Viene de realizar uno de los vestidos más importantes de su vida: el de su hija Mora. En Palma de Mallorca, España, Dalila Tahan ofició hace pocos días de madre de la novia y de diseñadora del modelo simple que tan bien representó a su dueña.
“Para su primera fiesta de 15, usó mi vestido de civil. Cuando ella cumplió los 15 se eligió un vestido estampado corto de volados. Cuando tuvo su fiesta de egresados usó una prenda mía, antigua... Mora es sencilla y me enseña a conectar con lo importante”, comparte la diseñadora de vestidos de alta costura más importante de Mendoza. Sus cuatro hijos la conmueven y hablar de ellos es traer la emoción a su mirada.
Aprendió a coser a los 12 años en una máquina a pedal que le prestaba su abuela Carmen, modista de una destacada sastrería de la época en Mendoza, El Cóndor. Su otra abuela, María, fue también parte de sus inicios en la costura. Junto a ella realizó los primeros ruedos de una colección de camisas y camisolas de lino que vendió entre los estudiantes de su escuela. Desde entonces, la práctica en la confección de vestuarios se volvió una tarea presente, con la que pudo comprarse lo que quería, mejoró su situación económica y con el tiempo, se posicionó en un lugar destacado del diseño de alta costura para los momentos especiales de la vida.
Dalila significa en árabe, “buena y cariñosa”. Esta mujer fresca, espontánea y fanática de los deportes, los viajes y el aire libre, es también una amante de las alfombras, las lámparas y las telas que invitan a brillar. A lo largo de casi cinco décadas ha vestido a miles de mujeres y de esa trayectoria poco parece haber cambiado en lo esencial. Junto a su equipo de trabajo, que desde hace más de 20 años la acompañan, son parte fundamental Claudia -su asistente todoterreno- y las modistas Alejandra y Julia. Asegura que su propósito actual está ligado al concepto de lo verdadero y que de las crisis salió con el acento puesto en preservar lo recorrido.
“Después de tantos años de trabajo, de atravesar devaluaciones, cambios de moneda y gobiernos, la estricta economía ha sido fundamental para cuidar el trabajo y seguir haciendo lo que amamos. Hemos atravesado todo tipo de situaciones con la bendición de no haber tenido que pedir nunca un préstamo”, expresa la creadora de un estilo que genera recuerdos imborrables para quienes han tenido el encanto de vestirla. Su proceso, asegura, no implica moldes ni patrones sino una especie de mantra de siete medidas básicas que recita de corrido: “caja de hombros, busto, cintura, cadera, largo del hombro a la cintura, largo de la cintura a los pies -contando el zapato- y ancho de medio busto, cuando la espalda del vestido es baja o no tiene”.
-¿Cómo está armado tu atelier y hace cuántos años funciona en este espacio de la Quinta Sección, en la Ciudad de Mendoza?
-Abrimos el 29 de junio de 2009, el día de mi cumpleaños. Antes tuve un local demasiado grande para estar cerca de mis clientas, en la Avenida Arístides Villanueva, y previo a eso en el primer piso de mi casa de Ciudad. Está armado a modo de taller de diseño y a simple vista los vestidos se ordenan por paleta de colores. Mi espacio no es una boutique ni un mero local comercial. Cada diseño exhibido se termina, con breteles y ruedo, una vez que tiene dueña. Es entonces cuando se adapta a la medida de su cuerpo. Aquí hay unos 350 vestidos de fiesta y alrededor de 75 vestidos de novia.
-¿Es alta costura lo que hacés?
-Es todo alta costura porque la prenda se termina al cuerpo y la alta costura implica coser a medida. Cuando una clienta se vuelve dueña de un vestido se alista cierre, cadera, tajo, espalda, busto y ruedo. También creamos vestidos desde cero de acuerdo a lo que buscan o sueñan tener.
-¿Cómo empezó tu relación con el diseño de vestidos y la alta costura?
