Silvestre Revueltas nació el último día del siglo XIX, como si hubiera estado destinado a engendrar algo nuevo. Pero su prematura muerte a la edad de 40 años (víctima de la neumonía, del alcoholismo y de una débil salud mental), truncó una de las vertientes más prometedoras de la música latinoamericana. De hecho, es la más singular, la que no dejó imitadores. “Compositor único, raro, inubicable, incómodo y genial”, lo definió el periodista Diego Fischerman en “Escrito sobre música” (Paidós, 2005).
“La noche de los mayas”, que este viernes 29 de septiembre se escuchará por primera vez en Mendoza, es una de las piezas más exigentes de la música mexicana y, por qué no, de Latinoamérica en general. Y la Sinfónica de la UNCuyo es la que asume el reto de ejecutar la partitura, bajo la experimentada batuta de Rodolfo Saglimbeni, un director que no solamente conoce bien a Revueltas, sino también a esta orquesta, que dirigió de 2015 a 2021. El Concierto n°5 “de Helsinki” para guitarra y orquesta, de Leo Brouwer, completa el programa, con Nahuel Romero como solista. La cita es a las 20.30 en la Nave UNCuyo, con entradas en www.entradaweb.com.ar.
Si la obra de Revueltas se pareciera a su nombre, sintetizando selva y revolución, “La noche de los mayas” sería la expresión perfecta. La versión más difundida se trata de una suite en cuatro movimientos, a la que José Ives Limantour le dio forma en 1960 en base al material escrito por Revueltas para la película homónima de 1939. Y es justo que una partitura así de sublime, juguetona, contemplativa y frenética (en tal orden es el tono de cada movimiento) no quedara olvidada, al igual que una película que, según consenso de los expertos, mucho valor no tenía.
Antes que Limantour, Paul Hindemith (quien en 1954 visitó durante dos meses nuestra provincia y protagonizó uno de los hitos de nuestra historia musical) cayó hechizado por esta música. Fascinado, arregló en dos movimientos la ebullición de percusiones, la franqueza melódica, el espíritu popular de esta obra, que nos sumerge en una dramática ensoñación yucateca. La película trata de amores no correspondidos, conquistadores, sacrificios humanos, magia y suicidios, así que imagínense la música compuesta para la ocasión.
Por su dificultad, además, no es común encontrarse con piezas así en Mendoza. Probablemente la análoga más cercana a “La noche de los mayas” sea una obra anterior que, curiosamente, también es en algunos sentidos una antecesora: “La consagración de la primavera”, de Ígor Stravinsky. Por momentos, ambas se acercan en el carácter ritual, en la fuerza telúrica del ritmo como orden y del montaje como principio constructivo. Algunos directores, de hecho, las ofrecen en doblete, para locura de la audiencia (y de los músicos afectados también).
En todo caso, lo de Revueltas es una relectura que imprime, ante todo, el ser mexicano. Rechazó el nacionalismo ingenuo que reinaba en la academia de por entonces y bien intuyó (como destacaba Alessandro Baricco de Mahler y Puccini) que la modernidad estaba en una nueva forma de espectáculo de masas. ¿Será por eso que sus obras maestras hay que ir a buscarlas a la música del cine y a la radio? En todo caso, a Diego Fischerman le corresponde haber descubierto la metáfora perfecta para decir cómo es la música de Silvestre Revueltas: es astringente, como el tequila.