Por Prof. Claudio Doratto
Quien me conoce sabe que me gustan las plantas desde que tengo memoria: Muchos años, muchas experiencias. Hubo una etapa en la que me aboqué a la docencia, disfruté cada momento frente al grupo de alumnos y, actualmente, me complace llevar adelante los talleres que dicto.
Pero, en todo trabajo -como en la vida misma- hay momentos en los que uno va acumulando “energías” que necesita disipar antes de terminar como un volcán en erupción. Ese cable a tierra para liberar de forma controlada la energía acumulada, lo encuentro en mi jardín.
Trabajar la tierra, podar las plantas, retirar las flores viejas y recolectar algunas rosas para colocar en un florero me ayuda a relajar, cambiar de humor y serenar mis pensamientos. Posiblemente, te identificás con lo que cuento.
Esta experiencia me llevó a tropezar, hace algunos años, con un concepto que "abrió mi cabeza". Ese momento ¡Wow!, de revelación, en el que descubrí el Paisajismo Terapéutico. Un jardín pensado para ayudar a las personas a superar momentos de estrés, dolores en el alma y mucho más. ¿Ya escuchaste hablar de ello?
Cinzia Mulé (2015) define un jardín terapéutico como "un espacio exterior diseñado para que las necesidades físicas, psicológicas, sociales y espirituales de las personas internadas en una estructura sanitaria, las ayude a mantener contacto con la realidad y proporcione bienestar psicofísico a los usuarios, por lo tanto, pacientes, visitantes y personal sanitario."
Entonces son espacios creados con un fin en el que lo lúdico puede no ser lo más importante, sino aspectos que estimularán sentidos y posibilitarán otro tipo de actividades. Son ideados con diferentes criterios de acuerdo con el resultado que se busca.
Pueden clasificarse de acuerdo al nivel de actividad que se realiza en ellos, al tipo de patología (enfermos de cáncer, recuperación de adicciones, etc.), según el espacio que se tenga que intervenir (acceso, patios interiores, espacios entre edificios, etc.); entre otras.
En esta nota vamos a conocer dos opciones de jardines terapéuticos desde el punto de vista de la actividad que se realiza en ellos: Una de uso pasivo y otro activo.
De uso pasivo
Son aquellos en los cuales se pueden llevar a cabo actividades de contemplación, de lectura. Brindan espacios para sentarse a conversar, escribir, meditar, incluso, ser admirados desde la cama a través de una ventana. Entre ellos destacamos dos bellos espacios verdes.
Jardines meditativos
Generalmente son de reducidas dimensiones. Es recomendable diseñarlos alejados de habitaciones, para evitar sentirse observado. Es un jardín tranquilo y específicamente dedicado a la meditación. Los sentidos que se pueden apropiar del espacio, además de la vista, son el oído y el olfato.
Jardines contemplativos
Son espacios pequeños en los que, normalmente, la única actividad posible es “contemplarlos” como si fuesen un cuadro. Pueden estar cerca de entradas, corredores y salas de espera. Excepcionalmente contarán con bancos, pero no todas las personas podrán acceder a ellos.
De uso activo
Son aquellos que posibilitan actividades de rehabilitación simples con ayuda de personal o con aparatos fijos. Cuentan con senderos para pasear, espacios para practicar algún deporte e, incluso, cultivar en huertas elevadas.
Jardunes de rehabilitación y jardines terapéuticos
Posibilitan la realización de actividades físicas, mentales, sensoriales o de aprendizaje. Son espacios en los que se puede compartir y superar desafíos de diferentes tipos.
Los efectos benéficos sobre las personas que, de una u otra forma están formando parte de los ambientes hospitalarios, asilos de ancianos, clínicas; son muchos y variados.
Colaboran a reducir el estrés, la depresión de los pacientes cuando se incentiva el movimiento, crean un ambiente adecuado para realizar terapias físicas, hortícolas, etc. Además, mejoran la calidad de vida de los pacientes crónicos o terminales, brindan un espacio en donde el personal de la salud pueda descansar y despejar su mente. Y, sobre todo, posibilitan reuniones familiares con los pacientes; por mencionar algunos.
Un jardín de esta naturaleza implicará prácticas coherentes con el lugar en el que se encuentre. Las fertilizaciones, el control de plagas y enfermedades deberá efectuarse con productos naturales, siempre que sea posible. Es fundamental la atención al detalle.
A partir de esto, mirarás los jardines con otros ojos. Quizás valores más el tuyo y cada momento que pasás en él, ya sea trabajando o, simplemente, contemplándolo.
Sueño con que podamos contar con más instituciones ajardinadas, y que aquellas que las posean puedan dar a conocer sus resultados en una acción multiplicadora. Espero además que, en toda nuestra vida, el jardín nos acompañe.
Ingresá a la edición digital 169 para leerla igual que la revista impresa, haciendo click aquí.