “Supe de ese casamiento porque ya corrieron las amonestaciones en el pórtico de la basílica”.

Pueden usarse asimismo el verbo ‘amagar’ y los sustantivos ‘amago/amague’ pues ellos dan la idea de amenaza a alguien con algún mal: “Amagó con golpear a su contrincante”. Mayor fuerza expresiva posee ‘coaccionar’ ya que ejercer coacción implica hacer “fuerza o violencia para obligar a alguien a que diga o ejecute algo”: “Lo ha coaccionado para que dijera la verdad”. Sucede lo mismo con ‘apremiar’, verbo que conlleva la idea de obligación, pues se define como “compeler u obligar a alguien, con mandamiento de autoridad, a que haga algo”: “Está muy asustado porque lo han apremiado desde la comuna”.

Los improperios y las amenazas han logrado el efecto deseado: el ‘miedo’ en quienes los recepcionan, pues experimentan angustia por el riesgo o daño, sea este real o imaginario: “No pudo disimular el miedo que le provocó semejante amenaza”. Sinónimos de este sentimiento son muchos, con una gradación en cuanto a su intensidad; registramos algunos: ‘temor’ es solo el recelo por un daño futuro; en cambio, tanto ‘espanto’, como ‘pánico’, ‘pavor’, ‘terror’ y ‘horror’ dan idea de un miedo muy intenso, acompañados de consternación y asombro: “Después de semejantes advertencias, nos invadió un miedo creciente que, en unos instantes, se volvió pavor y pánico.

El diccionario académico nos sorprende con la inclusión de ‘mieditis, término del que nos dice que posee uso coloquial, hasta infantil, que es sinónimo de ‘miedo’; también con valor coloquial y circunscripto a pocos países, nos da el término ‘canillera’, del que nos informa que es el “temblor de piernas, originado por el miedo u otra causa”. Además, en nuestro país, el susto o miedo puede nombrarse como ‘julepe’, ‘cerote’ (angustia por un riesgo) y los vocablos del caló ‘canguelo’ y ‘canguís’ considerados equivalentes a ‘miedo, temor’.

Dejo al lector la consideración de dos refranes: “Quien mucho amenaza, el miedo tiene en casa” y “Al que mal vive, el miedo le sigue”.

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