Parto del concepto de “NNA” acuñado por Elsa Drucaroff, quien en “Los prisioneros de la torre; Política, relatos y jóvenes en la post dictadura” (2011), engloba bajo ese rótulo a escritores y escritoras que nacieron después de 1960 y surgieron a partir de los años 90, es decir, lo que la autora considera la “narrativa de las generaciones de post dictadura”, haciendo hincapié en la ruptura, en la discontinuidad y poniendo el acento en el contexto histórico,
Dejando de lado la historia del género “novela” en Mendoza, nos situaremos en los umbrales del siglo XXI cuando la reanudación de un concurso de novela, el de la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza, cuya primera edición fue ganada por Antonio Di Benedetto, o la inclusión del rubro “novela” en los tradicionales Premios Vendimia, que se otorgan anualmente, fomentó la producción de obras narrativas de largo aliento. Por mi parte, considero que la institución de premios literarios, si no contribuye a la producción propiamente, sí a la visibilización.
El corpus está compuesto por las siguientes obras premiadas en los certámenes de la Municipalidad de Mendoza: “Las habilidades inútiles” (2010) de Lucía Bracelis y Gabriel Dalla Torre: y “Envidia el viento a los difuntos”, de Raúl Silanes (Premio Publicación); “El basural” de Fernando Álvarez (Premio Publicación 2013 ) y “Agua dulce, agua amarga”, de Oscar Chena (2015).
Los ganadores del Premio Vendimia de Novela son los siguientes: 2012: Gabriel Vaccheli: “Agualima; la niña del eterno retorno”; 2013: Alejandro Álvarez: “Cierta noche todavía”; 2014: Gabriel Vaccheli: “Malditas mujeres en bicicleta”; 2015: Fabricio Márquez: “Lo profundo del marcito”; 2016: Valentina González: “La mujer perdida; 2017: Hernán Schillagi. “Los cuadernos de Gloria”. 2018: Juan Martín Suriani, “La casa de las tías”; 2019: Oscar Guillén: “En el horizonte de los sucesos”; 2020: Gonzalo Ruiz: “El mejor oficio del mundo”; 2021: Beatriz Di Masi: “Cardinales humanos”; 2022: Mariana Brito: “Reflejos a media luz: secretos monstruos”; 2023: José Ignacio Rojas: “Siempre mira el lado brillante de la vida”.
A estos libros se puede agregar la novela de José Nimetz: “Tú eres para mí”, que obtuvo el Premio Clarín de Novela 2018 y otras obras de destacable calidad como, por ejemplo, la de Daniel Fermani, publicada en 2023: “La rosa que engalana”.
En general podemos hablar de algunas características comunes: una cierta entonación común que se traduce en la valoración y orientación de la escritura hacia lo que se cuenta y hacia quienes leen (humor, ironía, no tomar las cosas demasiado en serio); el absurdo; ciertas “manchas temáticas” (otro término explayado por Drucaroff), ciertos procedimientos narrativos comunes entre los que destacan el subrayado infinito del artificio ficcional, en relación con el rechazo del realismo (aun lo policial se desrealiza o se literaturiza); la metatextualidad, reflexión obsesiva sobre el proceso de la escritura y la autorreferencialidad, vale decir que el “yo” del escritor se hace presente en el texto a través de referencias más o menos claras
Abarcar un conjunto de obras tan meritorias como las nombradas, es -de algún modo- imposible en este comentario, por lo que se hace necesario restringir la mirada a tres modalidades: la narrativa policial, la literatura especulativa y la que da cuenta del “giro autobiográfico” o memorialístico en boga en la literatura actual.
La narrativa policial mendocina contemporánea asume dos de las tres configuraciones canónicas de este género: adquiere, por ejemplo, la forma del policial negro, en la trilogía de Mercedes Fernández: “Grietas en el paraíso” (2016); “La marca” (2018) y “Muerte en North Park” (2021), con muchas características del “policial negro”, a las que suma, como señala Alejandro Frías, elementos que la distancian del modelo, en tanto: “Fernández hace que lo onírico (y, en consecuencia, lo psicológico) se meta de lleno en la trama a través de los sueños de Ana Reyes, lo que hace que sigamos, además de los casos en paralelo a resolver, el consciente y el inconsciente de la periodista” (https://www.alejandro-frias.com/muerte-en-north-park/).
Me interesa detenerme también en una novela más cercana a lo que se denomina “neo policial”: “Las habilidades inútiles”. Se trata de un texto “a dos voces”, ya que sus autores son Lucía Bracelis y Gabriel Dalla Torre. La estructura en sí es novedosa, ya que se van alternando los pasajes cuya focalización corresponde respectivamente a la detective (rechoncha, poco atractiva pero muy inteligente) y al asesino (encantador, atrayente, fumador empedernido de marihuana en todas sus especies y que, en la tradición, por ejemplo, de “La pesquisa” de Juan José Saer, asesina a los residentes de geriátricos. Ciertamente, la ambientación local es plenamente reconocible aunque aparezca desrealizada bajo la denominación de “Salinas” o por nombres como “Plaza Estocolmo”.
En cuanto a la “ficción especulativa”, incluimos bajo este rótulo los géneros de ficción con mayor grado de fantasía e imaginación, y, específicamente, la ciencia ficción, fantasía, terror, ficción utópica y distópica, ficción apocalíptica, y ucronía. Y en este caso, sin duda, la serie debe ser encabezada por Liliana Bodoc, cuya “Saga de los Confines”, trilogía compuesta por “Los días del venado” (2000), “Los días de la Sombra” (2002) y “Los días del fuego” (2004) cultiva la épica mágica, con notables rasgos de originalidad (una épica americana donde los héroes no responden a los estereotipos del género; las mujeres representan importantes roles a la par de los hombres; y basada en un concepto muy particular de la magia).
Otro libro interesante por cuanto representa una de las escasas manifestaciones de algo similar al realismo mágico en la narrativa mendocina es “El basural”, de Fernando Álvarez, un relato a primera vista inclasificable, por la mezcla de elementos de diversas procedencia: la historia en primer lugar, pero también lo legendario, elementos propios de la cultura popular, como las canonizaciones populares, más un realismo extremado hasta lo grotesco en la presentación de zonas marginales de Mendoza.
En cuanto al “giro memorialístico” o autobiográfico, se relaciona con la llamada autoficción o literatura del Yo que siempre ha existido, pero que en las últimas cuatro décadas se ha reinventado y abierto múltiples formas, ubicadas en las fronteras siempre movibles entre el recuerdo y el olvido, como ocurre por ejemplo en tres de las novelas de nuestro corpus: “Lo profundo del marcito”, de Fabricio Márquez, que su propio autor define como una novela de aprendizaje.
O “La casa de las tías”, de Juan Martín Suriani, para quien “La memoria está llena de tergiversaciones. Me interesaba mostrar cómo al pasado lo reconstruye cada uno. No hay nada de objetivo en la reconstrucción de la historia”. Entonces, las ancianas protagonistas de la novela no hacen nada más que hablar y recordar, en ese orden aleatorio con el que se suceden los recuerdos, los momentos de su vida personal y de la de ese pueblo imaginario que se parece mucho a Traslasierra.
Y finalmente, “Los cuadernos de Gloria”, de Hernán Schillaghi, cuyo autor es también un eximio poeta, y que incursiona a la vez en la metanovela mientras da cuenta del ser real que la inspiró, la imagen entrañable de la abuela.