Frida Kahlo: a 70 años de la muerte de la pintora del dolor

ANIVERSARIO. La artista mexicana vivió una vida de terribles padecimientos físicos, que volcó en su obra. Es una de las pintoras más famosas del siglo XX.

Frida Kahlo: a 70 años de la muerte de la pintora del dolor
El venado herido (1946), una expresiva obra de Frida Kahlo.

Bajo el nombre de Heautontimorumenos retrató Terencio, en la obra homónima, a aquel que “se castiga y atormenta a sí mismo”. No faltaron castigos externos a Frida Kahlo, la fascinante pintora mexicana de quien se recuerdan hoy las siete décadas de su muerte. Sin embargo, así como el dramaturgo latino escenificó en su comedia al personaje que se mortifica, Frida hizo de su obra pictórica la escenificación de su propio dolor, traducido en imágenes de una expresión tan honda, explícita y, a la vez, tan plástica, que no hace falta más que mirar sus cuadros para entender su drama.

De hecho, la tragedia, el amor con Diego Rivera y su adhesión al ideario del comunismo parecen los pilares sobre los que se sostiene toda su producción artística.

Frida, cuyo nombre es hoy en día casi una marca, un sello que transmite la idea de un arte exacerbado y pasional, nació en Coyoacán (poblado cercano a la Ciudad de México) el 6 de julio de 1907. La honda impresión que le causó la Revolución Mexicana iniciada en 1910 la hizo decir que ese año era en el que había nacido también ella, como su nueva república, pero los documentos están bien claros. Fue la tercera de las cuatro hijas que tuvo el matrimonio formado por el fotógrafo de origen alemán Guillermo Kahlo y por Matilde Calderón, quienes la bautizaron con el nombre de Magdalena Carmen Frieda Kahlo. En realidad, también nació un varón, que sobrevivió pocos días.

Frida Kahlo, una vida de película y de... De musical. (Instagram @fridakahlo)
Frida Kahlo, una vida de película y de... De musical. (Instagram @fridakahlo)

Si el dolor parece sobrevolar por la mayoría de las pinturas de Frida, lo es también quizás porque de hecho la pintura y la aflicción están unidas desde la génesis en su trayectoria biográfica. De niña, la futura pintora había padecido poliomielitis, lo cual marcó para siempre su anatomía (tenía una de las piernas más corta y más débil), pero el hecho crucial fue otro: un atroz accidente que casi acaba con su vida.

Sucedió así: el 17 de septiembre de 1925. Frida se subió a un autobús junto con su amigo y novio, Alejandro Gómez Arias, para regresar de la escuela a sus hogares. Pero, en medio del trayecto, el coche fue atropellado violentamente por un tranvía. El accidente provocó la muerte de varios pasajeros y quedó un tendal de heridos en grave estado, entre los que se encontraba Frida: tenía tres vértebras fracturadas, quebradas dos costillas, la clavícula, el hueso pélvico y una pierna; además, un hierro punzante le había atravesado la cadera izquierda hasta salir por su vagina.

Cuando los médicos la asistieron, pocos creyeron que sobreviviría. Pasó un mes en el hospital, y luego tres en reposo total en cama. Jamás se recuperaría del todo, ya que padeció dolores toda su vida. Pero esa reclusión, al mismo tiempo, la llevó a pintar.

En Frida Kahlo, heroína del dolor (1952), Antonio Rodríguez recoge un testimonio de Frida acerca de cómo llegó a la pintura: “Mi padre tenía desde hacía muchos años una caja de colores al óleo, unos pinceles dentro de una copa vieja y una paleta en un rincón de su tallercito de fotografía. Le gustaba pintar y dibujar paisajes cerca del río en Coyoacán, y a veces copiaba cromos. Desde niña, como se dice comúnmente, yo le tenía echado el ojo a la caja de colores. No sabría explicar el por qué. Al estar tanto tiempo en cama, enferma, aproveché la ocasión y se la pedí a mi padre. Como un niño, a quien se le quita su juguete para dárselo a un hermano enfermo, me la ‘prestó’. Mi mamá mandó hacer con un carpintero un caballete... si así se le puede llamar a un aparato especial que podía acoplarse a la cama donde yo estaba, porque el corset de yeso no me dejaba sentar. Así comencé a pintar mi primer cuadro, el retrato de una amiga mía”.

Frida Kahlo
Frida Kahlo

La cama tenía un espejo a su lado, lo cual llevó a tomar a Frida como su modelo más fiel. Algo que persistiría en toda su pintura, no sólo por obsesión temática, sino porque durante varias etapas de su vida la pintora iba a estar confinada a un lecho de enferma.

Mientras florecía la pintora Frida Kahlo lo hacía también la revolución cultural y política que vivía México. La pintora había empezado a codearse con intelectuales que propugnaban por un arte de carácter nacional, y en el círculo que frecuentaba aparecía el comunista cubano Julio Antonio Mella, en pareja por entonces con la fotógrafa italiana Tina Modotti. Fue a través de ella que Frida conoció al renombrado muralista que la joven pintora en ciernes ya admiraba: Diego Rivera. El pintor la vio llegar un día con pinturas propias que traía en la mano y la animó a seguir con su arte. La relación creció y de pronto la frágil Frida y el gigante Rivera (era obeso y muy alto) se casaron el 21 de agosto de 1929.

