La noticia nos impactó: “A ojos vistas, sin temblarle el pulso, firmó la expulsión”. ¿Sabe el hablante común qué significa este comunicado? En la mayoría de los casos, no; ello sucede por las expresiones ‘a ojos vistas’ y ‘temblar el pulso’.
Para decodificar su valor significativo, veamos, en primer lugar, algunas acepciones que pueden formarse a partir del vocablo ‘ojo’. Cuando una persona procede sin medida, a bulto, se dice que lo hace ‘a ojo’: “Era difícil obtener de ella una receta porque iba usando los ingredientes a ojo”. Posee igual significado que la frase coloquial ‘a ojo de buen cubero’: “No era precisa la abuela porque hacía todo a ojo de buen cubero”.
Cuando decimos a un amigo que ‘abra el ojo’, le estamos recomendando que esté advertido para que no lo engañen: “Jorge, abra el ojo porque está circulando dinero falso”. Parecido valor posee ‘abrir (alguien) los ojos’, pues equivale a decir que va a conocer las cosas como son, para sacar provecho y, de ese modo, va a evitar aquellas que pueden causarle perjuicio o ruina: “Entonces, Enrique abrió los ojos y pudo evitar una posible estafa”.
Si cualquiera de nosotros es muy receloso y vive prevenido, se usará la expresión ‘andar/estar con cien ojos’: “En estos tiempos, es preciso ser desconfiado y andar siempre con cien ojos”. En otras oportunidades, se une el vocablo ‘ojos’ al verbo ‘entrar’ con significados distintos: ‘entrar a ojos cerrados’ es meterse en un negocio o admitir algo, sin examen ni reflexión; si una persona es vista con simpatía o con antipatía, se usarán, respectivamente, las locuciones ‘entrar (a alguien) una persona por el ojo derecho’ o ‘izquierdo’; y, en cambio, cuando algo o alguien gustan por su aspecto, la expresión que se utiliza es ‘entrar por el ojo/por los ojos’.
La mirada de una persona a otra es índice de cómo es su relación con ella: si una persona ‘clava los ojos en alguien’ estaremos indicando que lo mira con particular cuidado y atención; también, el uso del verbo ‘comer’ junto al vocablo ‘ojos’ da lugar a locuciones varias: ‘comer alguien (algo) con los ojos’ es de carácter coloquial y significa “apetecer o desear la comida cuando tiene un buen aspecto externo”. Así, “En la feria gastronómica, nos comíamos con los ojos las exquisiteces exhibidas”. En cambio, “comerse (alguien) con los ojos (a otra persona o algo)” significa también coloquialmente “mostrar en la mirada una pasión vehemente, como codicia, amor, odio, envidia”: “Es evidente su enamoramiento pues te come con los ojos”.
Cuando vamos a adquirir un producto y su precio es excesivo, usamos la locución ‘costar un ojo (los ojos) de la cara’: “Ya nada resulta barato, todo vale un ojo de la cara”. Parecida es la forma ‘como los ojos de la cara’, cuyo valor sirve para ponderar el aprecio que se hace de algo o el cariño y cuidado con que se trata, aludiendo al que cada viviente tiene con sus ojos: “Cuida las plantas interiores como los ojos de la cara”.
Un encuentro inesperado, sobre todo después de mucho tiempo, puede expresarse con la locución ‘dichosos los ojos que te (lo, la, los, las) ven’, como indicio de sorpresa y alegría; y el hecho de llevar a cabo un acto cualquiera con rapidez, en un instante, con extraordinaria brevedad, se refleja en la locución ‘en un abrir/ en un abrir y cerrar / en un volver de ojos: “Los asaltaron y en un volver de ojos les desvalijaron su casa”.
Numerosas son las locuciones formadas con el término ‘ojo’: nos quedaremos con ‘traer entre ojos (a alguien)’ y con ‘vendarse (alguien) los ojos’; con la primera, se quiere significar que se aborrece a otra persona o que se le tiene mala voluntad: “Era evidente que lo traía entre ojos”. Con la segunda, se da a entender que alguien no quiere asentir ni sujetarse a la razón, por clara que sea: “No quiso ver el perjuicio ocasionado, se había vendado los ojos”. Y, por fin, la locución ‘a ojos vistas’, de carácter adverbial, con dos valores: “visiblemente” y “con toda claridad, sin disimulo alguno”: “Sin ninguna inhibición, actuó a ojos vistas”.
El significado de ‘pulso’ es conocido por todos como “latido intermitente de las arterias”. Con este sustantivo, tenemos varias locuciones, siempre con valor connotativo: ‘a pulso’ equivale a un adverbio, con dos valores, el primero con el sentido de “hacer fuerza con la muñeca y la mano y sin apoyar el brazo en parte alguna, para levantar o sostener algo”: “No usó ningún aparato, lo hizo simplemente a pulso”. Pero, además, se dice ‘a pulso’ para indicar que algo se consiguió con el propio esfuerzo, sin ayuda de otros: “En mi vida, he ido logrando cada cosa a pulso”. Queda asociada a otra locución similar: ‘sacar a pulso’, indicadora de que se lleva a término un negocio, venciendo dificultades a fuerza de perseverancia: “Era digno de alabanza pues sacó a pulso su emprendimiento”.
En algunas oportunidades, la persona obra sin vacilaciones, decididamente: ‘no le tiembla el pulso’, como en “No le tembló el pulso para firmar el decreto”.
En ocasiones, antes de tomar una decisión, es necesario tantear el asunto: se dirá, entonces, que ‘se toma el pulso’: “No se precipite para hacer semejante inversión, tome el pulso de la situación”.
¿Es igual decir ‘pulsar’ que ‘pulsear’? ‘Pulsar’ puede ser “presionar una tecla, percibir con la yema de los dedos, dar un toque a la cuerda de un instrumento o al mando de alguna máquina”: “Pulse suavemente la primera cuerda de su guitarra”. Por su parte, ‘pulsear’ es, dicho de dos personas, “probar, asida mutuamente la mano derecha y puestos los codos en lugar firme, quién de ellas tiene más fuerza en el pulso y logra abatir el brazo del contrario”: “Habrá que ver quién gana al pulsear”. Al primero de estos verbos, asociamos ‘pulsación’; al segundo, ‘pulseada’.