Duki, el reconocido exponente del trap argentino, ha experimentado una metamorfosis no solo en su estilo musical sino también en su imagen.
Su evolución desde los días de las batallas de freestyle hasta convertirse en una figura emblemática del género urbano ha estado marcada por notables cambios en su apariencia, consolidándose como un ícono de su generación.
En sus inicios, cuando aún se destacaba en las plazas con su habilidad para el freestyle, Duki era un joven común sin tatuajes en su rostro ni ostentosas joyas.
Fue en 2018 cuando dio un giro audaz al hacerse su primer tatuaje, unas alas de diablo y ángel debajo de los ojos, marcando el inicio de su transformación estética.
En lo que respecta a la indumentaria, el intérprete de “Givenchy” dejó atrás su emblemático camperón del Milan para adoptar prendas de diseñador, aunque siempre manteniendo un estilo urbano y de rapero. Camisas estampadas, shorts y chalecos se convirtieron en parte integral de su imagen distintiva.
El cabello de Duki también ha sido su lienzo estilístico. Desde sus primeras apariciones en El Quinto Escalón con un flequillo lacio hacia un costado, hasta la época de “Modo Diablo” cuando optó por decolorar su pelo y teñirlo de rosa, su estética capilar ha reflejado su evolución artística.
Duki en 2017: de la plaza a los grandes escenarios
En retrospectiva, antes de la fama, Duki, conocido como Mauro Lombardo, lucía un cabello lacio que caía hacia un lado. Durante su adolescencia, comenzó a adoptar la vestimenta holgada asociada a la cultura hip hop, mostrando desde temprano su conexión con la moda urbana.
La transformación estilística de Duki no solo ha acompañado su ascenso en la escena musical, sino que también ha contribuido a consolidar su posición como una de las figuras más influyentes y versátiles de la industria del trap argentino.