En mi habitual búsqueda de locuciones y de paremias, guardo aquellas que me impactan por su contenido; así, separé la siguiente, de Madame de Staël, muy ilustrativa de una realidad que todos conocemos: “La murmuración se parece al humo porque se disipa pronto, pero ennegrece todo lo que toca”.
¿A qué se le llama ‘murmuración’? Es una conducta humana, que consiste en una conversación en perjuicio de un ausente, censurando sus acciones. Indica una actitud cobarde, pues la acción no se lleva a cabo delante de la persona criticada, sino en su ausencia. Queda vinculado el sustantivo a una de las acepciones del verbo ‘murmurar’ por el hecho de “hablar entre dientes”, no de modo frontal, sino velado y, generalmente, de manera secreta.
Nos sorprende la cantidad de términos equivalentes que nos brinda el idioma: el primero es ‘habladuría’, “rumor que corre entre muchos sin fundamento”, similar a ‘hablilla’ y ‘habladera’, que se definen como el rumor, cuento o mentira que corre en el vulgo: No haga caso de esas hablillas, no tienen consistencia.
Sinónimo resulta el vocablo ‘cotilleo’, relacionado con ‘cotillear’, cuyo valor significativo es el de “hablar de manera indiscreta o maliciosa sobre una persona o sus asuntos”: Ya están en el pasillo con sus permanentes cotilleos. La definición es casi idéntica a la de ‘chismorrear’ y ‘chafardear’. En las familias semánticas de estos vocablos hallamos, por ejemplo, ‘cotilla’ (“persona amiga de chismes y cuentos”), ‘chafardero’ (“chismoso”), ‘chismorreo’ y ‘chismorrería’ (“chisme”): Era increíble cómo esa persona es una chafardera a quien le encantan el cotilleo y la chismorrería.
La acción de llevar y traer cuentos y chismes también puede indicarse con el verbo ‘chinchorrear’: Chinchorreando, chinchorreando, el tiempo se va pasando.
¿Y qué es una ‘chisma’? Aunque no lo usamos demasiado, es igual que ‘chisme’; tanto uno como otro son vocablos que se definen como una “noticia que pretende indisponer”: Siempre está dispuesto a contarte las últimas chismas y los chismes más jugosos”. En El Salvador, el sinónimo es ‘chambre’, con el mismo concepto. En Costa Rica, se replica con el vocablo ‘vinazo’.
Algunos términos desconocidos poseen idéntica definición: ‘argüende’ en México; ‘bembeteo’ en Cuba y Puerto Rico; ‘conventilleo’, usada aquí en Argentina y también en Uruguay y Chile; ‘lengüetazo’, en El Salvador.
Conocemos el verbo ‘comadrear’, con tres acepciones similares entre sí: la primera equivale a “chismear, murmurar”: Las vecinas estaban en la puerta de sus casas, comadreando. La segunda es de tipo coloquial y se usa en nuestro país, en Bolivia y Chile, como “charlar o conversar de cosas sin importancia”. La tercera, también coloquial, significa “contar algo con indiscreción o malicia”. El sustantivo correspondiente es ‘comadreo’: No soportaba el ruidoso comadreo de las tres mujeres.
En plural, existe el sustantivo ‘díceres’ (no ‘decires’), de género masculino y de uso difundido en Andalucía y en varios países de América. Su valor significativo es “dichos de la gente, habladurías, murmuraciones”: “No hay confirmación para esto, son díceres que corren”.
A veces, el regodeo en la difusión de un chisme agrega como ingrediente la maldad: entonces, usaremos ‘calumnia’, consistente en una acusación falsa, hecha maliciosamente para ocasionar daño. En relación con esto, los Códigos Civil y Penal nos remiten a la figura del “animus iniuriandi”, descripto como “propósito de injuriar utilizando expresiones deshonrosas que implican menosprecio o descrédito de una persona”.
Con valor similar a los términos vistos, pero sin connotación negativa, es el sustantivo ‘rumor’ o voz que corre entre el público; el verbo correspondiente es ‘rumorear’, entendido como “difundir un rumor”: Se rumoreaba un intento de destitución.
En muchas ocasiones, al conocerse el tema que pretende divulgar el chisme o murmuración, se genera reacción por parte de los involucrados: allí se utiliza la locución ‘dimes y diretes’, como locución sustantiva en masculino y plural; su significado incluye las contestaciones, debates, altercaciones y réplicas entre dos o más personas: “Furiosos, tanto el chismoso como el perjudicado, anduvieron un buen rato en dimes y diretes”.
Existe un vocablo en español, muy ilustrativo del accionar de una persona afecta a hacer circular noticias, falsas o verdaderas: se trata de ‘correveidile’, que aúna en un solo término tres imperativos, unidos por la conjunción copulativa, que parecen describirnos la premura con que va a moverse el chismoso; además, el pronombre personal ‘le’ que indica al destinatario, receptor del rumor: Es despreciable su conducta de correveidile, siempre dispuesto al chisme.
Los verbos que sirven para señalar la rápida circulación de las noticias son ‘divulgar’, ‘propagar’, ‘propalar’, ‘esparcir’, ‘pregonar’, ‘correr’, que tienen en común el valor significativo de “hacer circular algo oculto que generalmente se considera negativo”: Los murmuradores de siempre concretaron su anhelo de hacer correr rápidamente tan triste noticia.
La condición humana parece no haber variado a pesar del transcurrir del tiempo: vemos que los romanos creían en la existencia de la diosa Fama, encargada de extender los rumores y los hechos de los hombres, fueran o no ciertos, justos o injustos. Ella habitaba entre las nubes y provocaba desórdenes y malentendidos entre los mortales. Se la representaba como una criatura alada, con un ojo detrás de cada pluma y una lengua, que repetía sin cesar aquello que aprendía. La Fama nunca dormía y su accionar se puede ver representado en la frase de Virgilio “Fama volat” (“la Fama vuela”).
La sabiduría popular, siempre presente en las paremias, queda patente en las siguientes, que someto a juicio del lector: “Quien habla mal de los demás contigo, habla mal de ti con los demás”; “Las personas envidiosas y chismosas son como los grillos: hacen mucho ruido de lejos, pero cuando te acercas, se quedan calladas”. Por mi parte, elegí el refrán consignado en el Refranero multilingüe del Instituto Cervantes: “Sanan cuchilladas y no malas palabras”. En ocasiones, se causa menos daño hiriendo a alguien que desacreditándolo, porque el daño físico se puede curar mientras que la murmuración y la difamación producen un daño irreparable.