Julio Cortázar es uno de los escritores argentinos que figuran en la lista de los grandes. Creador de personajes y fábulas que hasta la actualidad sorprenden, el escritor nacido en Bélgica (pero que a temprana edad se afincó en Argentina y en su adultez se mudó a Francia) marcó una forma literaria que aún sigue influenciando a las generaciones. Es más: muchos reconocen en él una puerta de ingreso a la literatura, por la frescura jovial de sus textos (sobre todo aquellos vinculados al surrealismo), el espíritu lúdico que lo domina y la riqueza inagotable de sus cuentos.
Influenciado por el propio Borges o Edgar Allan Poe, Cortázar fue parte del llamado “boom latinoamericano” en los ‘60. Este lunes 12 de febrero se cumplen 40 años de su fallecimiento en París y el mundo de la cultura se prepara para conmemorarlo.
UNA VIDA MARCADA POR DOS GRANDES AMORES, LA POLÍTICA Y LAS LETRAS
“Yo empecé a escribir mi obra en soledad, y quienes me descubrieron no fueron los editores. Fueron los lectores. Esto es importante para explicar ese fenómeno que ha sido mal entendido, que se llamó el Boom, empezando por la aberración estúpida de darle un nombre en inglés”, le dijo Cortázar en una entrevista radial a Hugo Guerrero Marthineitz, en marzo de 1973.
Crítico de las tendencias, Julio Cortázar adhirió al socialismo en plena expansión de la Revolución Cubana. Radicado en Francia desde 1951, fue motivo de irritabilidad política para el peronismo y el radicalismo.
Pero a sus 37 años decidió volver a Europa, donde escribió su obra más trascendente, que lo llevó a la popularidad. Fue en medio de lo que él mismo denominó como una “sacudida existencial”.
“Con ese clima particularmente intenso que tenía la vida en París (la soledad al principio, la búsqueda de intensidad después de golpe, en poco tiempo) se produce una condensación de presente y pasado; el pasado, en suma, se enchufa al presente y el resultado es una sensación de hostigamiento que me exigía la escritura”, detalló alguna vez.
Durante su vida en Francia, su camino literario fue fructífero y uno de los más destacados de la época. Con su primer libro de cuentos, “Bestiario”, inauguró una forma personal de relatos breves. En total, editó doce libros de cuentos y cuatro novelas: entre ellas, la más conocida fue “Rayuela”, y un gran número de textos breves. “Final del juego”, “Las armas secretas”, “Los premios”, “Historias de cronopios y de famas” y el “Libro de Manuel” son algunos de los más destacados.
Con Argentina siempre tuvo una relación conflictiva. Aunque fue reconocido por los lectores y el mundo de las letras, los diferentes gobiernos de facto lo veían como una amenaza. De hecho, durante el último Gobierno Militar prohibieron su obra. Eso de alguna manera lo impulsó a elegir la nacionalidad francesa en 1981, sin renunciar a la nacionalidad Argentina. Visitó el país en varias oportunidades y la última fue en diciembre de 1983, antes de la asunción de Raúl Alfonsín y el regreso de la Democracia. Sin saber que dos meses después moriría en su casa, en París.
Su vida personal no fue en paralelo con su obra. Hijo de argentinos, su padre Julio José Cortázar era funcionario de la embajada argentina en Bélgica durante la invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial. A sus cuatro años, su familia decide volver a Buenos Aires, pero dos años después, su padre decide abandonar a la familia y él no volvió a tener contacto. Tuvo una infancia diferente, marcada por enfermedades, donde descubrió la lectura como compañía y a grandes autores fantásticos. A sus 9 años ya había escrito algunos cuentos y sonetos, dando sus primeros pasos como escritor.
En su juventud tuvo su paso por la Facultad de Filosofía y Letras, pero poco tiempo después se dedicó a dar clases. Entre los años 1944 y 1945, se instaló en Mendoza para dar clases de Literatura Francesa y de Europa Septentrional en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo.
Al igual que su cruda infancia, su adultez estuvo marcada por el amor y la compañía de tres mujeres, que fueron sus compañeras. En 1953 se casó con la traductora argentina Aurora Bernárdez, con quien vivió en París y se separó en 1967. Luego se unió estuvo en pareja con la lituana Ugné Karvelis, quien le inculcó un gran interés por la política, en plena ebullición del mayo francés.
Pero su segunda esposa fue la fotógrafa canadiense Carol Dunlop, con quien vivió una intensa relación y realizaron varios viajes por todo el mundo y escribieron el libro-álbum “Los autonautas de la cosmopista”, donde relatan las peripecias de un road-trip entre París y Marsella a lo largo de un mes en 1982. Esa obra fue publicada luego del fallecimiento de la fotógrafa, quien al regresar de un viaje a Managua comenzó a sentirse mal y desmejoró rápidamente. Murió en menos de dos meses, lo cual dejó en total desazón al escritor argentino.
Julio Cortázar murió en su casa de París, el 12 de febrero de 1984, poco tiempo antes de cumplir 70 años. Aunque se habló que padecía leucemia, las causas de su muerte y la enfermedad que padecía nunca se aclararon. Sus restos descansan en el cementerio de Montparnasse, en una tumba compartida junto a su última esposa Carol Dunlop.
CUATRO LIBROS FUNDAMENTALES DE CORTÁZAR
Como autor que rompió los esquemas de la literatura tradicional, empapadas de realismo mágico, en relatos cortos cautivantes, cuatro de sus obras son fundamentales para entender su universo.
“Bestiario”, publicado en 1951, es el viaje iniciático ideal a su literatura. Compila ocho cuentos, donde Cortázar habla de hechos cotidianos que se ven alterados por el elemento fantástico. Sorpresa, incomodidad e intriga son sensaciones que atrapan al lector a medida que avanza en su lectura. Uno de los cuentos más conocidos es “Casa tomada”, donde muchos han querido ver una alegoría del surgimiento y avance del peronismo y la incertidumbre social que generó.
La más popular es su primera novela, “Rayuela”, publicada en 1968. Un relato lúdico, inteligente y sensible, que narra la historia de Horacio Oliveira y su relación con “la Maga”. Una de las particularidades más llamativas es que el orden de los capítulos queda a gusto del lector y sus finales son múltiples.
Pero antes de “Rayuela”, editó varias obras significativas. Una de ellas fue “Historias de cronopios y de famas”, publicada en 1962: una obra surrealista formada por cuentos cortos con un lenguaje antiliterario. Organizado en cuatro secciones: “Manual de instrucciones”, “Ocupaciones raras”, “Material plástico” e “Historias de cronopios y de famas”, estos textos son fieles reflejos de la sociedad y están repletos de sarcasmo que esconde entre sus líneas reflexiones filosóficas a través de un lenguaje sencillo y claro. Con este libro, Cortázar establece un pacto de complicidad definitiva e incondicional con sus lectores.
Su segundo libro de cuentos es “Final del juego”, publicado en 1956. Un compilado de 18 cuentos, con relatos destacados como “Continuidad de los parques”, una de las cumbres del relato fantástico latinoamericano, el policial “El móvil” o “Los venenos”, que se apoyó en un episodio autobiográfico: cuando su tío compró una máquina para matar hormigas en el patio de su casa. Y el cuento “Axolotl”, otro clásico.