-Comenzó a los 12 años, por eso digo que en 2027 estaré cumpliendo cinco décadas desde la confección de mi primera prenda. Empezó como una necesidad económica para pagar la cuota de la escuela, haciendo camisolas de lienzo con teñido batik para venderlas entre mis compañeros del Instituto San Pedro Nolasco. En ese momento entendí el trabajo como algo que debía hacer y no como pasión. Eso vino con el tiempo.
-¿Cuáles son tus orígenes, de dónde provienen tus raíces, tu familia?
-Vengo de ancestros árabes, por parte paterna, de la ciudad de Damasco, en Siria. Por el lado de mi madre, que llegó a la Argentina a los 16 años, el origen es español, del pueblo Caravaca de la Cruz, en Murcia. Tengo las dos culturas muy presentes y creo que tanto mis hermanos como yo heredamos el culto a la familia basado en lo sencillo y lo importante: compartir momentos que valen la pena y estar conectados cuando nos necesitamos, aunque sin invadirnos. La familia es sin dudas mi pilar fundamental y son centrales mis cuatro hijos: Hasan, Mora, Alma y César. He intentado transmitirles que la vida pasa por lo esencial y que lo hecho en casa tiene un valor agregado. En mi caso me encanta cocinar recetas árabes, amo el folklore que implica y también hacerlo para muchos.
-¿Dónde creciste y cómo recordás tu infancia y tu adolescencia?
-En Guaymallén en una casa muy humilde de adobe con la fuerte presencia de mis abuelas, porque una vivía conmigo y la otra en la esquina. Era caminar entre una casa y la otra para estar con ellas. Mi madre fue ama de casa y mi padre tuvo un taller metalúrgico en el que hacía trabajos para el Instituto Nacional de Vitivinicultura. En cuanto a mi adolescencia fue bastante apretada y muchas veces me iba de la escuela a mi casa para coser, porque me interesaba generar dinero para costear mis gastos. Entendí que mis padres no podían darme los gustos que yo quería y para mí eso no representó un sacrificio. Hoy puedo decir que mi capital nació de esa carencia económica. Siempre he practicado muchos deportes y he tenido una especial orientación por estar en la naturaleza.
-¿Estudiaste diseño?
-Soy completamente autodidacta. He dado charlas a estudiantes, algo que me fascina, y hemos recibido a muchos pasantes que se han formado en la práctica aquí. Creo que en Mendoza falta poner a prueba lo que se estudia en el área del diseño de indumentaria y textil. En mi caso aprendí cortando, probando y a pura prueba y error. Cuando me escapaba de la secundaria yo tenía una moto chiquita a la que cargaba con un bolso y salía a vender polleras y camisas que amaba hacer. Hasta le armé vestuarios rockeros a la banda Alcohol Etílico. No soy ejemplo de nada, inclusive me faltaron tres materias para terminar la secundaria, pero esa fue mi experiencia. Lamentablemente hoy también ocurre que el exceso del botón tecnológico retrasa o anula el desarrollo creativo. Lo creativo nace de otro lugar. Después de eso empecé a trabajar en talleres de marcas hasta que me abrí, me casé y armé mi primer local en mi casa.
-¿Recordás cuál fue el primer vestido que hiciste a medida?
-Fue en 1990 cuando vino a mi casa la empresaria hotelera Verónica Sottano, ahora hermana de mi alma, y me dijo: “Me caso y quiero que el vestido lo hagas vos”. Ella me conoció a partir de una amiga suya que tenía una prenda hecha por mí y la verdad es que ese diseño, mi primer vestido de novia, trascendió. A partir de ahí sucedieron muchos encargos de amigas, conocidas y clientas que confiaron en mi trabajo. Tengo en mi historial más de 3.000 vestidos de novia y eso es muy fuerte para mí. Creo que en todos está puesta la sencillez, el criterio y el equilibrio. El propósito principal es que quien sale con su vestido se vaya feliz.
-¿Para qué ocasiones vestís y has vestido?
