Instalado con honores en una capilla ardiente en el parlamento español, el féretro de
Adolfo Suárez
, primer jefe de gobierno de la democracia española, fue homenajeado hoy por el
rey Juan Carlos
, junto a quien transformó el país tras el fin de la dictadura franquista.
El monarca, vestido de luto, dejó por un instante su habitual bastón para imponer a Suárez, a título póstumo, el collar de la Real Orden de Carlos III, la más alta condecoración civil concedida en España, que el gobierno había aprobado pocas horas antes en un consejo de ministros extraordinario.
Con rostro entristecido, el rey, que había mantenido una estrecha relación con Suárez, depositó el collar de gruesos eslabones sobre un cojín de terciopelo rojo situado a los pies del ataúd.
"El fallecimiento de Adolfo Suárez me llena de consternación y de pena", había dicho el monarca el domingo tras la muerte del exjefe de gobierno, a los 81 años, en una clínica de Madrid como consecuencia de la enfermedad de Alzheimer que sufrió durante más de una década.
En otro cojín a los pies del féretro, rodeado de coronas de flores en una sala de paredes de mármol y suelos alfombrados del Congreso de los Diputados, conocida como Salón de los Pasos Perdidos, se encontraba otra distinción, el Toisón de Oro, que el monarca había concedido a Suárez en 2008.
Cubierto por la bandera roja y gualda y llevado a hombros por ocho militares al son acompasado de un sobrio tambor, el féretro había entrado en la cámara baja del Parlamento por la puerta principal, flanqueada por dos leones de bronce, que sólo se abre en ocasiones especiales.
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Los restos mortales de Suárez desfilaron seguidos por sus familiares ante la mirada del presidente del gobierno, Mariano Rajoy, y sus tres antecesores vivos, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero.
Uno por uno, los exmandatarios y los miembros del actual ejecutivo pasaron después frente al féretro, algunos santiguándose, otros haciendo un respetuoso gesto de cabeza, en un salón repleto de políticos de todas las tendencias.
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Cientos de ciudadanos se habían reunido también desde primera hora de la mañana frente al Congreso de los Diputados, donde esperaban asimismo representantes de cuerpos militares en uniforme de gala que presentaron armas al paso del féretro en señal de respeto.
Entre los presentes, muchos jubilados que vivieron los difíciles años de la Transición dirigida por Suárez tras el fin de la dictadura franquista (1939-1975).
"No vamos a tener nunca un presidente como él. Se lo comieron porque no era ni de derecha ni de izquierda y era muy honesto", afirmaba María Dolores Carmona González, de 68 años, recordando que el político centrista, nombrado en 1976 por el rey y confirmado después dos veces por las urnas, dimitió en 1981 entre duros ataques de sus rivales y sus compañeros de partido.
"Supo hablar con sus enemigos", afirmaba María Jesús Fernández, de 64 años, en alusión al talento negociador del hombre que, surgido del aparato franquista, osó legalizar al Partido Comunista de España, entre otras medidas que llevaron al país a la democracia.
"Es el mejor presidente que tenemos. Generó consenso y fue un transmisor de valor", agregaba Cipriano Muñoz, de 79 años.
Entre la larga fila de personas que querían visitar la capilla ardiente, un grupo de unos diez jóvenes, llegados en coche desde Palencia, 250 km al norte de Madrid, esperaba poder depositar una ofrenda floral.
"Quería dar un homenaje a este político de excepción", decía Rodrigo Díez, de 19 años. "La libertad que tenemos hoy en día es gracias a él", afirmaba a su lado Rodrigo Mediavilla, de 23 años.
"Tenemos que saber valorar lo que hizo por la democracia, y ahora podemos expresarnos sin miedo", agregaba Manuel Cano, de 22 años.
El martes, el féretro debía ser trasladado a Ávila, provincia de donde Suárez era originario, para ser enterrado en su Catedral. La próxima semana tendrá lugar un funeral de Estado en la catedral madrileña de La Almudena.
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