Fue a partir del 2019 que Marta Zerillo cambió su vida. Aquel año, la mujer, que por entonces tenía 63, recibió un diagnóstico inesperado previo a un viaje por Europa que iba a realizar en familia, ya que debía someterse a una intervención quirúrgica o se moría.
Tras la exitosa operación, su perspectiva cambió por completo. La mujer dejó el juego, se enfocó en sus seres queridos y ya casi nada la preocupa, ni siquiera una deuda que acumuló con AySA (Agua y Saneamientos Argentinos), la cual asciende a los $4.800.000.
Los 8 escalones
En los últimos días, Marta se presentó en Los 8 escalones (eltrece) y ganó, con una gran historia detrás. La comerciante, dueña de un kiosco en el barrio porteño de Balvanera, obtuvo el premio mayor y sorprendió a todos al revelar que los usará para cancelar lo que debe de agua en su local.
Son $3.000.000 que Marta cobró esta semana, los cuales resguardó en su cuenta bancaria: “En casa no quiero tener nada”, aseguró en diálogo con TN. Y sumó: “Me llamaron siete veces de AySA después de ganar. Atendí a uno solo y al resto los bloqueé. Me asusté sinceramente, pensé que se podía tratar de una estafa”.
Marta Zerillo: depresión y ludopatía
“El 4 de junio de 2019 me operaron y me agarró una depresión que no me permitía salir de la cama. Me levantó el psiquiatra. Tenía un viaje planificado para enero de ese año a Europa y cambié dos veces el pasaje: la primera vez para abril de 2020 y la segunda para mayo de 2021, en plena pandemia. No pude viajar y desistí de hacerlo”, relató Marta.
Tras su recuperación, la mujer volvió al kiosco que compró pura y exclusivamente para ganarle a la ludopatía: “No tenía necesidad de trabajar, pero fue una recomendación que me hizo mi terapeuta para poder tener el día ocupado y gastar mi energía en eso”, afirmó la participante de los 8 escalones.
Además, la mujer reveló que llegó a pasar más de 48 horas encerrada en el bingo de Ramos Mejía, sin comer ni beber nada, atrapada por la obsesión de ganar. Durante la temporada escolar, Marta abre de 7 a 19. “Hago casi 90 panchos por día, no me dan las manos para hacer una fotocopia”, dijo a TN Marta.
Sin embargo, la millonaria deuda comenzó luego de comprar un fondo de comercio con una ubicación estratégica, frente al colegio Mariano Acosta, en el que Marta pasa sus días hablando y riéndose con los alumnos de dicho establecimiento.
La deuda con AySA
“El servicio estaba a nombre de otra mujer, la dueña anterior. Yo acá comencé alquilando, luego pude comprar el local. Pero apenas abrí, pagué las boletas de agua. Lo habré hecho durante los primeros cuatro o cinco meses. Un día me olvidé y me dejé estar. La culpa es mía”, señaló la mujer.
De manera intercalada, Marta también aseguró que pagó algunas facturas. Incluso concurrió a una oficina de la empresa estatal para poner el servicio a su nombre y buscar regularizar la situación: “Mucha burocracia. Me pidieron mil papeles y me tuvieron de un lado para el otro, así que también desistí”.
Y agregó: “Tendría que haberlo arreglado a tiempo, porque yo estuve en AySA y quise hacerlo. Pero pasó todo eso y finalmente no pude”. Marta manifestó que además pidió que le colocaran un medidor, porque así hubiese resuelto el tema del control del consumo.
“El agua en el kiosco se usa únicamente cada vez que se aprieta el botón del inodoro. Incluso hay una ducha eléctrica que puse, por si alguien alguna vez quería darse un baño, y jamás se utilizó”, detalló la comerciante.
Luego de cobrar el premio, Marta buscará la mejor manera de que el monto no pierda valor hasta encontrar una solución con las autoridades de AySA. Según su relato, su mejor escenario sería que le bajen el monto a $3.000.000, dado que aseguró que entregaría la totalidad del premio sin inconvenientes.
“Quiero negociar con ellos, porque como la deuda es mayor, si empiezo a pagar en cuotas no sé a cuánto se me va a ir”, confesó Marta Zerillo. Y continuó: “Es un verdadero dolor de cabeza para mí. He llegado a pensar en desprenderme del fondo de comercio. Realmente lo digo, estuve a punto de vender el kiosco”.
Marta, jubilada, precisó que “podría estar sin trabajar”, pero que quiere seguir teniendo el local porque así se siente mejor. “Siempre digo lo mismo: cuando uno es chico tiene que rodearse de grandes, y cuando uno es grande tiene que rodearse de jóvenes. Es la mejor manera de estar al día y mantenerse vivo”, concluyó.