Dalia Gutmann vuelve a Mendoza con un show renovado. La comediante reúne en “Tengo cosas para hacer” todo el humor ácido y agudo al que nos tiene acostumbrados. La cita este viernes a las 21, en el Teatro Mendoza. Las entradas se pueden conseguir a través del sitio EntradaWeb y van desde los $3200 a los $3800.
Después de nueve años con “Cosas de minas”, Dalia retoma este unipersonal que había quedado interrumpido por la pandemia. El nombre de este show responde a cuestiones cotidianas y a una frase que la propia humorista acostumbraba a decir y que ahora la dice todo el mundo en épocas de acelere y vértigo.
“Le subí el volumen al show anterior, es como más delirante y más caótico”, señala sobre este espectáculo Dalia, quien además la está rompiendo en la obra “Como te soñé” junto a Ezequiel Campa, con dirección de Esther Goris.
-¿De dónde sale toda la inspiración para tus espectáculos?
-En general, cuando vivo mi vida cotidiana, hay una parte de mi cerebro que está como entrenada para escuchar conversaciones. Voy a la plaza y escucho, voy al bar y escucho. También desarrollé esta cosa de estar muy atenta a mis emociones internas, entonces cuando algo me parece cómico, no porque sea cómico en sí, sino por lo ridículo, por lo angustiante o por algo que me hace ruido adentro, trato de anotarlo. Este es un show que a mí me gusta mucho hacerlo y lo disfruto. Me parece básico de la comedia el divertirte con lo que hacés, sino es muy difícil que la gente se pueda divertir.
-Por lo general, los humoristas o standuperos tienen una mirada muy particular de la realidad. Ven cosas que al resto se nos pasan.
-Sí, sería como ser un sociólogo de las boludeces, ¿no? Un sociólogo de esas cosas a las que un sociólogo de verdad no le presta atención. El que hace stand up tiene una cosa que es que todo el tiempo tiene que estar atento, porque algo que es un hallazgo hoy, en seis meses ya no lo es. Otra característica, es que dice en voz alta eso que mucha gente quizás piensa, pero no se anima a decir o no encontró las palabras para para expresarlo. Tiene mucho que ver con exponerse.
-¿Alguna vez le tuviste miedo al ridículo?
-Sí le tengo miedo. Me pasó que subí un video porque quería comunicar algo, y se me ocurrió algo y lo subí, y resulta que estoy en malla, y yo soy como de ponerme en bolas, es algo que me divierte porque no tengo un cuerpo escultural, pero me da un poco de vergüenza, pero a su vez es como que digo: “alguien lo tiene que hacer”, no puede ser que solo puedas mostrar tu cuerpo si tenés un lomazo. La mayoría somos las otras. Cuando subí el video alguien me pone “ridícula” o algo así y yo me digo “esto no tiene ni que dolerme. Obvio que soy ridícula. Me dedico a la comedia, si no fuera ridícula me dedicaría a otra cosa”.
-Y el miedo a no causar gracia, a que los otros no se rían, ¿existe?
-Yo me dedico a algo que es tremendamente expuesto y real. Esto no es como el drama u otras disciplinas artísticas que no sabés bien lo que el otro está pensando, acá la risa es súper buchona. Para dedicarte a la comedia tenés que saber que no siempre va a haber risa porque te puede tocar un público que no tenga ganas de reírse o quizás la gente está con un mambo tremendo y le está costando conectar con la alegría. Es parte del laburo. Es un miedo que está siempre porque uno nunca sabe cómo va a ser la próxima función, a pesar de que la pudiste haber roto hace cinco minutos.
-¿Se le baja el precio al humor frente a otros géneros o representaciones artísticas?
-Yo creo que eso de que “se le baja el precio” es medio antiguo. Me parece que es de otra época, en donde el drama era lo importante. Es un prejuicio que con los años se está derribando.
-¿Por qué elegiste el humor como carrera?
