“Branford Marsalis me dijo: ‘Tienes que ir a ese festival en Mendoza a tocar y a escuchar. Y acá estamos’”, dijo Paquito casi al final del excelente show que había brindado en el Teatro Plaza, el segundo luego del memorable concierto en el Independencia junto a la Orquesta Filarmónica de Mendoza. Efectivamente, había tocado y escuchado. Mucho.
Los mendocinos tuvimos el doble privilegio de disfrutar a una leyenda de la música mundial en sus dos marcadas facetas: el jazz y la música sinfónica y de cámara. De alguna manera, estas presentaciones fueron parte de la celebración por sus 70 años en la música.
Con los conciertos, las clínicas y las jam sessions, el Mendoza Sax Fest ratificó su ganado espacio de referencia como uno de los festivales de jazz más importantes del país. Y lo que hizo Paquito D’Rivera el domingo, tanto con un octeto de saxos como con el clásico formato de trío, fue una verdadera master class no sólo de jazz, sino de una amplia variedad de géneros y estéticas pasadas por el tamiz del maestro cubano.
Con un auténtico seleccionado de vientos ( Ricardo Cavalli, Gustavo Musso, Martín Pantyrer, Mariano Gamba, Emmanuel Cruz, Mauro BIanchinelli y Juan Torres) Paquito hizo una divertida versión de un chorinho de Chucho Valdés y de El Elefante y el Payaso, una compleja pieza para la que convocó a la directora Alicia Pouzo y que, según explicó, está inspirada y dedicada a Gaby, Fofó y Miliki, los famosos payasos españoles con quienes actuó de niño. A esos ídolos infantiles también los homenajeó con anécdotas y guiños musicales que lograron el eco en un público que no dudó en corear clásicos como Hola don Pepito, hola don José y La gallina turuleca. Tanto en este segmento del espectáculo como en la mayoría de los espacios entre tema y tema, con su particular simpatía caribeña y en tono stand up, D’Rivera daba detalles de la composición a tocar.
En el capítulo de trío, con la poderosa base integrada por Abel Rogantini (piano), Pablo Motta (bajo y contrabajo) y Oscar Giunta (batería), Paquito se paseó por un standard de su amado Dizzi Gillespie y una composición propia dedicada a quien siempre consideró su maestro y amigo, algo de música del Brasil (en varias ocasiones del show confesó su amor por los sonidos de ese país) con Estamos ahí, evocó a su mujer con uno de sus clásicos (To Brenda with love) y hasta le dio lugar a su particular relectura de Nocturno en la celda, de Chopin.
Y el cierre, al cabo de una larga hora y media de intensidad sostenida, no podía ser a medias: a manera de bis, el exniño prodigio salió al ruedo con una impactante versión del clásico de Charlie Bird Parker, Now’s the time, con el octeto de saxos soplando con la fuerza de diez vientos zondas. Lógicamente, nada quedó en pie.
No una, sino dos veces, Paquito dejó su sello en esta comarca y una vara muy alta que el Mendoza Sax Fest sin duda capitalizará para seguir creciendo.