Juan Jorge Molinelli: Un poeta de vasta trayectoria

Un repaso de los libros publicados por este notable escritor, fallecido en 1985 y padre de la reconocida escultora Eliana Molinelli.

Juan Jorge Molinelli: Un poeta de vasta trayectoria
Juan Jorge Molinelli.

Juan Jorge Molinelli nació en Avellaneda, Buenos Aires, en 1902 y falleció en nuestra provincia en 1985. Se había radicado en Mendoza en 1923; se casó con Graciela Calí, hermana del poeta Américo Calí y la reconocida artista plástica mendocina Eliana Molinelli fue su hija.

Participó activamente en el movimiento cultural comarcano, publicando en varias revistas del medio y desempeñando la presidencia de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Mendoza, en tres ocasiones a partir de 1971. Llevó adelante asimismo una extensa obra literaria, principalmente poética, aunque se inicia con un libro en prosa, titulado “Los astros, los seres y las cosas” (1945), compuesto por una serie de meditaciones de índole filosófica.

Sus poemarios éditos llevan los siguientes títulos: “Bruma dolida” (1955); “Repique de noches” (1956); “Días de Mendoza” (1957); “Viña enardecida” (1969); “Jesús el carpintero” (1970); “Recetario de coplas” (1971); “Mar amanecido” (1972); “Vertical del grito” (1973); “Mi tiempo de paz” (1974); “Mi voz antigua” (1978); “El rostro del hombre” (1980) y “Por los caminos del vértigo” (1982), a los que se suma una “Antología poética” publicada por el autor también en 1982.

Tengo ante mí un ejemplar de esta última publicación, con una dedicatoria de puño y letra de Molinelli a Gloria Videla de Rivero, destacada estudiosa de la cultura mendocina, con palabras de afecto y amistad. En ella se lee además lo siguiente: “Mi ‘Antología poética’ es uno de 12 libros publicados de versos libres, salvo ‘Recetario de coplas’. Los cuatro primeros se encuentran muy reducidos, no así tanto los otros”. Constituye entonces un testimonio valiosísimo y muy representativo de toda una producción literaria que en su tiempo mereció juicios elogiosos de otros escritores del medio.

Al respecto, puede mencionarse la “Noticia” que antecede a los poemas de la antología, que lleva como firma “Editorial ‘La Tarde’”, aunque en la dedicatoria citada se aclara que el texto en cuestión corresponde a Américo Calí quien “no podía firmarlo con su nombre y apellido, por ser hermano político del autor”.

Otro paratexto muy interesante es la solapa de dicha edición, que transcribe los juicios vertidos por el periodista Jaime Sureda, el 10 de diciembre de 1971, en una audición radial titulada LOS LOBROS, emitida por la radio de la Universidad de La Plata. Tanto en uno como en otro comentario se pone de relieve la maestría poética de Molinelli, su “aptitud incuestionable que le permite captar imágenes y traducirlas con diafanidad poética” (Sureda, 1971).

Calí, por su parte, destaca una serie de temas que adquieren consistencia en la lírica de Molinelli, entre los que descuellan “el contorno físico y el voto de solidaridad humana”. Al respecto, la selección poética efectuada por el poeta en su antología personal es muy significativa: en los poemas correspondientes a su primer libro aparecen prefigurados esos núcleos temáticos: la presencia incontrastable del medio geográfico (“el panorama pétreo de Mendoza”, en palabras de Sureda); el motivo del canto como única respuesta posible ante el misterio de la vida (“sí, es todo canto / que me bulle adentro”, 1982, p. 13); la conciencia de la temporalidad (“¿Quién pidiera / volver el tiempo a cero?”, 1982, p. 14); el amor en multiplicidad de valencias: hacia el hermano, la mujer, Dios… y una línea de poesía con reminiscencias bíblicas, presente desde el comienzo, pero que se explaya especialmente en el volumen titulado “Jesús, el carpintero”.

Otra constatación que nos permite realizar la antología poética es que a partir del segundo poemario comienzan a predominar los poemas extensos, al modo de “Repique de noches”, que constituye algo así como un génesis análogo al fiat divino, que pasa revista a la Creación bíblica: “Principio de las cosas / creadas en medida / de soles; / en número de siete / fueron dados los días, / y tasadas las noches” (1982, pp. 24-25). A la vez, se traza todo un derrotero de la historia humana, del hombre “apartado de Dios”, y las diversas vicisitudes de un itinerario de penurias.

El mismo afán totalizador exhibe, por su parte, “Días de Mendoza”, del libro homónimo, que intenta cifrar en un solo y vasto poema todos los elementos icónicos del paisaje mendocino: los suministrados por el medio geográfico (sol, agua, sierra…), todo el entorno natural en suma (“Sí, ventura de cielos, / poblados de azul; / y noches / ahogadas de estrellas / y grillos”, p. 49), pero también los cambios debidos al trabajo humano (“Agua fresca regando / las vides, apretando raíces”, p. 51), idea que se prolonga en el libro siguiente: “Viña enardecida”.

En cuanto a “Jesús el carpintero”, es notoria la inclinación espiritual del poeta, pero sin “posturas intelectuales ni estilizaciones pensadas. Todo surge como un canto auténtico, maduro, libre de preceptivas, pero cálidamente expresivo” (1982, solapa). En este texto se poetizan diversos episodios de la vida, pasión y muerte de Cristo, desde su nacimiento en Belén, hasta su muerte en el Gólgota (“Nadie pudo salvarlo del martirio / al hijo de David, / y le nacieron cenizas en los ojos / cuando murió en la cruz”, p. 99).

“Vertical del grito”, a través de los poemas contenidos en la antología, constituye una rapsodia de las existencias humildes, emblematizadas en un “Juan”, “Pobre Juan, obrero Juan” que “soñaba con auroras / brotando desde adentro, / brotando con el fresco / desplante de su vino. / Soñaba el pobre Juan, / y despertó sumiso” (p. 134). Como se lee en un comentario publicado en Roma en 1981 e incluido en la “Antología poética”, “Molinelli es un poeta identificado, inmerso totalmente en las motivaciones sociales de nuestro tiempo, nunca anclado al solo ámbito argentino. Su visión ‘global’ de los problemas que atormentan a la humanidad hacen de él una especie de vate angustiado, estremecido, profundamente religioso” (p. 217).

El clamor por la respuesta a necesidades humanas universales dicta otras composiciones como “Mi tiempo de paz” o “He de nombrarte, hombre”, extensa composición que oficia casi a modo de esperanzada respuesta a la epopeya humana planteada anteriormente, en tanto el poeta expresa una convicción positiva: “He de nombrar la aurora / que se inicia en tu seno, / todo un enjambre prieto / de polen encendido, / de sol y de luciérnagas” (p. 219).

En cuanto a la factura estética del verso de Molinelli, también están acordes los críticos en señalar su claro decir, casi coloquial, que encuentra no obstante la imagen justa para traducir tanto la magia de la tierra en flor como los misterios del corazón humano, siempre en un alarde de diafanidad expresiva.

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