Benjamín Vicuña sobre el libro que escribió para su hija Blanca: “Yo creo que la palabra sana”

Benjamín Vicuña publicó “Blanca, la niña que quería volar”, un tributo a su hija fallecida en 2012. En una charla a corazón abierto, habla del duelo y la experiencia liberadora que significó contarlo en un libro.

Benjamín Vicuña sobre el libro que escribió para su hija Blanca: “Yo creo que la palabra sana”
Vicuña benjamin

Benjamín Vicuña acaba de publicar su primer libro: “Blanca, la niña que quería volar” (Planeta). “Es un tributo a mi hija y una expresión desbordada y honesta de la experiencia que me tocó vivir. Una tragedia que me atravesó como un rayo y me dejó vacío”, asegura el actor.

Esa catástrofe personal a la que el artista se refiere es la muerte de su primera hija, Blanca, fruto de su matrimonio con Carolina “Pampita” Ardohain. La niña falleció en 2012 a los seis años de edad, y la vida dio un giro para toda la familia. “Esa cicatriz y ese dolor son como el amor: te acompaña toda la vida y nunca desaparece”, explica el autor.

El actor publicó "Blanca, la niña que quería volar" que contiene desgarradores párrafos escritos por Pampita tras la trágica perdida de la niña.
El actor publicó "Blanca, la niña que quería volar" que contiene desgarradores párrafos escritos por Pampita tras la trágica perdida de la niña.

Vicuña no maquilla esa tristeza, pero tampoco hace gala de ella. Remarca una y otra vez que el duelo es personal e intransferible y que esta obra no pretende ser un manual de autoayuda sino que habla de su propia metamorfosis y de las herramientas que le sirvieron para acompañar ese tránsito. Habló de esto y más en esta entrevista que dio a diario Clarín.

-¿Cómo evitaste que el libro sea una suerte de manual, una edición de autoayuda?

-Repito bastante que no es autoayuda con el objetivo de que se entienda que no estoy bajando ninguna línea. A mí tampoco me gusta que me den consejos cuando no los pido, es una de las largas reflexiones que tuve durante este proceso. Es el testimonio de un proceso de duelo que, como siempre repito, es absolutamente individual. Si alguien puede encontrar -y eso espero- alguna herramienta, alguna inspiración, alguna luz en la mitad del océano para no sentirse tan solo, la misión del libro está cumplida.

-¿Cómo fue el proceso de escritura?

-Yo creo que la palabra sana. Siempre me gustó refugiarme en los libros, desde chico. Creo que te dan un mundo paralelo y, a la vez, desarrollan un mundo interno. Reconozco que el proceso fue duro, pero sentí la necesidad: por un lado, desde la catarsis; y por el otro, para recopilar fragmentos de estos últimos diez años de mi vida y compartir con muchas personas que día a día me manifiestan cariño y preguntas, entendiendo que me ven como un referente de algo que viví y de lo que aparentemente pude salir adelante. Esa responsabilidad, ser una especie de embajador del dolor, me hizo escribir el libro. Una de las cosas que me frenaban, más allá de abrir una puerta y de materializar lo que yo estaba sintiendo, era que algo tan sensible e íntimo como un duelo pudiera ser sacado de contexto. Pero la pulsión fue más fuerte y no me arrepiento. Estoy muy movilizado con lo que está pasando con el libro y lo que está generando. El duelo es algo que nos atraviesa a todos, es absolutamente transversal. El libro está con una demanda muy grande y eso te habla de muchas personas que lo han vivido y de otras que quieren saber acompañar uno de los misterios más grandes de la vida, porque la muerte es parte de la vida. Es un manto de amor muy lindo, como el que yo recibí cuando vivimos lo de mi hija, donde la amistad, el cariño y la contención fueron un contenedor y un pilar fundamental para salir adelante.

El actor chileno publicó un libro en el que recuerda a su hija en común con Pampita y contiene relatos desgarrados de la modelo.
El actor chileno publicó un libro en el que recuerda a su hija en común con Pampita y contiene relatos desgarrados de la modelo.

-Más allá de sentirte por momentos “un embajador del dolor”, ¿cómo y cuándo asumiste que no eras sólo eso y que la muerte de Blanca no era lo único que te definía?

-Pasé de ser embajador de Unicef a esto. A mí me molesta la necesidad de calificar y clasificar a las personas rápido. Por supuesto que soy muchas más cosas que lo que me atravesó en la vida: hay un niño, hay un joven, hay un hombre, hay un padre, hay un hijo, hay un profesional, hay un hombre alegre que juega con sus niños y cría, hay un hombre que ama la vida, que le gusta el teatro y ama su vocación. Lo del embajador del dolor fue a pesar mío. Yo sentía que por momentos se me acercaba gente en lugares íntimos, en mesas chicas, en mesas grandes, a través de programas de televisión y de redes sociales y me decían ‘Benjamín, perdona que te pregunte, pero yo estoy viviendo esto...’. Y es inevitable sentir esa responsabilidad de tener que contestar, de querer ayudar con un testimonio. Muchas veces respondí con lo que recibí yo, cuando pedía a gritos que me dijeran cómo hacer con esto, si la pena, la angustia y el dolor se iban a acomodar en algún momento. Una persona muy importante, un psicólogo y escritor chileno que había vivido la muerte de su hijo, me dijo que el dolor se transformaba. Y eso fue exactamente lo que pasó: de la mano del tiempo, de diferentes herramientas, de la terapia, del amor y de la amistad. Pero, básicamente, del tiempo.

Benjamín Vicuña con Blanca. (Instagram Benjamín Vicuña)
Benjamín Vicuña con Blanca. (Instagram Benjamín Vicuña)

-¿Cómo lograron, como familia, que el recuerdo de Blanca no quede ligado únicamente a la tristeza y que se la nombre con alegría, sobre todo entre sus hermanos y hermanas?

-Eso fue parte del proceso, de la dinámica. Fuimos del dolor más absoluto, de la negación, de la rabia, a la aceptación. Es un proceso larguísimo. Esto son cinco pasos para adelante y dos para atrás. Es como el viento, hay que dejarse llevar; hace que todo se limpie pero después vuelve a llover. Hay un período donde empezás a recordar con una sonrisa en la cara y te das cuenta que con una anécdota podés volver a reírte. Es una sonrisa genuina, viva, ya no es melancólica. Y ahí es donde uno empieza a cohabitar con ese dolor y en donde te das cuenta que muchas veces nuestros seres queridos nos acompañan por siempre, mientras haya un recuerdo. No hay un día que no la piense; pero desde la belleza, desde lo lindo. Al ver a mis hijos reír, al sentir el viento en la cara, a veces en el escenario, en un texto, un libro o una película que me llevan a esa zona. Hoy puedo transitarlo con una emoción linda. A veces cuando mis hijos me ven recordando les digo: ‘Esto lo hago con amor, para mí es lindo. Si se me cae una lágrima es una lágrima de amor, no de tristeza’.

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