La frustración y el fracaso

No siempre nuestro accionar va coronado por el éxito; podemos advertirlo en términos que aluden a estos sentimientos.

El ruso Rublev no lo puede creer: llegó a Madrid precedido de cuatro derrotas en cadena y en la final remontó ante el canadiense para consagrarse campeón. (AP)
El ruso Rublev no lo puede creer: llegó a Madrid precedido de cuatro derrotas en cadena y en la final remontó ante el canadiense para consagrarse campeón. (AP)

El vocabulario de una lengua recoge los términos que involucran todos los sentimientos humanos, tanto positivos como negativos, optimistas y pesimistas. No siempre nuestro accionar va coronado por el éxito; podemos advertirlo en la recolección de verbos, sustantivos y adjetivos que aluden a la frustración y al fracaso.

El verbo ‘frustrar’ tiene origen latino en el deponente “frustrari”, que se traducía como “engañar, hacer inútil, eludir”; a su vez, rastreamos el adverbio de modo “frustra”, equivalente a “en vano, inútilmente”. El primer valor significativo de ‘frustrar’ es “privar a alguien de lo que esperaba”: “La lluvia repentina frustró nuestro intento de salir a hacer una caminata”. Con este sentido, se puede equiparar a “decepcionar, desilusionar, defraudar”; el segundo significado es “dejar sin efecto, malograr un intento”: “La votación frustró las intenciones destituyentes de un sector”. Afín a este valor es el que toma el término en el léxico del Derecho, donde se define ‘frustrar’ como “dejar sin efecto un propósito contra la intención de quien procura realizarlo”: “El rápido accionar policial frustró un delito contra la institución bancaria”.

Los vocablos de la familia semántica de ‘frustrar’ son, en primer término, el adjetivo ‘frustrante’ y el sustantivo ‘frustración’: el primero es el participio presente del verbo, como se ve en “Experimenté una sensación frustrante”; el segundo es equivalente a “malogro, fracaso, sentimiento de insatisfacción”: “Regresé con un triste sentimiento de amarga frustración”. Completan la familia el adjetivo ‘frustráneo, frustránea’, definido como “que no produce el efecto apetecido”; también, otro adjetivo, ‘frustratorio, frustratoria’, que se aplica a algo falaz, engañoso, dilatorio.

Aparecen como términos sinónimos de ‘frustrar’ los verbos ‘abortar’, ‘fracasar’, ‘defraudar’ y ‘malograr’; de ‘abortar’, además de entenderse como la acción de interrumpir un embarazo, se aplica, en general, dicho de una empresa o de un proceso, para indicar su truncamiento: “La falta de presupuesto hizo abortar varios planes de expansión”. Además, en el vocabulario médico, se usa para señalar que una enfermedad desaparece antes del término natural. En varios contextos, se puede utilizar como sinónimo ‘truncar’, que no solamente señala la interrupción de un proceso que queda incompleto, sino que también significa “quitar a alguien sus ilusiones y esperanzas”: “Su carácter insoportable y sus celos truncaron mis ambiciones”. Cercano está el adjetivo ‘trunco, trunca’ que da idea de mutilación: “Quedaron truncas sus esperanzas de progreso”; además, ‘truncamiento’, como sinónimo de “interrupción, corte”.

¿Y qué podemos decir de ‘fracasar’? Si lo referimos a una pretensión o proyecto, se usa este verbo para señalar su malogro: “En estos años, hemos visto fracasar varias empresas familiares”. Análogamente, puede aludir a una persona que obtiene un resultado adverso en un negocio: “Al pobre Ignacio le fracasó su plan de mejorar su pequeño comercio”. El sustantivo correspondiente, ‘fracaso’, indica siempre un resultado adverso, un suceso lastimoso y funesto, la caída de algo con estrépito y rompimiento: “Con tristeza, observamos el fracaso de ese emprendimiento”. El término es equiparable a ‘fiasco’ que, a la idea de fracaso, suma la de decepción: “Sus amores terminaron en un completo fiasco”. También, se lo puede acercar a ‘derrota’ que, en su segunda entrada en el diccionario académico, queda definida como “vencimiento, aplastamiento, rendición”: “Después de publicados los resultados eleccionarios, sintió la depresión de una derrota”.

En cuanto a ‘defraudar’, se define como “desvanecer la confianza o la esperanza que se ponía en alguien o en algo”; esta idea le viene dada por su vinculación con el sustantivo ‘fraude’, originado en el latín “fraus”, entendido como una acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete: “Su conducta ha defraudado todas mis expectativas”.

Con respecto a ‘malograr’, la acción se entiende, en general, como “perder o no aprovechar algo”, “estropearlo, arruinarlo, desbaratarlo”. Si el verbo está referido a una meta que se pretendía alcanzar, decimos que se malogra si no se alcanza el término deseado: “Los acontecimientos de público conocimiento provocaron que se malograra tan hermosa idea”. Por su parte, si lo señalamos respecto de una persona, habremos querido indicar que no ha podido llegar a su natural desarrollo o perfeccionamiento: “El deceso de varios familiares, amén de circunstancias económicas adversas, provocaron que se malograra su promisoria carrera”.

La Academia nos da como sinónimo, a nivel coloquial, el verbo ‘pinchar’, del que dice textualmente: “Respecto de un proyecto o empresa, o de una persona o equipo, es fracasar en el desempeño de su función o actividad”. Brinda como ejemplos: “El estreno pinchó”. “La oposición pinchó en el debate parlamentario”.

Otro verbo sinónimo es ‘estropear’, cuyo concepto es el de “echar a perder, malograr cualquier asunto o proyecto”: “Con ese nivel de adhesión, se te estropean las mejores intenciones”.

El sentimiento de fracaso, interpretado como algo negativo, suele ir acompañado por otros conceptos, como el de ‘decepción’ y ‘desencanto’. ¿Qué decimos, lingüísticamente hablando, de una y otro? El vocablo ‘decepción’, que es el pesar que acompaña a un engaño, proviene del ámbito de la caza puesto que se vincula al verbo “decipere” y a su supino “deceptum”; este vocablo indicaba que una presa era capturada mediante trampa. Así, una decepción se vincula al engaño o falta de verdad: “Me decepcionó su argumento falaz y no pude volver a confiar en ella”.

Por su parte, el ‘desencanto’ se explica, en relación con la frustración, como “desilusión”: “Se fueron retirando uno tras otro los oferentes, con nuestro lógico desencanto”.

Una muestra de nuestro vocabulario del fracaso y de la decepción nos conduce a citar a autores famosos, muy lejanos y separados en espacio y tiempo, que nos dejan su pensamiento al respecto: “Vale más fracasar honradamente que triunfar debido a un fraude”, pensamiento atribuido a Sófocles (Grecia, siglo V antes de Cristo). “El éxito tiene muchos padres, el fracaso es huérfano”, expresada por John Kennedy, parafraseando a Napoleón.

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