Los 60 años de Mafalda: Los inicios del personaje y la primera entrevista de Quino con Los Andes

Hoy se cumplen seis décadas de la primera publicación de la tira en Primera Plana. Cómo describía Los Andes a Mafalda, en la primera entrevista que le hizo a Quino, en 1966.

Los 60 años de Mafalda: Los inicios del personaje y la primera entrevista de Quino con Los Andes

Las fechas se entremezclan en el confuso nacimiento de Mafalda: ¿La pequeña niña sabia nació en 1963, cuando fue concebida como un pedido para la línea de electrodomésticos “Mansfield” (de la empresa Siam Di Tella)? ¿O cuando se publicó en el suplemento humorístico de la revista Leoplán, a principios de 1964...?

No: Para Quino, su padre, Mafalda nació un día como hoy, pero hace 60 años. El 29 de septiembre de 1964, cuando la tira vio la luz en la revista Primera Plana. Cada semana, el mendocino daba a conocer dos historietas protagonizadas por una niña melenuda e irónica que, en tiempo récord, se ganaría el corazón de los argentinos y del mundo.

Quiso la casualidad también que un día después, el 30 de septiembre, pero de 2020, el genial historietista falleciera en nuestra provincia, a los 88 años.

¿Por qué el éxito? “Mafalda no es solamente un personaje de historieta más; es, sin duda, el personaje de los años setenta. Si para definirla se utilizó el adjetivo ‘contestataria’, no es sólo para alinearla en la moda del anticonformismo. Mafalda es una verdadera heroína ‘rebelde’, que rechaza el mundo tal cual es”, escribió con su lucidez Umberto Eco, notable “fan” de Mafalda.

De Argentina al mundo

Pero ninguna explicación erudita puede reemplazar ese cariño de la primera lectura de Mafalda: la de los niños que aprendieron a ver el mundo a través de sus preguntas incómodas, como la de los mismos padres que no sabían cómo responderlas.

El éxito fue colosal, y podemos imaginar a ese Quino treintañero, detrás de sus gruesos anteojos y su disimulada timidez, sorprendiéndose por cómo su personaje tomaba vida propia: en 1966, Daniel Divinsky, de Ediciones de la Flor, publicó las primeras 140 tiras. Esperaba vender los 3000 ejemplares en dos meses, y lo hizo en dos días. Así también nacía el fenómeno editorial que sigue hasta hoy.

Quino posa junto a una escultura de Mafalda
Quino posa junto a una escultura de Mafalda

Pero la tira se iba a extender por el mundo y una de las primeras traducciones fue al italiano. Décadas después el propio Eco, un fanático de las historietas, prologaría la primera edición completa de la tira. En 1970 ya la habían conocido en Alemania, Portugal, Finlandia, España. En 1972 ya hablaba en francés, y luego en japonés, griego y hasta gallego. ¿En inglés? Tardó: su antibelicismo incomodaba demasiado en tiempos de la Guerra de Vietnam.

Y, por supuesto, Mafalda era un éxito en el resto de Latinoamérica. Para 1970, si bien Mafalda ya se publicaba por toda la región, él casi no salía de viaje. Un año después, en 1971, desembarcando de un Boeing de Aerolíneas Argentinas en Mendoza, se avergonzaba frente al cronista de diario Los Andes: “¡Es una vergüenza! Tengo casi 40 años, soy mendocino y no conocía Chile”, decía en la edición del 20 de mayo de 1971.

“¿Es rentable, Quino, la profesión de dibujante de tiras cómicas?”, le preguntábamos. Y la respuesta fue contundente: “Al nivel que lo hago yo, sí. Me rompo el alma trabajando”. “¿Viaja mucho?” “No, porque adelantar el trabajo me cuesta bastante”, lamentaba.

Y era muy cierto. Ya para 1965, Mafalda había pasado a publicarse en El Mundo, uno de los diarios de mayor circulación en el país, y las entregas eran diarias. Para que las ideas no se acabaran hubo que salir del esquema de pregunta - respuesta con los padres para expandir el mundo de esa niña: aparecieron así Felipe, Manolito, Susanita y Guille (en ese orden).

Pero no solo eso. La tira ya había empezado a ser vista como una ocurrente representación de la propia sociedad argentina, y era difícil estar a la altura de lo que la gente esperaba de él. ¿Cómo es posible ser un genio todos los días del año? Solo a costa de un esfuerzo colosal.

Ya para 1973, Quino estaba sumamente agotado. Dicen que se levantaba a las 8 de la mañana y se pasaba todo el día buscando ideas. Descartaba muchas, y los bocetos arrugados iban a parar al tacho de basura. A las 17 se decidía por una y dibujaba hasta las 9 de la noche. Y así día tras día.

A contramano del éxito que no paraba de aumentar, las ideas se iban acabando. Y antes de que la tira se degenerase en repeticiones o se convirtiese en un superfluo chiste gráfico, Quino decidió poner punto final, el 25 de junio de 1973, en el semanario Siete Días Ilustrados. A nosotros nos da pena que Mafalda no haya vivido ni diez años, aunque la decisión de Quino fue de una dignidad ejemplar.

La primera entrevista de Quino con Los Andes

El 7 de febrero de 1966, un Quino de 33 años pasó por Mendoza y visitó Los Andes, un medio con el que ya había tenido relación de adolescente, puesto que a los 17 años había creado un personaje llamado Sedalinda, que salía como publicidad de una empresa en este diario.

De ese primer encuentro tenemos, también, la primera descripción de Mafalda hecha por Los Andes: “Hace ya varios años, los lectores de revistas chocaron con unas tirillas cómicas de características bien diferentes a las usadas hasta entonces: los personajes, dibujados con trazos simples, esquemáticamente, no hablaban; las situaciones se imponían por sí mismas y el humor, acaso un poco intelectualizado, se abría paso luego de mirarlas varias veces. Allí radicaba su mérito mayor: los chistes hacían pensar, obligaban a agudizar la observación, establecían una suerte de complicidad entre el autor y el observador”.

Quino en diario Los Andes, en 1966. Foto: Archivo DLA.
Quino en diario Los Andes, en 1966. Foto: Archivo DLA.

Sobre cómo se inspiró para crear el personaje, decía: “La chiquilla precoz y aguda, cuyas respuestas hunden a sus padres en un terreno resbaladizo y a menudo inexplicable, ¿fue creada porque sí o hay algo detrás de ella? Quino titubea: La idea fue inspirada en los niños modernos ‘que nada tienen que ver con nuestra generación’. Luego, pausadamente, explica: ‘Lo que me aterra es que han nacido con la espada de Damocles de la guerra nuclear sobre su cabeza; no son conscientes, pero están rodeados de esa realidad. La vida fue muy diferente para nosotros: jamás se me ocurrió que el mundo pudiera saltar en pedazos. Pero tienen una imagen de las cosas muy distinta a la nuestra: tal vez sea amarga”.

Sobre su estilo, reflexionaba: “Quino practica un humorismo vital, si por vital se entiende una alegría sana y humana, despojada de los lugares y de los recursos comunes. Cosa poco frecuente, no utilizó chistes de mal gusto ni de sentido procaz; hundió su lápiz, en cambio, en otros temas más cercanos a nosotros y menos complicados. Le recordamos la frase de Stanley Kubrick (’¿No es cierto que las cosas más atrozmente realistas suelen ser también las más divertidas?’), ríe francamente y responde: ‘Me doy cuenta que muchas veces mis historietas no son graciosas; no me he definido aún entre si debo hacer reír o expresar cosas que tengan un fondo: no sé qué lado hacer pesar más’”.

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