En sus 170 kilómetros mágicos que van desde Pareditas a El Sosneado, en ese trance de ensueño donde la geografía cuyana abre paso a la patagónica, la vieja ruta 40 convida con paisajes impactantes que no pueden ser contemplados por ojos ingenuos. Así lo entienden un grupo de artistas de Mendoza y de otros puntos del país que -después de un interesante proceso creativo- produjeron esculturas y fotos que servirán como ‘miradores’ de este camino tan bello como poco aprovechado por los mendocinos.
Un tótem realizado con piedra volcánica permitirá contemplar de una manera especial al volcán Maipo, desde el único punto que lo permite el sendero. Una escultura sonora, realizada con viejas piezas de maquinaria agrícola, propondrá una ‘mirada’ especial del paisaje. Un caballo de chatarra que fue prendido fuego a modo de bautizo y ahora oficiará de punto de reunión y refugio. Una garita como espacio de observación que se instalará en el paraje Las Jaulas. Una órbita hecha con chatarras para contemplar el cielo.
Estos miradores serán apostados en lugares estratégicos, por sus visiones panorámicas y sus condiciones para generar un centro de interpretación del paisaje a lo largo de la vieja ruta 40. Estarán en parajes como La Isla, Campo Yaucha, Cajón de Papagallos, Campo Las Cortaderas, Arroyo Hondo, Carrizalito, La Faja, La Jaula y El Portezuelo.
Antes de que esto ocurra, las esculturas estuvieron expuestas por días en la plaza de Pareditas y hoy lo estarán en la de La Consulta, con motivo de la Fiesta del Tomate y la Producción, para que puedan ser apreciadas por todos los mendocinos.
Esta interesante movida valletana se llamó “10 miradas sobre la ruta 40” y convocó a artistas provenientes de distintos lugares (Salta, La Pampa, Buenos Aires, Uruguay, Francia, etc.). Diez escultores, diez fotógrafos, diez muralistas y una serie de talleristas trabajaron con los pobladores de San Carlos en la idea de plasmar sus distintas miradas.
La inédita iniciativa fue gestada desde el colectivo Pueblo Barro, un grupo de personas relacionadas con los pueblos del sur del Valle de Uco, que -entre otras metas- se ha propuesto rescatar las historias y las culturas desarrolladas a la vera de la antigua ruta 40. También ayudó el municipio de San Carlos y los ministerios provinciales de Turismo, Desarrollo Social y Cultura.
Magia en la plaza
El arte tuvo como epicentro la plaza de Pareditas, un sitio especial porque por allí se unen la antigua y la nueva ruta 40. Ese fue el sitio elegido como taller, donde los escultores trabajaron durante toda la semana del 18 al 24 de febrero.
Al principio, algo reacios y expectantes, los vecinos contemplaron la magia que estaba cambiando el perfil de su plaza. Después, se acercaron y ofrecieron ayuda. Al final, terminaron involucrados en el proceso creativo, sacando ideas para sus artesanías propias y ofreciendo todo tipo de ayuda.
“Se formó una gran familia. La gente les llevaba sopaipillas, tortitas o frutas para que los artesanos merendaran. Participó con entusiasmo de los talleres”, cuenta el pareditano Carlos Farías. En ese distrito sancarlino hay muchos ceramistas y este encuentro les sirvió para aprender trucos en la cocción de las artesanías, que aún no la tenían resuelta, a través de hornos especiales armados con ladrillos o botellas de vidrio. “Muchos se han acercado ahora a este arte”, apuntó Farías.
Como la idea era involucrar al pueblo, los escultores recorrieron los barrios buscando materiales para sus obras en los fondos de las casas. Chatarras, botellas, basura, troncos, maquinarias viejas, etc. todo sirvió para la faena artística. “Cuando entendieron de qué se trataba la cosa, los vecinos les abrieron sus casas y ofrecieron lo que tenían para armar las esculturas”, comentó Ricardo Funes, director de Turismo de San Carlos.
“Me interesó mucho la propuesta, porque nuestra tarea es muy solitaria y no son muchos los espacios que tenemos para compartir técnicas y miradas con plásticos de otros lugares”, expuso la mendocina Yamila Marañón.
La joven artista trabajó toda la semana en la confección de un laberinto con ramas secas. “En el centro se ubica la apacheta, que es un antiguo ritual de ofrenda y agradecimiento a la madre naturaleza, por la vida, los alimentos, el agua, etc.”, explicó Marañón. El último día, las mujeres colocaron sus ofrendas de frutos secos, flores, especias y se realizó la quema de la estructura. “Es una obra efímera y me encantó como lo vivió la comunidad”, sostuvo la artista.
Por su parte, un grupo de destacados fotógrafos se embarcó en un interesante rally fotográfico para captar las mejores imágenes en el trayecto desde este pueblito hasta El Sosneado, casi en Malargüe. Estas ‘visiones del paisaje’ servirán para promocionar el camino. Los muralistas hicieron lo propio en paredes de bares, escuelas y otros sitios del distrito.