Carlos Rottemberg ha sorteado todos los gobiernos, todas las crisis y nunca dejó de apostar por el teatro y por fortalecer su empresa. Es uno de los productores teatrales más importantes de la Argentina, dueño de salas, que cada año busca reforzar la oferta de espectáculos.
Desde hace varios años, su hijo Tomás se sumó al trabajo de su empresa y es uno de los pilares con lo que cuenta Rottemberg en el día a día, en un rubro que nunca descansa, y donde el riesgo y el fracaso están presentes.
Este verano, llevará a La Feliz diez espectáculos durante la temporada de verano, que comienza la semana próxima y que propone una grilla variada, con humor, musicales, obras de autor y espectáculos para todo público.
-¿Ya estás acostumbrado al vértigo de hacer una nueva apuesta cada año?
-Yo soy empresario teatral desde hace 49 años. Comencé a dedicarme en el gobierno de Isabel Perón, antes de la dictadura del ‘76. Por lo tanto, pasé Democracia y Dictadura, pasé hiperinflación y corralito, plan bonex, dólar negro, australes, peso moneda nacional, patacon, lebac, lecop, temporadas en donde no podíamos encender la marquesina. Lo digo por la coyuntura y uno se va curtiendo. Por lo tanto, cuando vos constituís una empresa como esta, la vas adaptando a los tiempos. Lo que uno trata es de maniobrar con la mejor precisión posible, para llevar a buen puerto en cada momento esa empresa. Y con ese criterio manejo mi empresa de teatro, y cuando los vientos soplan más a favor produciendo con mayor libertad y posibilidades. Y sabiendo que hay otros momentos como ahora, donde planteamos un precio de entrada amigable para el espectador, porque lo que más me interesa es defender el ámbito teatral, mirar la película completa y no la foto de una temporada. Mi mensaje es seguir haciendo. Y esa es la fórmula que me acompaña hace casi cinco décadas.
Una temporada variada en propuestas para todo público
Además de anunciar las distintas propuestas teatrales que estarán en la cartelera marplatense, Carlos Rottemberg anunció que el valor de las entradas para este verano se mantienen al mismo precio que el actual. Los precios van desde los $8000 a $13000, más el costo de compra de las plataformas.
Para estos meses, producciones como “El Beso”, la comedia con Luciano Castro y compañía; “Perdida Mente” de José María Muscari; “El Amateur” o “El Equilibrista” con Mauricio Dayub; “La última sesión de freud”; “Soltero 2.0″ el unipersonal de Juampi González; “Bossi Live Comedy”; “La Jenny ¿Dónde está Juan Carlos?” y “Dos piratas y un tesoro”, con los hermanos Eugenio y Culini Weinbaum, conocidos por su ciclo televisivo MDQ son parte de las diez propuestas que el empresario apostó a poner en cartelera esta temporada de verano.
“Esta es mi temporada 46 en Mar del Plata y programamos diez títulos. Mantenemos ese número, con una programación heterogénea, dirigida a las primeras minorías y las primeras mayorías (ríe). Tratando de ser abarcativo con el gusto del público”.
-Y esta coyuntura, ¿te hace acordar a otros momentos de crisis?
-Son todos distintos. Ni hablemos cuando fue la gripe A o la pandemia del Covid-19. Son distintas, pero lo que me parece es que los argentinos en cualquier rol tenemos ya un ejercicio de vivir en crisis. Es más, a veces le digo a mi mujer: “Mirá si me va mal si no hay crisis”. Porque yo me acostumbré a vivir en crisis, tengo expectativas, la crisis siempre existe y se profundizó. Lo que uno tiene que hacer es no traicionar ciertos valores personales llevados al trabajo. Lo que tiene que ver con la ética, con la palabra, con honrar los compromisos, eso no se lo tiene que llevar puesto la coyuntura. Creo que hay que seguir actuando como nos enseñaron nuestros viejos, ese es el aporte ciudadano que cada uno puede hacer para intentar que más gente viva mejor. Eso no tiene foto, sino es la película de la vida ciudadana. Muchas veces vapuleada, pero yo creo en eso e intento a mis tres hijos brindarles como resumen de lo que tenemos que hacer.
-¿Eso va de la mano de la decisión de congelar el precio de las entradas?
-A mí me mueve como consumidor de otras cosas, no es un tema solidario, sino que es cómo preservar amigablemente a nuestra audiencia. Me ha pasado en casi 50 años de tener que perforar para abajo las entradas, justamente para mantener la rueda de la cantidad de público. Y es un momento para eso, algunos lo tenemos que hacer. No podemos trasladar la estampida de precios e inflación, porque lo único que haremos es espantar a la gente de la boletería. Tenemos que maquillar algunos costos, para que siga pareciendo lo mismo y no trasladar el costo a la entrada. Y para que el día de mañana si se pueda recuperar ese costo, se haga.
-¿Seguís buscando lo novedoso pese a la experiencia que tenés?
