El barrio de las ruinas - Por Marta Castellino

Ruinas de San Francisco.
Ruinas de San Francisco.

-Yo tamién me hi visto enredao una vez en asuntos d’ espíritus del otro mundo, y, por Dios, que no me quedaron ganas de meterme otra vez en camisa de once varas... Jué una vez que bajé a Mendoza a traer un arreo de hacienda, hace años. Juí a visitar a un sobrino que vivía en una casa antigua de la calle... no me acuerdo cuánto...”.

Miguel Martos. “El tesoro escondido” ( “Cuentos andinos”, 1928)

El pasado 26 de enero tuvo lugar en las denominadas “ruinas de San Francisco”, del Área Fundacional, un encuentro que concitó gran atención del público, durante el cual (en horario nocturno, por supuesto) se narraron diversas historias de misterio y de terror, ambientadas precisamente en esa zona de la Ciudad de Mendoza, en la 4° sección. “Misterios a la carta” (tal el nombre del encuentro) fue organizado por la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza, por iniciativa de la Directora del Museo del Área Fundacional y su equipo de trabajo, con la colaboración del escritor Martín Rumbo y la participación de un grupo de jóvenes y talentosos narradores y actores y actrices de Mendoza. Contó asimismo con el auspicio de la Municipalidad de San Martín que ofreció a los asistentes un brindis con vinos elaborados por bodegas de la Zona Este.

El escenario escogido para esta original sesión de cuentos no podía ser más adecuado: los imponentes muros que aún subsisten en el lugar, con una iluminación sugerente y la música y los efectos de sonido apropiados, recrearon una atmósfera propicia, precisamente, para el misterio y ¡cómo no! también para el escalofrío que recorrió más de una espalda en algún momento de la velada.

Los relatos que allí se narraron tenían la finalidad de transportar a los espectadores al pasado de la zona, a los años inmediatamente posteriores al terremoto de 1861 que destruyó gran parte de la ciudad de Mendoza y su población. El novelista mendocino Carlos Arroyo, en su novela “Políticos enloquecidos”, nos brinda una conmovedora relación de la catástrofe, ocurrida el 20 de marzo, cuando “la tierra se quebró en muchas partes y de los huecos salían chorros de agua hirviente, según decían, y los que caían no se salvaban. Muchos desaparecieron. El estruendo de las paredes y de los techos que se desplomaban y el polvo que se levantó, que hacía difícil respirar, contribuyeron a aumentar el pánico. Todos los que habían dejado en la casa a algún familiar corrieron desesperados; debían marcharse por el medio de las calles, pues algunas murallas estaban solo a medias tumbadas, y como los remezones continuaban, seguían cayéndose” (p. 23).

La mayor parte de los textos referidos al terremoto, tanto testimoniales como ficcionales, presentan una secuencia similar: la tarde tranquila, el ruido aterrador, el movimiento oscilatorio, la destrucción completa, el silencio seguido de gritos, el incendio, el desborde de las aguas y los saqueos. Este hecho propició el traslado del centro urbano hacia el oeste y el abandono político del hasta entonces núcleo fundacional, convertido ahora en un auténtico “barrio de las ruinas”.

En efecto, como señala Horacio Chiavazza en “El Área Fundacional de Mendoza”, “el sector de la ciudad fundada en 1561 y destruido en 1861 se había transformado en el arrabal, habitado por los que no pudieron trasladarse al sector donde la ciudad fue reinstalada en 1863 (dos kilómetros al sur oeste)”. También, como destaca Cecilia Raffa (“Imaginarios y cultura material en la Mendoza post- terremoto: el barrio de las ruinas”), toda la zona se convirtió en “sitio peligroso y devastado”, propicio a la creación de leyendas y misterios.

Este ambiente es recreado en varios de los “Cuentos andinos” (1928), de Miguel Martos. Nacido en San Juan, radicado un tiempo en Mendoza, para luego retornar a su provincia natal, la labor de Miguel Martos se desarrolla en múltiples campos, además del estrictamente laboral: actor y autor teatral y radiofónico; historiador; poeta; músico; agricultor; minero; periodista... Además del deporte automotor que constituyó una prolongación de su oficio de mecánico.

Martos fue un autodidacta; por varias razones biográficas, su instrucción escolarizada se limitó a la enseñanza primaria, pero su vocación por el saber y por las letras se hizo notoria desde temprana edad y le proporcionó un horizonte amplio de lecturas, al que se sumaría con el tiempo un rico bagaje de experiencias vitales.

A pesar de ser contemporáneo de la vanguardia artística, su obra no refleja el ambiente de renovación estética, y permanece más bien unida a cánones tradicionales, tanto en prosa como en verso. Su forma de expresión es sencilla, directa, natural, impregnada de la vida que procura transmitir; ha sabido captar con acierto el alma popular, que retrata a través de su propio léxico, reproducido con felicidad en muchas páginas.

Siempre hay en sus escritos un trasfondo reflexivo, ético, que no conspira contra el interés narrativo o la tensión poética, pero que explica algunos de los rasgos de su estilo, como por ejemplo el humorismo. Además, crea magistralmente el clima legendario que trasuntan relatos como “El ánima del terremoto”: “Diz que la pobre anduvo muchos días y muchas noches vagando errante por entre los escombros, llamando a sus hijos... Hasta que un día la hallaron muerta, entre un montón de vigas y cañas destrozadas... Dend’ esa época muchos vecinos vieron su fantasma a altas horas de la noche, cruzar como una sombra despavorida por entre las murallas derrumbadas... Y jué fama tamién que se aparecía cuando amenazaba un temblor, y especialmente a los niños. Muchas veces se dio el caso de levantarlos de la cuna, sacándolos al patio o a la calle de la mano, segundos antes del temblor...”

Varios de estos cuentos: “El tesoro del fraile”, “El tesoro escondido”, “El ánima del terremoto”…, además de “Las siete puertas del infierno en Mendoza”, de Martín Rumbo, son recreados en esta original propuesta del Museo del Área Fundacional, que se reiterará el próximo jueves 9 de febrero a las 21,30, en las “Ruinas de San Francisco”, ubicadas en Ituzaingó y Beltrán de la Ciudad de Mendoza. La entrada es gratuita, pero con cupo, por lo que hay que registrarse previamente, para asistir a esta nueva edición de “Misterios a la carta” y disfrutar la obra de autores mendocinos como Miguel Martos y Martín Rumbo.

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