En la actualidad, en el museo del Real Madrid se pasa un video cuyo título es “Alfredo Di Stéfano y Santiago Bernabéu, dos hombres que cambiaron la historia del Real Madrid”.
Claro, uno como jugador y el otro como dirigente. En ese lugar que refleja la historia del club, queda muy claro que entre los jugadores que vistieron la camiseta blanca está Di Stéfano en la cúspide. En ese club, Alfredo es considerado “La leyenda”. Johan Cruyff, referente de su archirrival Barcelona y el corazón de la naranja mecánica holandesa, dijo: “Fue mi único ídolo, siempre quise ser como él” y Franz Beckenbauer lo consideró “el jugador más completo de la historia”.
Hasta el propio Pelé, lo definió como “un jugador incomparable”. Destacados técnicos del fútbol europeo lo han puesto en el pedestal. Helenio Herrera dijo: “Pelé era un violín, pero Di Stéfano era la orquesta entera” y Arrigo Sacchi manifestó: “Di Stéfano fue para el fútbol como el salto del cine mudo al sonoro”.
Alfredo, apodado “La saeta rubia” por su enorme velocidad y sus genes italianos, franceses e irlandeses, debutó en la primera de River a los 17 años, en 1945. Ese equipo era la famosa Máquina, que ya venía jugando desde 1941, con Labruna, Pedernera, Moreno, Lousteau y Muñoz. Di Stéfano siempre sostuvo, que esa fue la mejor delantera de la historia.
Allí conoció a quien sería su ídolo, Adolfo Pedernera, de quien copió el estilo del 9 tirado atrás, que él llevó años después a Europa, haciendo una revolución. Al año siguiente lo cedieron a Huracán y regresó a River en 1947 con 19 años, incorporándose ya como titular a la gloriosa Máquina, obteniendo el campeonato y siendo además, el goleador del torneo con 27 goles.
Dos años después, en 1949, una huelga hizo que las grandes estrellas del fútbol argentino se fueran del país. Pedernera, Pipo Rossi y Alfredo emigraron al Millonarios de Bogotá. En Colombia es reconocida la revolución que hicieron estos jugadores, ganaron 3 títulos entre 1949 y 1953. Di Stefano es considerado en aquel país, como el más grande jugador que haya pisado los campos de juego colombianos.
En 1952, Alfredo cruza por primera vez el océano para jugar un amistoso contra el Real Madrid, al que vencen 4 a 2. Di Stéfano, hasta ese momento desconocido en Europa, fue la figura del partido y marcó dos goles. Los dos grandes clubes españoles fijaron sus ojos en él. El Barcelona se adelanta y lo compra a Millonarios, pero la FIFA no lo deja jugar por un problema jurídico, puesto que Millonarios y River se consideraban dueños de sus derechos.
El Real Madrid negocia con River y entra en la disputa, que finalmente gana. Así en 1953, con 27 años, debuta con el equipo blanco, que llevaba 20 años sin ganar una liga, dominada ampliamente por el Barça. Allí se produjo el flechazo para toda la historia. Con Alfredo, el Real ganó 8 de las 11 ligas que se disputaron entre su llegada y 1964, siendo 5 veces goleador del torneo. Además el club ganó en este período 5 Copas de Europa y él se quedó con el balón de Oro en dos ocasiones. Años después, lo reconocieron con el Superbalón de Oro, siendo el único futbolista que lo ha ganado.
Hasta aquí, la historia es bastante conocida. Lo que para mí fue una verdadera sorpresa fue cuando cerca de su muerte, en una entrevista con el diario El Mundo, manifestó con tristeza: “Y no jugué ni un Mundial…”.
Allí me puse a indagar qué había sucedido con este hombre, que revolucionó el fútbol de los años 50 y cuya leyenda llega hasta hoy, para no haber jugado nunca un Mundial.
Debutó con Argentina en 1947 con 21 años en la Copa Sudamericana en Ecuador, junto a Moreno, Pedernera y Pontoni, obteniendo el título y haciendo 6 goles en 6 partidos. Fue el único torneo que jugó con nuestra Selección.
El primer Mundial que se jugó, pasada la Segunda Guerra Mundial fue el de 1950 en Brasil. Di Stéfano, estaba en su plenitud, con 24 años. Argentina tenía un equipazo, había ganado las copas sudamericanas de 1945, 1946 y 1947. En esta última, con Di Stéfano en cancha, Argentina le ganó a Uruguay 3 a 1. Tres años después Uruguay era campeón del mundo con el maracanazo. Argentina, a pesar de estar clasificada, por decisión del presidente Perón, a raíz de una pelea política con los brasileños, no participó del Mundial.
La siguiente copa del mundo, Suiza 1954, encuentra a la Saeta Rubia jugando en el Real Madrid. Otra vez sucede lo increíble, el mismo gobierno argentino, también por problemas políticos, decide no participar del Mundial, frustrando nuevamente el debut de Alfredo.
El propio Di Stéfano, muchos años después, dijo: “La Selección en esa época era buenísima. Lo que pasa es que Argentina jugó pocos partidos internacionales. Por hache o por be no jugaba mucho, por política o lo que fuera, no jugaba”.
Después de esas grandes frustraciones con nuestra Selección, en 1956, por pedido de su club para poder jugar la copa del Rey, se nacionaliza español. Así lo cuenta Alfredo: “Yo estaba jugando aquí (España) y me tenía que nacionalizar para poder participar en la Copa del Rey, y el club quería que yo jugara . Me eligieron para la selección... jugué 31 partidos y metí 28 goles”.
De hecho, fue convocado a la selección española a los 30 años. Le alcanzó para ser el máximo goleador histórico de esa selección hasta 1990, cuando fue superado por Butragueño. Pero tampoco pudo con España jugar un Mundial, puesto que esa selección no se clasificó para Suecia 1958 y cuando estaba por debutar en Chile 1962, se lesionó en el último partido previo al Mundial.
En definitiva, por razones inentendibles, Argentina se privó de contar con el mejor jugador del mundo indiscutido de esa época, lo cual probablemente implicó que dejara nuestro país de ganar algunos títulos mundiales a los que podría haber aspirado. Los brasileños agradecidos.
Pero lo peor, lo que más me conmovió, es que por cuestiones ajenas al fútbol, se frustró a uno de los 4 futbolistas más grandes de la historia la posibilidad de jugar un Mundial, la contienda más importante para un jugador.
Él, con gran entereza y con el acento argentino que nunca perdió, reconocía poco antes de su muerte, ante un diario español, que esa herida nunca había dejado de dolerle.