-Me interesó siempre, tiene que ver con la vocación. Y hoy, a diez años de haber empezado a trabajar con mi hijo Tomás, estoy trabajando más en sus 50 años de teatro, no en los míos. En todo caso los míos están transcurriendo. Pero miro la continuidad de esta empresa fundada hace 49 años. Y veo en Tomás esa vuelta de tuerca, incluso con más estudios que el mío. El otro día en una entrevista recordé que mi hijo en una entrevista dijo que yo soy más institucional, y él está más en el día a día. Y me gustó porque es cierto que soy institucional en todo, y creo en las instituciones. Pero además, me gusta su mirada como hijo de ir por el lado del diálogo, de estudiar el mercado. Porque no hay una facultad que te apruebe para programar. Se trabaja por lo que sentís, y acertás o te equivocás. No es científico, a mí me gusta decir: “El teatro no tiene palabra de honor”. Porque con la misma fórmula hacés una obra y es un éxito, y luego hacés otra y es un fracaso.
Los éxitos, los fracasos y las políticas culturales para el sector
-Es el aprendizaje constante y tener esa cintura para sortear los fracasos.
-Así es. Les pasa a las multinacionales de cine, o a las productoras de Broadway con los musicales. Inexorablemente, son más los espectáculos que no funcionan que los que funcionan. Lo que pasa es que lo que funciona tiene muchos testigos, en cambio los fracasos los escondemos debajo de la alfombra. Duran poco.
-¿Hay algún fracaso que te dolió más de la cuenta?
-Muchas veces, no te hago el listado porque son muchos: tengo 1008 estrenos. Pero sobre todo la frustración es por los artistas que se suben al escenario, porque el autor, el director, la productora, no lo viven igual porque no tienen que enfrentar al público. Yo lo sufro mucho por los artistas, porque son los que se tienen que quedar cuando la sala está vacía. Los demás podemos lamentarlo desde casa, pero no ponemos el cuerpo como los artistas.
-¿Cuál crees que es la política pública en la cultura para fortalecer el sector?
-Por un lado, estoy convencido de que hay ciertas obligaciones y derechos, que toma la ciudadanía para lo público, vale para la educación, la salud o la cultura, que tiene que estar presente el Estado. Siempre estará lo público, y en el caso de la cultura, sobre todo el teatro independiente en todas las ciudades del país, que si no tiene un apoyo del Estado no se puede sostener. Y como privado tengo algunos conceptos que los repito siempre; no me gusta ser capitalista en el éxito para convertirme en socialista en los fracasos. Si soy privado, lo soy al 100%, no le pido nada al Estado, porque el Estado tiene esas obligaciones para quienes lo necesitan. Me parece que el riesgo es la justificación moral del empresario y así lo llevo a la práctica. Y cuando cumpla el año que viene 50 años de profesión, sé que cumpliré cinco décadas sin haberles vendido nunca una entrada a ningún gobierno. Si me mantuve en la actividad privada, fue gracias a la venta de boletos de todos los días.
-Me imagino que te han ofrecido del otro lado alguna producción.
-Sí, muchas veces, pero siempre dije que no por esto que sostengo. Tuve claro el rol desde que empecé, y a esta altura no lo voy a cambiar.
-¿Sentís tranquilidad al ver a Tomás trabajar y continuar en el mismo rubro y sosteniendo la empresa que fundaste?
-No solo tranquilo, sino por cómo lo está haciendo. Y no lo digo como papá, lo digo como colega, está totalmente aprobado. Pero esa línea de premisas de vida se está cumpliendo. Hace más de 25 años que no tenemos contratos firmados con ninguna actriz, actor o productor en una hoja en blanco. Y esa es la escuela de Tomás, por eso lo aplaudo, por cómo trabaja.
-¿Crees que hoy Argentina sigue siendo esa gran vidriera de los espectáculos?
-Argentina sigue siendo una capital de artes escénicas muy potente, y sino miremos cómo los grandes shows internacionales se presentan en estadios y buscan llegar al país. El público argentino es teatrero porque llena las salas. Y las artes escénicas, teatro y música, gozan de salud desde hace muchas décadas. Incluso se nota en cada fin de semana, o cómo los visitantes de Buenos Aires eligen el teatro como una salida casi obligada.
-Hay una sana costumbre que son las giras teatrales cada año por ciudades de todo el país, eso no cambió con los años.
-Argentina en cada comunidad tiene público que va al teatro y eso no cambió. En el 2002 yo tuve una de mis últimas funciones en gira en el teatro Mendoza, en la calle San Juan. Y cuando volvía a Mendoza y veía que en la calle Lavalle no estaba el teatro Ópera o los cines, y daba la vuelta y pasaba por el teatro Mendoza, pensaba en que no podía ser que desapareciera. Y me acuerdo que le pedí una entrevista a Rodolfo Suárez cuando era intendente, y sin ningún interés más que se recupere ese teatro. Y le dije que cuando lo abrieran iba a venir a la inauguración. Y me invitaron y fui. Y como teatrista me dolía que esa sala estuviera cerrada. Porque creo que las salas teatrales son el puntapié inicial para que suceda el hecho artístico, y son patrimonio de la comunidad que está representada en esa sala. Y es una de las patas culturales de cualquier comunidad.