“La catedral”, de Samuel Sánchez de Bustamente - Parte 1

Marta Castellino se refiere al libro del escritor radicado en Mendoza y publicado 1980.

“La catedral”, de Samuel Sánchez de Bustamente - Parte 1
La catedral de La Plata, la más grande del país.

“De improviso, por detrás de unos arbolados oscuros -quizás encinares- apareció la Catedral –'nuestra Catedral’- en la parte más elevada de las lomadas que quebraban suavemente los terrenos. Estos encinares podrían ser, quizás, los mismos en que los antiguos druidas oficiaban sus ritos […] Por la gran explanada que ascendía […] hasta su fachada occidental, nos acercábamos caminando lentamente, estrechamente unidos en un aura de felicidad y de congoja” (p. 87).

Samuel Sánchez de Bustamante. “La Catedral” (1980).

Confieso que cuando comencé a leer la novela del escritor radicado en Mendoza (aunque nacido en Buenos Aires) Samuel Sánchez de Bustamante lo hice con la secreta expectativa de poder ponerla en diálogo con “El misterio de las catedrales”, de Fulcanelli.

Fulcanelli fue un iniciado en la sabiduría hermética y en su libro pretende traducir el secreto que encierra la construcción de las famosas catedrales europeas (Amiens, Chartres, Notre Dame…): “libros lapidarios [que] tienen sus letras esculpidas -frases en bajos relieves y pensamientos en ojivas […] Más claros que sus hermanos menores -manuscritos o impresos- poseen sobre estos la ventaja de traducir un sentido único, absoluto […]” (Fulcanelli, 1974, p. 52).

Y luego de una primera lectura de la novela, formulé una serie de hipótesis que expondré a continuación:

1. El argumento puede resumirse en unas pocas líneas y aparenta ser sencillo: la concreción de un proyecto vital que concierne al narrador protagonista: un niño al comienzo de la acción, que llega con su padre a un territorio innominado a participar en la fundación de un pueblo destinado a contener, en su centro, una catedral. Adolescencia y juventud, con sus alternativas rutinarias: estudios en el pueblo y en la capital, hasta lograr el título de arquitecto; el descubrimiento del amor y sus consecuencias: casamiento y paternidad, son las principales acciones narradas en la novela.

2. Sin embargo, por debajo y a despecho de esa aparente claridad, el texto sugiere un nivel de significación más profundo; en otras palabras, parece estar contando a la vez dos historias: la aparente y la oculta, que concierne a los protagonistas humanos, pero también, de modo eminente, a la Catedral, que la novela quintaesencia, por así decirlo, al nombrarla siempre con mayúscula. En el mismo sentido, la idea de dualidad campea por toda la obra, estableciendo oposiciones altamente significativas.

3. La lectura del texto literario podría enriquecerse si se lo pone en diálogo con algunos tratados sobre las obras maestras del arte gótico, así como con un compendio de la sabiduría hermética cual es “El misterio de las catedrales”, del también misterioso “Fulcanelli”. Por mi parte, manejo la edición de 1974, pero sabemos que ya en 1926, el mítico alquimista le entregó a su único discípulo (Cansseliet) este extraordinario manuscrito sobre el estudio hermético de la construcción de las catedrales góticas, y luego desapareció para siempre.

4. Esta relación con el tratado hermético permite poner la catedral cuya construcción se detalla en relación con otras famosas iglesias europeas, fundamentalmente las de Chartres y Amiens, que suministran el modelo ideal y también los planos, que llegan de París al padre del protagonista. ¿Se trata entonces de una única catedral, la materialización en nuevas tierras de un arquetipo eterno? ¿O es un edifico realmente existente el que funciona como referente real? Más aún ¿la catedral se concreta en el plano fenoménico o solo en el plano ideal? En este sentido, hay en la novela un personaje muy particular, Micer Lot, que parece venido desde el fondo de los siglos.

5. Siguiendo con esta línea de argumentación, cabe preguntarse cuál es, entonces, el edificio que sirve de inspiración al narrador radicado en Mendoza. Mi hipótesis (creo que suficientemente fundada en las menciones textuales) es que se trata de la catedral de La Plata, provincia de Buenos Aires, lo que -de paso- arroja alguna luz sobre la duda que instaura la novela acerca de la entidad que no alcanza a concretarse plenamente del edificio descripto. La realidad, entonces, viene a explicar la ficción, porque la de La Plata fue una obra que demoró más de un siglo en llegar a su fin, y la publicación de la novela de Sánchez de Bustamante es anterior a él.

6. Hay una profunda relación entre la concreción del proyecto vital del protagonista y el sentido simbólico que varios elementos, relacionados con las catedrales, encierran desde tiempos inmemoriales. El análisis de algunos de ellos (el pozo y la cripta), tal como los presenta la novela, puede ayudar a profundizar la comprensión del texto. Pero no son los únicos símbolos presentes.

7. Más aún, toda la escritura puede considerarse como una cifra del proceso alquímico, desde el caos de los elementos primordiales hasta su trasmutación final a través del “fuego de rota” o rotación que el texto materializa a través de una especie de ensueño (repetido dos veces) del protagonista, que tiene relación con el rosetón característico de las catedrales góticas. Estos episodios podrían considerase fundamental en el proceso de iniciación que -postulo- el texto detalla. El protagonista llegará a convertirse en un auténtico “Adepto”, en la terminología propia de los sabios alquimistas; y como tal, sobre él pesa el mandato del silencio; así, “TACERE” se erige en consigna fundamental, heredada junto con un destino que será también hereditario.

Formuladas todas estas preguntas, perplejidades y posibles itinerarios de lectura, aún quedan varias acciones por realizar: la primera y más importante, corroborar con el texto lo que hasta el momento permanece en el plano de las suposiciones.

Pero también, lo que siempre es una aventura incitante en este juego de las representaciones literarias: ir a la caza del original, partir en busca de la experiencia vital de contemplar en la realidad lo que las páginas erigen en una entidad -si cabe- tan o más real y perdurable.

Y allí se yergue la catedral de La Plata, con todo su esplendor neogótico.

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