Muchas personas utilizan venenos para combatir hormigas, moscas, mosquitos y plagas que atacan jardines y animales. El problema es que permanecen en el agua y el ambiente por mucho tiempo y pueden favorecer la aparición de algunos inconvenientes como alergias y hasta mutaciones de material genético, cáncer y cambios hormonales, entre otros. Además, como si fuera poco, la disminución de aves y abejas en el planeta encuentra su causa en estos productos.
Por este motivo, y en la búsqueda de relevar el conocimiento que tienen los habitantes de Mendoza sobre la toxicidad de los insecticidas de uso doméstico, integrantes del Laboratorio de Genética, Ambiente y Reproducción (GenAR) de la Universidad Juan Agustín Maza -algunos de los cuales pertenecen también al CONICET- realizaron un trabajo de investigación.
Efecto residual y consecuencia del uso de insecticidas comerciales
Se denomina “efecto residual” al tiempo que puede permanecer activa una sustancia hasta su total desaparición. Éste varía según el producto y debería explicitarse en la etiqueta del mismo. Pueden perdurar desde meses hasta años, acumulándose en tejidos vivos, tierra, aire o agua, donde sufren dinámicas diferentes.
“Hay estudios que han detectado plaguicidas en la Antártida, demostrando la perpetuidad de los productos químicos y sus desplazamientos en el espacio”, ejemplificó María Evangelina Palma Leotta, una de las investigadoras.
Si bien los insecticidas no son los únicos que han conducido a la pérdida de biodiversidad, hay evidencia de mortandad en casos de descargas o accidentes con plaguicidas. Su objetivo específico es matar plagas de insectos y, consecuentemente, pueden tener un impacto letal o subletal en organismos que no son su objetivo, como por ejemplo recicladores de nutrientes del suelo, polinizadores de plantas y depredadores de plagas. A la vez, pueden reducir o contaminar productos alimenticios para niveles tróficos superiores, incluido el ser humano causando los graves daños mencionados previamente y otros aparentemente más leves como vómitos, diarreas, cefaleas, decaimiento, etc.
Resultados del relevamiento y cuidados a considerar
Fueron entrevistadas 640 personas que presentaron un alto nivel de educación formal, aunque la mitad buscaba información sobre toxicidad en las etiquetas y solo la tercera parte sospechaba del peligro que pueden acarrear. “Si tuviéramos que realizar una suposición sobre el grado de conciencia que tiene la sociedad, podríamos inferir que es bajo”, sentenció Palma Leotta.
Es importante entonces que la persona que vaya a interactuar con estos productos siga las recomendaciones de aplicación indicadas por cada uno de ellos. Hay algunos que requieren indumentaria de seguridad y en todos los casos hay buenas pautas generales a implementar:
- Usarlos cuando los ambientes no van a ser habitados por personas o mascotas durante varias horas.
- Quitar alimentos, bebidas, utensilios de cocina o recipientes de alimentos donde puedan depositarse.
- Si se aplica en una mascota no interactuar físicamente con ella en las horas posteriores.
- Mantener medidas de higiene básicas: buen lavado de manos, alimentos, recipientes, etc.
- En caso de frutas y verduras que puedan contener residuos químicos, sumergir en agua varios minutos, hervir o quitar cascaras. Siempre elegir aquellas cuya procedencia sea comprobable.
Otros recursos a implementar
“Existen opciones naturales más inocuas que pueden ser utilizadas”, afirma María Evangelina, quien propone investigar cada una de ellas e ir probando sus resultados.
También se pueden implementar otros métodos como el uso de barreras físicas (mosquiteros, rejillas o tapas en desagües, limpieza de los ambientes externos), evitar la acumulación de desechos orgánicos, controlar la vegetación, entre otros.
Son muchos aspectos que debemos considerar. ¡A tenerlos en cuenta la próxima vez que apliquemos estos productos!