Joaquín O. Giannuzzi: 100 años del nacimiento de un grande de la poesía argentina

Este autor de títulos fundamentales de la poesía del siglo XX influyó a toda una generación. Recientemente se editó un nuevo volumen con su obra completa.

Joaquín O. Giannuzzi: 100 años del nacimiento de un grande de la poesía argentina
El gran poeta argentino Joaquín O. Giannuzzi.

El paisaje de la poesía argentina del siglo XX es ancho, variado, convulso a veces. Un paneo por ese paisaje nos muestra desde el preciosismo modernista del Lunario sentimental de Lugones hasta la poesía «chatarrera» de los 90 (Santiago Sylvester dixit), pasando por la “renovación clásica” de Borges, el tamizado surrealismo de un Enrique Molina y una Olga Orozco, el desborde verbal de Ramponi, el personal racionalismo de Roberto Juarroz, la búsqueda postvallejiana de Juan Gelman o el expresionismo onírico de Alejandra Pizarnik.

Pero en medio de todo ese paisaje aparece, con especial fulgor, la poesía de Joaquín O. Giannuzzi (1924-2004). Un fulgor particular, emitido por el foco de luz de una habitación vacía en una noche de verano. Giannuzzi, de cuyo natalicio se celebra este 29 de julio el primer siglo, es acaso uno de los más influyentes y venerados poetas contemporáneos y, sin embargo, no siempre su poesía aparece con el carácter de ineludible que ha de tener. A veces esto sucede por algún malentendido, otras por el propio tono mesurado de sus versos. Pero basta con asomarse de lleno a la profundidad de sus textos para descubrir que era él todo lo contrario a lo que decía de sí: Giannuzzi no era ni un “poeta estándar” ni un poeta “menor de toda antología”. Era un poeta excepcional que dejó algunas de las obras más fascinantes de la poesía argentina de las últimas décadas.

Tres libros que compilan la obra de Joaquín O. Giannuzzi: "Poesía completa" (FCE, 2024), "Obra completa" (Del Dock, 2015) y "Obra poética" (Emecé, 2000).
Tres libros que compilan la obra de Joaquín O. Giannuzzi: "Poesía completa" (FCE, 2024), "Obra completa" (Del Dock, 2015) y "Obra poética" (Emecé, 2000).

La más reciente oportunidad para conocer la poesía de este autor la proporciona la Poesía completa (1958-2008), que publicó el Fondo de Cutlura Económica, con prólogo de Fabián Casas, e incluye todos los libros publicados en vida más algunos póstumos y poemas sueltos.

Giannuzzi, hijo de un inmigrante italiano que se dedicó a la marmolería, pudo haber cumplido el deseo de su padre, que era ser ingeniero. Pero lo cautivó el trabajo con las palabras al descubrir, muy joven, la poesía, y se entregó a la escritura. Dado que vivir de los versos que trazaba desde su juventud no era rentable, se dedicó al periodismo. Se jubiló de esa profesión, después de escribir para los diarios Crítica, Crónica y la revista Qué.

En las horas libres de su trabajo, Giannuzzi fue publicando sus libros: desde el primero, Nuestros días mortales (1958) hasta el último, ¿Hay alguien ahí? (2003). En el medio, aparecieron algunas obras maestras, especialmente la tríada que conforman Señales de una causa personal (1977), Principios de incertidumbre (1980) y Violín obligado (1984).

La tarea periodística forjó de algún modo, según reconoció Giannuzzi, el tono de su poesía. «Mucha gente subestima la labor periodística considerándola dañina para la labor literaria. Yo creo que, en mi caso, el periodismo me ha dado mayor fluidez», le confesó alguna vez al también poeta y periodista Jorge Fondebrider.

El gran poeta argentino Joaquín O. Giannuzzi.
El gran poeta argentino Joaquín O. Giannuzzi.

El propio Fondebrider caracterizó algunos de los rasgos de la poesía giannuzziana: “Partiendo de una obsesiva antinomia que opone el mundo de los hombres a cierta idea de mundo natural –algo así como la naturaleza traicionada por lo humano–, Joaquín O. Giannuzzi ha intentado una poesía ‘objetivista’ que trata de restituir un orden perdido”.

Acertadamente, Fondebrider (en el prólogo de una antología del poeta aparecida por el Centro Editor de América Latina) ha apuntado cuatro “temas recurrentes” en la obra de Giannuzzi que, “puede afirmarse, bordean la obsesión”. Estos temas son la oposición naturaleza/hombre, el arte, la historia dibujándose en el presente y los objetos inanimados.

Una manzana sobre la mesa, un disparo en medio de la noche, el sonido de un laúd o la dalia que agoniza en el jardín pueden conformar el instrumental poético de un autor que, con eso, llega a altísimas reflexiones en las que lo poético se enlaza con lo filosófico: “Este cerrado dolor de cabeza / causado por la presión del mundo visible / reclama un significado” nos dice en Teólogo en la ventana. Para preguntarse y responder, luego, como desde el punto de vista de ese teólogo: “¿Cuál es la relación de esta escena con el otro orden? La divinidad está aquí por delegación sombría”.

Mencionábamos ciertos malentendidos con su poesía. En el ensayo Sobre Giannuzzi, Sergio Chejfec bosquejó rasgos de ese malentendido: “(...) Su constante empeño en descubrir el significado profundo de lo evidente tenía como necesaria contrapartida una cierta igualación del mundo, un regodeo en lo patente”. El carácter de “objetivista” que se cargó al autor (“poesía es lo que se está viendo”, había escrito Giannuzzi) provocó en algunos epígonos una excursión a lo deslavado, tosco y prosaico. Derivó en una caricatura de la enumeración o la mención, como si con ese pobre ejercicio pudiera, tan fácil, escribirse un poema.

Pero en Giannuzzi había otra cosa. No era objetivista, creemos, sino, a lo sumo, un objetivista lírico, sintagma que no quiere ser un oxímoron sino la expresión de la síntesis magistral que logró “J. O. G.”, tal como se mencionaba en sus propios poemas. En una entrevista había dicho, justamente: “Yo intento hacer descripciones objetivas, pero muy pocas veces lo consigo. Aun sin quererlo estoy siempre ahí”.

La poesía de Joaquín O. Giannuzzi (“uno de los grandes de la poesía contemporánea”, según Leónidas Lamborghini) buscó y consiguió, al fin, ser eso que dice uno de sus versos: “seguir perfeccionando / las terrestres formas venideras”.

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