Desde siempre, en el ámbito del fútbol por lo menos, se habla de que los jugadores son lo más sano que tiene el deporte, y esa afirmación se fue transformando en un axioma.
La realidad es que muchas veces los propios futbolistas no actúan en consecuencia. Ver a los jugadores de San Martín de San Juan festejando el triunfo frente a Godoy Cruz como si hubieran ganado el título del mundo llevó a pensar que algo más había en juego para esos "buenos muchachos".
Días después, Luis Ardente, arquero del equipo sanjuanino, cometió un sincericidio al declarar: "No me importa lo que digan Méndez o Ayoví. ¿Me van a decir que alguna vez no jugaron incentivados para ganar? Estoy tranquilo".
El tema de una incentivación, de San Lorenzo (en este caso), había sido una fuerte sospecha durante toda la semana previa. Lo cierto es que el reglamento de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) pena cualquier incentivación; no importa si es para ganar o para perder.
Porque la verdad es que un jugador ya cobra un sueldo para salir a la cancha a cumplir con sus funciones y no "debería" necesitar que un tercero, un mecenas circunstancial, "colabore" con sus finanzas personales.
Esta situación, que es antiquísima en el fútbol nacional, pasó desapercibida, como ha ocurrido en otras oportunidades, y hace que sean también los dirigentes los que queden en el ojo de la tormenta. La AFA, hoy más preocupada en las elecciones (esquivando apurada una factible intervención) y la creación de la Súper Liga, miró para otro lado.
Claro que el perjudicado, el pato de la boda, fue Godoy Cruz y no Boca, River o San Lorenzo. De haber sido al revés, seguramente se hubiera empezado con una investigación (acompañada por una severa campaña de marketing) y los medios nacionales, los grandes, los chicos, los pequeños, lo hubieran puesto en los temas de agenda.
Billeteras feroces
Otro tema relevante esta semana y bastante criticable es la actitud de algunos jugadores de Gimnasia para con el club. El Lobo armó un plantel que, a priori, tenía grandes chances de quedarse con su zona y pelear por el ascenso a la Primera B Nacional, pero nada de eso ocurrió en el terreno de juego. La realidad es que el equipo quedó eliminado y los dirigentes decidieron hacer una lógica “limpieza”.
Aconsejados por el técnico Omar Labruna, el plantel que conformaron tenía un presupuesto millonario. Había contratos que oscilaban los 70.000 pesos mensuales y hasta algunos jugadores cobraban un cuarto de millón por mes.
Si bien la mayoría entendió que la situación no podía sostenerse, hay algunos que pretenden una cifra millonaria para rescindir el vínculo contractual con la tradicional entidad del Parque.
Y acá hay que separar la paja del trigo. Así como no está bien cuando los dirigentes prometen algo y no lo cumplen (pasa mucho en el fútbol del ascenso), también es cuestionable cuando los futbolistas quieren exprimir a la dirigencia que cumple y, con creces, con lo pactado como caballeros.
Acá toma valor otro dicho muy conocido en el fútbol, que tiene como cultores a los dirigentes: "los futbolistas son hijos del rigor".
Por eso cuesta entender a muchos que critican al presidente de Godoy Cruz, José Mansur, por su política de austeridad. La realidad es que con esa conducta, el Tomba ha conseguido cosas que no ha logrado otro equipo del Interior del país.
Otro tema que dejó tela para cortar esta semana fue el llamativo resultado entre Peñarol y Ben Hur de Rafaela por el Federal de básquetbol femenino, cuya consecuencia fue que las chicas de Banco Mendoza quedaran eliminadas.
Creo que es hora de sincerarse y dejar de jugar con la pasión del hincha, a estas alturas el verdadero protagonista del deporte.