Bienestar laboral y salud mental

Se habla mucho de esta problemática, pero poco del costo que implica este proceso y las características de su reverso.

Bienestar laboral y salud mental
Ser feliz en el trabajo: lanzan en Mendoza una entidad que promueve el bienestar laboral

Mucho se ha hablado sobre el bienestar laboral que debe fomentarse en las empresas para garantizar mejores resultados. Sin embargo, poco se evidencia del costo que implica este proceso y las características de su reverso, cuando los índices no reflejan los mismos valores de satisfacción en los equipos. Qué importante es también mirar hacia las sombras del fenómeno y poner nombre a lo que sucede.

El lado A y B del Bienestar Laboral

La salud mental es un tema que, favorablemente, se ha ubicado en agenda de prioridades, no solo en la sociedad en términos genéricos, sino con especificidad en las empresas y organizaciones. En este campo, se ha entendido que, para lograr un crecimiento sustentable, la principal inversión es en el capital humano, favoreciendo su bienestar y satisfacción laboral.

Muchas empresas orientan sus acciones a desarrollar programas que promuevan la salud física y mental de sus equipos de trabajo y, así, contribuir a un mejor clima laboral y consecuente productividad.

No es casual que, en el último tiempo, dentro de las agendas corporativas de capacitaciones o programas de aprendizaje, se hayan incluido y fortalecido temas tales como la inteligencia emocional, la motivación y el team-building, estimulando espacios de distención, apertura y comunicación.

Sin embargo, en ocasiones, estas propuestas quedan en grandes ideas o primeras aproximaciones, que luego no se consolidan en un verdadero cambio cultural, muchas veces volviendo a foja cero o cayendo nuevamente en “ruedas hamsterianas” de la dinámica laboral.

Al interior de las organizaciones, transitan personas que enfrentan diariamente situaciones de presión, malestar y altibajos emocionales que deben convivir en un espacio compartido de trabajo.

Durante muchos años, se repetía una frase poco amigable que refería a que los problemas personales debían quedar fuera del trabajo y no mezclarse. Si bien es válido considerar que la gestión de las emociones es una tarea necesaria para llevar adelante tareas, responsabilidades y objetivos en un puesto, el mensaje de disociarse y “dejar todo afuera” es tan lejano a la realidad humana, que proporcionaba una carga adicional, desembocando en malos resultados.

Y, si bien, esta mirada fue mutando, hay una exigencia de bienestar y productividad que atenta con los tiempos y procesos propios de cada persona.

Los ritmos y sobrecargas que se instalan en muchos escenarios laborales, no dan suficiente tiempo a procesar o elaborar los recorridos laberínticos en las cabezas de trabajadores que lidian con numerosos desafíos.

¿Lobo, estás?

Muchas veces los trastornos psicológicos o, en escenarios no tan marcados, los simples desvíos a las normas esperables, rondan como fantasmas, sin ser nombrados o explicitados.

Todos saben que allí están, pero se sigue “jugando en el bosque”, simulando que no es tan importante o que es problema del futuro. Hasta que el lobo se aproxima más…

Los trastornos de ansiedad, ataques de pánico y estrés son problemáticas extremadamente frecuentes y con alta prevalencia en la actualidad. Es muy probable que, al describir algunos de los síntomas preponderantes en estos cuadros, un alto porcentaje de personas se sienta identificado, considerando que lo han experimentado, al menos una vez en sus vidas.

Por supuesto, no es lo mismo experimentar ansiedad, que atravesar un trastorno de ansiedad, en donde la calidad de vida se ve afectada significativamente. Pero también es cierto que muchas personas han escalado en sus niveles de ansiedad, percibiendo sentimientos de pérdida de control e incertidumbre que llevan a vivenciar mayores niveles de malestar y agotamiento.

Y cuando la palabra no circula, el peso de lo que está afectando y no puede manejarse lo suficientemente bien, se hace más intenso. General culpa y soledad.

El rescate de la palabra

En el plano del espectáculo, muchos artistas rompieron el silencio para confesar sus emociones. Personajes, tales como Alejandro Sanz, Tini Stoessel o el fallecido Matthew Perry, pusieron en evidencia que el malestar psicológico existe y que no es “anormal” sentir ansiedad, angustia o desmotivación.

Y cuando esa olla se destapó, muchas otras personas buscaron hablar de lo que les pasaba, validando sus emociones y poniendo palabras donde sólo había vacíos.

Lo curioso es que, al hacerlo, lejos de sentirse segregadas, esas personas lograron un impacto que acercó a una audiencia empática e identificada con esas historias.

En un episodio del Podcast 0 miligramos, Santi Talledo conversaba con Agustín Rada Aristarán sobre la ansiedad y los ataques de pánico. El artista narraba en primera persona cómo había tenido que suspender uno de sus shows por el alto grado de malestar y ansiedad que sentía arriba del escenarioen ese momento. En el siguiente show, tuvo la posibilidad de sincerarse con el público y confesar su malestar, advirtiendo que, de caer en un nuevo “desvío”, pudieran comprender el contexto y tenerle paciencia.

Este acto de sinceramiento puede, en ocasiones, relajar, bajar la vara, considerar que muchas veces estar al 100% no es posible, pero que se puede seguir, en una potencia menor pero continua y sustentable.

En las empresas, abrir espacios de diálogo, donde la palabra pueda hacerse presente para reconocer los miedos, ansiedades, angustias y confusiones, puede tener un impacto importante y complementario al trabajo sobre el bienestar laboral.

Cuando la palabra circula, se explicitan los miedos y se reconocen las debilidades, se aflojan las defensas, se logra mayor empatía y se reduce el miedo escénico.

Se trata de un trabajo continuo y de apertura. Lleva tiempo, pero solo cuesta palabras y voz.

La autora es Lic. en Psicología (MN 48082) y directora en SCI COMUNIDAD

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