La bien ganada fama de poeta que rodea el nombre de Alfredo Bufano (1895-1950) en cierto modo ha ocultado sus méritos como prosista, puestos de manifiesto también a lo largo de su vida, en una serie de producciones que -sin ser tan abundantes como sus libros de poesía- son significativas y constantes.
Bufano publicó -en verdad- solo tres libros en prosa: las impresiones de viaje contenidas en Aconcagua; “Crónica en prosa sobre un viaje a la cordillera de Los Andes” (1926); un volumen de cuentos titulado “Open Door” (1930), relatos en los que predomina el efecto de “horror” al uso de la época; y “Zoología política” (1935), conjunto de textos en los que satiriza el caudillismo y la demagogia, como deformaciones de la política, además de censurar otros aspectos de la sociedad de la época. Además, ha sido publicada una conferencia que dictó en la Universidad Nacional del Litoral: Místicos italianos de la “Edad Media” (1933) editada por el Instituto Social de la Universidad, como volumen 22 de las Publicaciones del Departamento de Extensión Universitaria.
El nombre de nuestro poeta fue conocido también en el ambiente cultural porteño de las primeras décadas del siglo XX, a través de sus colaboraciones en una serie de publicaciones periódicas. En efecto, entre 1915 y 1919 publicó sus primeros poemas y prosas en El Correo Musical Sudamericano; también colaboró en otras publicaciones de gran difusión como Caras y Caretas, a partir de 1918, y Mundo Argentino.
Igualmente, participó en un fenómeno cultural de difusión masiva, como fueron las revistas semanales: La Novela Semanal; La Novela Nacional o La Novela del Día (entre otras), destinadas a entretener al “gran público” con narraciones unitarias que –aunque conocidas como “novelas” – oscilan entre la nouvelle y el cuento largo.
En estas publicaciones periódicas, suele acompañar al texto literario una suerte de apostilla autobiográfica -incluida en la sección titulada “Nuestros escritores”- en la que, al decir de Beatriz Sarlo: “el escritor, lejos de pensarse orgullosamente separado del público, reitera su pertenencia a un mismo horizonte ideológico y, calificándose con el adjetivo ‘sentimental’, pasa una contraseña de complicidad para crear una ilusión más de cercanía” (Sarlo, “El imperio de los sentimientos”, 1985, p. 94).
Las colaboraciones de Bufano en estas revistas son las siguientes: cinco en La Novela del Día: “La primera novia” (año 3, n° 141, 10 de junio de 1921), “Una extraña aventura” (año 3, n° 172, 4 de noviembre de 1921), “La pequeña Anielka” (año 4, n° 212, 31 de marzo de 1922), “Un romance en Misiones” (año 4, n° 239, 11 de agosto de 1922) y “Vanidad de vanidades” (año 5, n° 262, 29 de diciembre de 1922); dos en La Novela Semanal: “El endemoniado” (año 6, n° 236, 22 de mayo de 1922) y “El secreto” (4 de setiembre de 1922); dos en La Novela Nacional: “Trilogía de amor y muerte” (año 2, n° 15, 15 de febrero de 1921) y “Venganza de hombre” (año 2, n° 65, 24 de enero de 1922) y una en La Novela Porteña: “Las dos rivales” (año 1, n° 16, 1922).
También resultan de gran interés las publicaciones aparecidas en el Suplemento Cultural del diario La Prensa, colaboración que comenzó en 1931 y solo se interrumpió con la muerte del poeta, acaecida en 1950. En el matutino porteño publicó Bufano muchas composiciones poéticas, varias de ellas reunidas luego en libro. Los que revisten particular interés son, además, los textos en prosa, ya que nunca aparecieron en volumen.
A ello se suma su valor intrínseco, porque Bufano exhibe una prosa fluida, elegante, tanto en las impresiones de viaje que redacta: recorridos por Chile, por España, por el Norte de África, en los que sabe captar con gran riqueza sensorial las nuevas realidades que contempla, pero también por el país, en visiones plenas de poesía, que buscan sobre todo transmitir una sensación de vida apacible, tal como se vive en los pequeños pueblitos del interior, y que, de hecho, tienen también su versión poética en alguno de los poemarios seguramente compuestos en forma coetánea.
Mención especial merecen tres deliciosas anécdotas compuestas en torno a la figura de un personaje entrañable, que el autor identifica con un apodo que lo asemeja a un tierno pajarillo: Chirigua. En torno a su persona se dibuja también todo un ambiente pueblerino, de costumbres sencillas, típicamente mendocino.
Igualmente encontramos una serie de prosas poemáticas, reunidas bajo el título de “Poemas con niños y otras maravillas de Dios”, o bien “Poemas para los niños de las ciudades”. Al respecto, cabe destacar que algunas de estas composiciones, las que giran en torno a dos personajes creados por el autor para deleite del público infantil, como son “Pirimpilo” y “Flor de Luna”, que protagonizan algunas aventuras en verso y un esbozo teatral, fueron compiladas por Bufano en un libro titulado Poemas para los niños de las ciudades, publicado en 1934. De todos modos, buena parte del material quedó inédito y solo se puede acceder a él a través de las páginas periodísticas.
De corte ensayístico son otras composiciones que explayan el pensamiento del autor sobre cuestiones tales como la necesidad de seguir la propia vocación, un tema recurrente, a través del cual el poeta refrenda su propio quehacer creador, tal como ocurre también en otro texto muy interesante, titulado “El misterio poético”, y que contiene el esbozo de una profesión de fe metaliteraria.
Finalmente, la pluma de nuestro autor alumbra una serie de reflexiones expresadas en forma de aforismo, agrupados bajo los títulos de “Jerarquía del silencio” y “Jerarquía de la soledad” respectivamente, y que arrojan luz sobre el talante contemplativo de Bufano, en consonancia con las ideas expresadas reiteradamente en sus conferencias (la ya mencionada, sobre los místicos italianos de la Edad Media y otra titulada “El retorno al espíritu”).
Poeta cabal, entonces, ya se exprese en prosa o en verso, Bufano no deja de sorprendernos por la versatilidad de su talento, que tanto sabe componer cuadros entrañables, plenos de apacible vida provinciana, o plenos de exotismo y de costumbres nuevas, como expresar opiniones válidas y fundadas sobre diversos temas, como fustigar severamente, aunque con la mesura propia de la corrección fraterna, los aspectos que encuentra censurables dentro de la vida ciudadana.