-La vocación no tiene mucha explicación. Cuando yo era adolescente no sabía que existía esto, yo quería ser una buena locutora, una buena periodista. Yo quería ir por ahí y lo del humor empezó siendo un hobby. Yo tenía mi laburo de periodista y los fines de semana me subía al escenario y me hacía bien, sentía que había algo que funcionaba. La gente se reía siempre y escuchar risas es vida. Cuando me di cuenta que empecé como a poder vivir de esto, hace muchos años, dije: “Ah no, pero este es mi trabajo principal, no el otro. Este es el que disfruto, el que me gusta y que siento que sirvo”.
-Muchos te conocimos en AM (magazine conducido por Vero Lozano y Leo Montero) en donde nos hiciste reír un montón. ¿Ahí empezó todo?
-Yo ahí ya venía haciendo stand up hace un par de años. Ya me había recibido de locutora, pero nunca había encontrado un trabajo donde se pudiera juntar la locución con la comedia. Siempre era que me cagaban a pedos porque la locución no la hacía tan correcta como buscaban, pero en AM fue el primer trabajo, y encima en Telefe, donde se me permitió ser locutora, pero también podía sacar mi faceta humorística. Esa fue como la gran oportunidad y aparte me tocaron dos conductores con mucha generosidad, porque me abrieron las puertas para jugar con ellos en su programa. Hay una cosa muy “Gran Hermano” y es que la gente la quiere pegar. Eso no se puede manejar. Lo que se puede hacer es laburar y tomar en serio el trabajo, y en un momento algo va a suceder. Eso de hacer algo para pegarla, me parece algo imposible y súper frustrante.
-¿Cuál es el medio en el que te sentís más a gusto?
-En el teatro tengo una libertad que en la tele no. En el teatro puedo hacer un poco lo que se me cante. Desde el momento en que apareció el minuto a minuto en la tele, yo sentí que no servía para la tele porque no sirvo para el impacto. En la tele de hoy no termino de encontrar dónde podría funcionar, pero sin dudas es un medio espectacular y es un medio poderosísimo, donde llegás en un mismo momento a todo un país. Me encanta la tele, pero con los contenidos de hoy en día no me veo funcional a la tele de hoy.
-¿Se puede hablar de un humor de mujeres y un humor de varones, o es una discusión demodé?
-Es como un gran debate. Yo soy mujer, siempre fui mujer y entonces tengo experiencias de mujeres que hay muchos hombres que no las tienen porque o no las viven o porque no les pasó o porque son rituales que se dan entre amigas y que a mí me gusta mucho salir a compartir eso. Si bien no es un show en el que los hombres se van a sentir incómodos, sí reconozco que hablo mucho desde mi ser mujer porque conozco mucho el género y porque sé que hay cosas que son muy empáticas entre las mujeres, que los hombres, a veces ni registran que nos pasan, esta cosa muy cíclica que tenemos de estos cambios todo el tiempo en el cuerpo, en la variabilidad de la emoción, hay un montón de cosas que son mucho más nuestras y que entre nosotras este lo re entendemos y quizás un chabón lo entiende, pero de otra manera. Cuando yo estudiaba stand up, había quien decía en esa época, verano del 2004, “traten de no caer en el humor minita” y me parece un prejuicio idiota, cada uno tiene que hablar de lo que quiere, si no es como que no estás siendo genuino. A mí me apasiona hablar de cosas de mujeres.
-¿Se puede hacer humor con todo?
-Uno puede hacer humor con todo lo que se banque de ellos. Mi límite es eso, ¿me banco lo que me vuelva? No, la verdad es que no y entonces no lo hago. Mi límite está también en lo que me divierte, porque hay temas que no me divierten. Me parece que cada humorista sabe cuáles son sus límites. y depende más que nada del humorista. Yo no juzgaría nunca “uy, ese hace humor con el cáncer”. Si esa persona se la banca y se banca lo que viene, no soy quién para reprimirlo.
-Mencionaste el tema de las redes sociales, ¿cómo te llevas con las redes? ¿Potenció el trabajo de los comediantes, específicamente, o se complicó?
-Las redes son un medio hiper democrático. Bien utilizada es súper democrática y te da muchas más posibilidades de las que había antes, que si no estabas en alguno de los que programas de la tele no te conocía nadie. En ese sentido son buenísimas y es como todo, ¿no? Después está el uso que le da cada uno.