Lo dejó en el tintero

La del título es una de las maneras para referirse a un olvido. La expresión es difícil de entender para las nuevas generaciones, dado que hace referencia a un modo de escritura más propio del pasado.

Lo dejó en el tintero
Tintero.

El joven mira a su abuelo con mirada interrogativa: ha escuchado a alguien usar la expresión “había dejado eso en el tintero”. No puedo entender el significado de esta forma porque no sabe qué se entiende por ‘tintero’ y, por consiguiente, carece de explicación la locución en que dicho término aparece. Lo busca en el diccionario, pero tampoco le sirve la definición del vocablo porque no es posible reconstruir el contexto en que la palabra se usaba: “Recipiente en que se pone la tinta de escribir”. No se puede imaginar que la tinta no venga ya cargada en el elemento que empleamos para poner algo por escrito. Entonces, de manera inteligente, busca en la misma entrada la locución coloquial “dejar / dejarse algo alguien en el tintero” y le satisface la sustitución de ella por “olvidarlo, omitirlo”. Además, se añade que puede también decirse ‘quedársele a alguien algo en el tintero’.

Si nos centramos en la idea del olvido, indagaremos de qué modo puede señalarse este concepto.

El olvido

Encontramos, en primer lugar, el vocablo ‘olvidar’, que posee varias acepciones: “Dejar de retener en la mente algo o a alguien”, como en “He olvidado su apellido”; también, “dejar de tener en cuenta algo”; así, en “Ya olvida esas palabras tan ofensivas”.

Otras veces, ‘olvidar’ es “dejar de hacer algo por descuido” y “dejar algo o a alguien, por descuido, en un lugar”: “Olvidé pagar esa factura” y “Dejó olvidado el recibo sobre la mesa”.

También, puede este verbo señalar que se deja de tener afecto o estima por algo o alguien: “En tan poco tiempo, lo olvidó”.

Si se usa ‘olvidar’ como pronominal, lleva a su lado una construcción con la preposición ‘de’; toma entonces el valor de “perder de la memoria, de la consideración o de la estima”: “Me olvido de tantos detalles”.

Existe, en relación con este tema, el verbo ‘trascordarse’, definido académicamente como “perder la noticia puntual de algo, por olvido o por confusión con otra cosa”, “perder la memoria” y “olvidar la importancia o perder la pista o conciencia de algo, dejar de tenerlo presente, por enfocar la atención en otras cosas”: “Confundido, en su discurso, trascordó nociones básicas”.

Se trata de un verbo pronominal, que se conjuga como ‘contar’; por consiguiente, se dice “yo me trascuerdo” y “que ellos se trascuerden”. No se considera correcto escribir *’transcordarse’.

Coloquialmente, el olvido puede también señalarse con la locución verbal ‘haber perdido los memoriales’. Un ‘memorial’ es definido de tres maneras: “libro o cuaderno en que se apunta o anota algo para un fin”, “papel o escrito en que se pide una merced o gracia, alegando los motivos en que se funda la solicitud” y “boletín o publicación oficial de algunas colectividades”.

Tomando en cuenta cualquiera de estas definiciones, la locución que indicamos va a significar “haber perdido la memoria de algo y no saber dar razón de ello”: “El funcionario irresponsable pareció haber perdido los memoriales y no pudo explicar el destino de los fondos”.

Lo que no hay que preterir

Un verbo poco escuchado en relación con el olvido es ‘preterir’: de etimología latina, su origen es la preposición “praeter” (adelante) e “ire” (ir, pasar), esto es, “pasar por alto, omitir, hacer caso omiso de alguien o de algo”; en el ámbito del derecho, se aplica para indicar que se “omite, en la institución de herederos, a los que son forzosos, sin desheredarlos expresamente en el testamento”.

Se trata de un verbo defectivo, que se conjuga como ‘pedir’, y que solamente aparece en las formas verbales cuya desinencia comienza con ‘i’, como, por ejemplo, ‘pretería’ y ‘preterimos’.

Según el Diccionario panhispánico de dudas, se utiliza casi exclusivamente en el infinitivo ‘preterir’ y en el participio ‘preterido’: “Es triste ver cómo permanecen preteridos personajes que alguna vez fueron ilustres”.

Muchas veces escuchamos decir que ‘se echó tierra a un asunto’: al ir al diccionario académico, bajo la entrada ‘tierra’, encontramos la locución ‘echar tierra a algo’, con la explicación de “ocultarlo, hacer que se olvide y que no se hable más de ello”: “Estaba desalentada porque ya no se habló más del tema, como si se hubieran puesto de acuerdo en echarle tierra”.

Cuando a alguien le falta la memoria, se dice de él que es ‘desmemoriado’: este adjetivo es el participio de ‘desmemoriarse’, verbo pronominal totalmente regular, que se conjuga como ‘anunciar’: ‘yo me desmemorio’. El valor significativo es “olvidarse, no acordarse”; también, dicho de una persona “faltarle la memoria, perderla”.

En este sentido, también con el prefijo negativo ‘des-’, se da el verbo ‘desacordar’, que posee, entre sus acepciones, la de “olvidarse, perder la memoria y acuerdo de las cosas”: “Él finge olvido y, aparentemente, se desacuerda de aquello que no le resulta conveniente”.

Suele escucharse, como una exhortación, la forma ‘olvídalo’, ‘olvídese’ y ‘olvidate’ (sin tilde, como forma voseante): ellas se toman como expresiones coloquiales para indicar a una persona que debe perder toda esperanza de algo y no insistir sobre ello: “Me dijo claramente ‘olvídese’, en relación con ese reclamo de vieja data”.

Nos ha parecido adecuado traer a colación el refrán “Lo olvidado, ni agradecido ni pagado”, incluido en el Refranero multilingüe del Centro Virtual Cervantes. Esta paremia se dice cuando se advierte que es imposible recuperar algo prestado pues el tiempo provoca que haya caído en el olvido el favor recibido.

Resulta bello cerrar la nota con algunos versos del poeta español Luis Cernuda, en su poema titulado Donde habite el olvido:

“Donde habite el olvido

en los vastos jardines sin aurora;

donde yo solo sea

memoria de una piedra sepultada entre ortigas

sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

[…] Donde penas y dichas no sean más que nombres,

cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo,

donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo;

disuelto en niebla,

ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos,

donde habite el olvido”.

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