Ezequiel Ander-Egg: el maestro que aprendió y enseñó, haciendo

El pasado viernes 19 de abril falleció, a sus 94 años, este referente de la sociología y la pedagogía, que desarrolló gran parte de su carrera en Mendoza. Aquí, el recuerdo de una de sus discípulas

Ezequiel Ander Egg
Ezequiel Ander Egg

El pasado viernes 19 de abril falleció, a sus 94 años, Ezequiel Ander-Egg. Las manifestaciones de tristeza, cariño y agradecimiento entre estudiantes, docentes y profesionales de las ciencias sociales, a lo largo y ancho de Latinoamérica, no se hicieron esperar.

Politólogo, sociólogo, economista y pedagogo, fue profesor en 186 universidades, director académico de 88 cursos internacionales y autor de más de 170 libros publicados, en los que desarrolló valiosos aportes teóricos, históricos, políticos y metodológicos a la intervención social.

A Ander-Egg se lo puede reconocer como provocador, prolífico, vivaz, metódico y alegre. De mirada tierna y perspicaz, era amante del deporte, la naturaleza, la música clásica y la lectura. Hablaron más de él sus acciones, que los cientos de libros que escribió y conferencias que brindó.

Probablemente, la mayor enseñanza que nos haya dejado sea la ineludible sensibilidad y compromiso que las ciencias sociales deben tener con el sufrimiento humano para lograr ser críticas, transformadoras y liberadoras. Porque, como él mismo decía, de nada vale “el texto, sin el contexto”.

Un hombre de acción y pensamiento

Nacido el 6 de abril de 1930, en Bernardo Larroude, La Pampa, proveniente de una familia obrera campesina, las circunstancias llevaron a Ezequiel Ander-Egg a tener que trabajar desde pequeño. El 30 de septiembre de 1953, trasladado a Mendoza, comenzó la carrera de Ciencias Políticas, la cual finalizó en un año y once meses. Luego, parte con una beca hacia España, en donde obtiene el título de doctor en Ciencias Políticas y Económicas. También estudió en Francia en donde se graduó en Planificación Económica y Social.

En 1963 fue profesor titular de la cátedra “Introducción a las Ciencias Políticas y Sociales” en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Asimismo, llevó a cabo tareas en la gestión pública en torno al desarrollo de las comunidades, trabajos de estadística y vivienda social; así como consultorías para UNICEF, OEA y UNESCO.

No obstante, él mismo se definía como un “funcionario internacional atípico”. Denunciaba la incoherencia que significaba realizar eventos para combatir la pobreza en hoteles cinco estrellas y los excesivos gastos que acarreaba el mantenimiento de los “expertos en desarrollo” de los organismos internacionales. Entendía que estas lógicas políticas, lo único que conseguían era la perpetuación del subdesarrollo.

Su formación en temas de planificación y desarrollo, lo llevaron a realizar innumerables aportes en términos metodológicos a la intervención social, tales como planificación estratégica, metodología de la investigación, diagnóstico social, investigación participativa, entre otros.

Sin embargo, advertía que el fracaso de estos planes muchas veces tenía que ver con la disociación entre el pensamiento y la acción, por lo que proclamaba que había que enseñar a pensar y hacer. Crítico de la asepsia ideológica que padecían las perspectivas tecnocráticas de los organismos internacionales, sentenciaba que “el que crea que es neutral, seguramente esté siendo un idiota útil”.

Un académico que escribía en y para los márgenes

De palabras sencillas y con gran influencia de la educación popular de Paulo Freire, los escritos de Ander-Egg trascienden las fronteras del academicismo y pregonan por un conocimiento accesible para todas las personas. No le interesaba ocupar el rol de catedrático o vanguardista, diciendo con palabras inteligibles lo que era parte de la realidad y el conocimiento popular, o escribir papers que nadie leería con la finalidad de aumentar su currículum personal.

Su principal preocupación era que las Ciencias Sociales hablaran con un lenguaje asequible acerca de las problemáticas populares. Así es como, desde esta perspectiva política, asumió un gran compromiso e hizo valiosos aportes a la formación del Trabajo Social hacia finales de la década de 1960 e inicios de 1970. Fue en un momento en el que esta disciplina se cuestionaba sus sesgos asistencialistas, voluntaristas y positivistas propios de su constitución, a la luz de un clima de época signado por luchas y revoluciones populares en América Latina y el mundo.

Como Director de Planeamiento Educativo del Gobierno de Mendoza en 1973, impulsó (junto a otros docentes, estudiantes y egresados) una reforma sin precedentes al plan de estudio de la Escuela de Servicio Social. Se incorporaron, así, perspectivas teóricas críticas, latinoamericanas, estructuralistas, humanistas y metodologías participativas, que propiciaban procesos de acción social colectiva comprometidos con la liberación popular y la transformación social.

Su participación activa en este proceso, le costó una cruenta persecución política, al punto de ser acusado en los medios gráficos de que realizaba adoctrinamiento marxista en las aulas. Esto también le valió la cesantía en su cargo docente concursado en la Universidad Nacional de Cuyo.

Este plan de silenciamiento y censura tuvo entre sus episodios más dramáticos un intento de fusilamiento hacia su persona, de parte de la Triple A, dejando secuelas en una de sus piernas, que le recordarían las consecuencias de la intolerancia y el terrorismo de Estado por el resto de su vida. También sufrieron intentos de asesinato, secuestro y amedrentamientos, su esposa e hijos. Con mucho pesar por todo lo vivido, tuvo que exiliarse en Alicante, España.

Aprender haciendo

Ezequiel Ander-Egg sostenía que el ser humano es “un gerundio que se está haciendo y rehaciendo constantemente en interacción con otros y su entorno”; razón por la cual se definía como militante de los derechos humanos, pacifista, ecologista y feminista.

En materia de derechos humanos, formó parte del grupo ecuménico ligado al Instituto para la Liberación y Promoción Humana (ILPH), en donde junto a algunos profesores cesanteados, buscaron alternativas para ayudarlos a seguir investigando, mantener a sus familias y evitar que estos académicos emigraran. En el ILPH confluían pastores protestantes, miembros del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y militantes cercanos al peronismo de base.

Disfrutaba de cuidar la huerta de su casa, alimentar aves en su jardín y salir a andar en bicicleta. Su compromiso por la lucha de las mujeres campesinas estaba inspirado en su madre, quien había sufrido en su cuerpo los avatares de una vida sacrificada entregada al trabajo doméstico y del campo.

Además de sus hijos biológicos, Ezequiel tenía 17 “hijas del corazón”, todas ellas pertenecientes de pueblos indígenas latinoamericanos. Él se encargaba mayormente de proporcionarles los medios necesarios para que pudieran formarse, ir a la universidad, y hacer sus posgrados en el exterior. También abría las puertas de su casa para que pudieran aprender de su artesanía intelectual e iniciarse en aspectos vinculados a la investigación.

En octubre del año 2013 fue nombrado profesor emérito de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Obtuvo de esta forma, un gesto de reparación hacia un capítulo doloroso de su vida, que fue la expulsión de la facultad que lo formó y en donde comenzó su trabajo docente.

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