-Vestidos de egresadas, novias, bodas de plata, madrinas, testigos, fiestas de 15, la madre, la abuela, la niña, la tía, la prima. Para una cantidad de eventos impresionantes, para desfiles muchísimas veces, bienales y ferias internacionales.
-¿Cómo te vinculás en relación a los cuerpos, las medidas y las confecciones?
-No encuentro ninguna limitación en ningún cuerpo. Si como diseñadora buscara medidas perfectas la limitación sería mía y eso no me lo permito. Si alguna vez hiciera eso no estaría gestionando con mi vocación ni mi voluntad. Mi oficio es muy digno y me ha regalado gratitudes ilimitadas. En otro orden de cosas, el mundo de amigas que tengo es gracias a lo que hago. Por otra parte la solidaridad está ahora muy presente para mí y en mi espacio de trabajo hay un cuarto separado con prendas donde lo que se vende se destina a ayudar a otro.
-¿Cuántos desfiles has hecho?
-Muchos y en mil lugares. Inauguré el Auditorio Angel Bustelo, las escalinatas de Gobierno, en Buenos Aires participé de bienales, en eventos del vino, en congresos mundiales de vitivinicultura, en mis espacios y en 23 ediciones de Vendimia. Aprendí mucho de la mano del ingeniero Raúl Castellani, del histórico director de vendimias Pedro Marabini, que es mi padrino artístico y lo amo, y de Gabriel Canci junto a su familia.
-¿Por qué se caracterizan tus diseños?
-Porque vuelan. Hay algo particular y a simple vista que permite identificar un vestido como mío. Creo que ese estilo definido, difícil de poner en palabras, es una construcción del tiempo.
-¿Qué proyectos te esperan?
-No hago proyectos actualmente a largo plazo. Hoy vivo el ahora, lo que me toca, elijo a las personas con las que quiero estar, disfruto donde brilla lo simple y mi aspiración ahora es bastante espiritual. Esto tuvo que ver con una gran crisis personal. Antes perseguía sueños y tuve la suerte de cumplirlos pero también le puse un techo a mi ambición para conectar con la simpleza de las actividades de mi día, desde venir a trabajar hasta lavar los platos.
Ping Pong
¿Viaje favorito? Marruecos. El año que viene me daré el gusto de recorrer algunos países de la Ruta de la Seda.
¿El mejor recuerdo de tu vida? El nacimiento de mis hijos.
¿Tu prenda preferida? Un jean y un par de zapatillas.
¿Lo mejor y lo peor de Mendoza? El Sol y el Zonda.
¿Tu diseñador predilecto? Armani.
¿Algo que no pasa de moda? Un blazer negro y una remera blanca.
¿La banda de tu vida? Tengo muchas pero voy a decir Phil Collins.
¿Un hobby? Cocinar comida árabe y española.
¿Una película? El camino del guerrero.
¿Mejor compañero o compañera de aventuras? Verónica, Claudia y Silvina.
¿Telas predilectas? Satén de seda, crepe Armani, crepe moss y en este momento mucho spandex con brillos y entramados nobles.
¿La maternidad? Estar cuando te necesitan, acompañar y dejar crecer a mis hijos sin invadirlos.
Vendimia por Dalila
Desde hace 21 años Dalila Tahan está vinculada como diseñadora a la Fiesta Nacional de la Vendimia. La celebración más importante de la vitivinicultura en Mendoza es para esta creadora un movimiento vertiginoso de pruebas de vestidos que acompañan a las reinas y sus candidatas departamentales durante eventos y agasajos. “Soy muy exigente con el tema de Vendimia porque mostrar mis diseños es una responsabilidad que me tomo en serio.
Este año me voy a presentar a la Vendimia de Guaymallén. Los vestidos dependen de la cantidad de distritos de cada departamento y cuando te presentás lo hacés con un pliego como proveedora del Estado. Luego existe un proceso de selección que se gana: no hay acomodo en esto”, explica la diseñadora que se lanzó a esta tarea por primera vez, por pedido del intendente radical Víctor Fayad.