Con cada lluvia persistente, el panorama en las escuelas rurales se repite y el ausentismo trepa en muchos casos por encima del 80%.
Los motivos son los mismos: caminos de tierra que se vuelven intransitables, largas distancias difíciles de cubrir en medio del barro y la escasez de transportes para llegar al aula.
En la escuela secundaria Guillermo Olegario Morán, de Philipps, las aulas estaban casi vacías ayer a la mañana. Había pocos alumnos y por eso hoy el día servirá para repasar lo que ya se enseñó, con la idea de no perjudicar al grueso de los estudiantes que no pudo salir de las casas, aislados en alguna finca o a lo largo de caminos anegados por los que ni siquiera a pie es sencillo transitar cuando llueve.
“Esta escuela tiene 195 alumnos y al turno mañana, sólo han venido 30 chicos”, contó Esteban Jerez, regente de la Morán: “Acá, como en cualquier escuela rural, es habitual que cuando llueve la mayor parte de los chicos tenga problemas para venir a clases, porque suelen vivir en fincas o en callejones que se vuelven puro barro”.
Para colmo, ni siquiera el transporte público se anima a entrar en algunas calles, que quedan completamente aisladas: “No tenemos transporte escolar y lo que solemos pedir al municipio o a Vialidad es que se enripien las calles, especialmente las más importantes del pueblo, para que no se corte la posibilidad de salir o entrar”.
En la escuela Jerónimo Rezzoagli el escenario era parecido: queda en Los Otoyanes, en Junín, unos 800 metros al sur de la ruta 60, por un camino que con lluvia es puro barro; llegar hasta la escuela en esas condiciones es casi una odisea, incluso para los maestros que suelen quedar varados en sus autos y precisan del auxilio de otros para salir del apuro.
La escuela tiene 109 alumnos aunque por la lluvia sólo fueron a clases 26: “Yo le diría que es un buen número. Tenemos transporte escolar pero los chicos tienen que salir hasta el carril para tomarlo y no todos pueden hacerlo”, dice Carina Rodríguez, la maestra más antigua de la escuela. Pese a la lluvia, muchos niños hacen el esfuerzo de ir igual, no sólo para aprender sino para no perderse el almuerzo que se les sirve, que para algunos significa la única comida caliente del día.
En Montecaseros está la secundaria Profesora Teresa González, de casi 300 alumnos aunque sólo fueron unos pocos. Allí, como ha llovido mucho, por más que cambie el mal tiempo las dificultades no se van a resolver igual de rápido.
Sin embargo y pese a esa notable diferencia con la ciudad, la falta a la escuela rural no está justificada para la DGE en días de lluvia. Es por eso que cada escuela rural suele desatender esa disposición general: “En días como hoy los chicos faltan pero acá no se computa”, dijeron en la escuela.