Ese amor marcaría a Frida en todos los aspectos: Rivera ejerció una enorme influencia en la artista, que tanto lo admiraba, en lo intelectual incluso más que en lo estético. Pero, a la vez, en lo sentimental, la relación fue intensa y cambiante, en parte debido a las frecuentes infidelidades del pintor y en parte por las propias aventuras sentimentales, con hombres y mujeres, que Frida también tuvo.

Diego y yo, pintura de Frida Kahlo en la que se autorretrata con la imagen de su amado Diego Rivera en la frente.
Diego y yo, pintura de Frida Kahlo en la que se autorretrata con la imagen de su amado Diego Rivera en la frente.

Sin embargo, y fuera de esa relación, el arte de Kahlo empezó a imponerse por sí mismo. Sus pinturas expresivas, en las que ella casi siempre aparecía retratada, comenzaron a llamar la atención, especialmente en Estados Unidos, adonde se mudó la pareja por un tiempo. Lenta, pero inexorablemente, la popularidad de sus obras creció y se convirtió en un emblema de la pintura de su país. “Entre los pintores cotizados como tales en la superestructura del arte nacional” –observó Diego Rivera– “el único que se liga estrechamente, sin afectación ni prejuicio estético sino, por decirlo así, a pesar de él mismo, con esta pura producción popular es Frida Kahlo”.

Frida, que también se nutrió de elementos del arte popular (retablos de artistas profanos, pintura precolombina), comenzó también a interesar al grupo surrealista por sus pinturas alucinadas. La mexicana viajó a París y allí conoció a los referentes del movimiento. El surrealismo dominaba el arte y la intelectualidad por entonces, y André Breton, su líder, llegó a decir que no había en el mundo un pintor más surrealista que Frida Kahlo.

En el final de los años 30 y durante los 40 podríamos decir que llegó el esplendor artístico de Frida: la perfección técnica es evidente con respecto a sus pinturas iniciales. Pero, además, el simbolismo de sus obras es menos burdo y, a la vez, son más impactantes sus cuadros: buen ejemplo de ello son Las dos Fridas (1939), El sueño (1940), Autorretrato con trenzas (1941), La columna rota (1944) o El venado herido (1946).

En esos años fortaleció, además, su militancia comunista, y dedicó varias obras a la exaltación (casi religiosa) de los postulados que venían de la órbita soviética. Mientras tanto, su fama, su prestigio y el valor de sus obras empezó a crecer desmesuradamente.

La salud de Frida, tanto la emocional como la física, sin embargo, siguió conspirando contra ella. Los dolores de su columna rota en aquel accidente, más otras dolencias que llegaron después, la hicieron pensar en el suicidio en numerosas ocasiones. También cayó en el abuso de drogas para paliar dolores y en el alcohol. Mientras tanto, la relación inestable con Rivera no la ayudaba. Comienza, así, a abandonarse.

En 1953 ya pasaba casi todos los días en cama. Un dolor insoportable en una pierna llevó a tomar una dramática decisión y terminaron cortándosela. En febrero de 1954, escribió en su diario: “Me amputaron la pierna hace seis meses, se me han hecho siglos de tortura y en momentos casi perdí la razón. Sigo sintiendo ganas de suicidarme. Diego es el que me detiene por mi vanidad de creer que le puedo hacer falta. Él me lo ha dicho y yo le creo. Pero nunca en la vida he sufrido más”. La debilidad, sin embargo, le ganó a sus deseos suicidas y el 13 de julio de 1954, afectada por una infección pulmonar, murió en su Casa Azul, a una semana de haber cumplido 47 años.

Frida Kahlo es hoy uno de los símbolos del arte del siglo XX, pero su pintura, curiosamente, sigue avivándose por el combustible del dolor. Sus cuadros son emblema de esa lucha, así como de la fortaleza femenina en situaciones adversas. Su figura es objeto de biografías, obras teatrales (en Mendoza se hizo hace algunos años El vuelo inmóvil), películas (Frida, con Salma Hayek, es una de las más destacadas). Tal vez, de haber podido elegir, Frida jamás hubiera querido sufrir ese accidente que cambió su vida y la convirtió en pintora. Pero sin ese trágico hecho, nos habríamos perdido de su obra. Si hay un mártir del arte contemporáneo, entonces, tal vez, ese sea una mujer: Frida Kahlo.

La película sobre su vida

La fascinante vida de Frida Kahlo, como no podía ser de otro modo, ha resultado atractiva para escritores y cineastas. En cuanto a películas, la más célebre y lograda es la que llevó adelante la compatriota de la pintora, Salma Hayek en 2002. Se llamó, simplemente, Frida.

Producida y protagonizada por la actriz, el filme (en lengua inglesa) está dirigido por Julie Taymor y basado en el libro de Hayden Herrera.

Además de Salma, que encarna a Frida, aparecen Alfred Molina (como Diego Rivera), Geoffrey Rush (como León Trotski), Ashley Judd (como Tina Modotti), Edward Norton (como Nelson Rockefeller) y Antonio Banderas (como David Alfaro Siqueiros), entre muchos otros.

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