Mateo Bonada es de Tupungato, vive con su abuela Eufenia (así, con F) y cumplirá 7 años el 30 de octubre. Sus días -los de Mateo y los de su abuela- transcurren entre el Valle de Uco y el Hospital Notti, ya que el niño tiene hidrocefalia, entre otras complicaciones de salud que han derivado en una traqueotomía. Pero, por sobre todas las cosas, Mateo tiene también una hermosa y contagiosa sonrisa, que transmite paz y que sobresale más que cualquier otro rasgo. Una sonrisa que se estira hasta un extremo impensado cuando ve entrar a la sala donde está internado a las "seños" Fer, Sandra o a alguna otra de las incondicionales docentes que trabajan en el lugar.
Este niño es uno de los alumnos de la escuela hospitalaria Silvestre Peña y Lillo, que funciona en el Notti y que hoy cumple 80 años; fue la primera escuela hospitalaria de la Argentina, y funcionó primero en el Hospital Emilio Civit.
Casi 15 docentes se desempeñan en el lugar y su rol es clave, ya que no sólo se encargan de educar a los chicos internados en el lugar, sino que son quienes les permiten escaparse -al menos por unos minutos- de una rutina de exámenes médicos, pinchazos, ruidosos aparatos y medicamentos.
Entre los alumnos de la Peña y Lillo hay niños que tienen una breve estadía en el hospital -llegan por cirugías o intervenciones menores-, pero también están aquellos que han hecho del Notti su segundo hogar (o el primero). Son los que están en el sector de pacientes oncológicos -por ejemplo-, o quienes transitan otro tipo de tratamientos complejos y extensos.
"La escuela se convierte en una herramienta de estimulación, de motivación. Por un ratito el niño se escapa de la situación que está viviendo, y ese escape es justamente lo que tratamos de llevarles", resume Fernanda Ulloa, docente de Educación especial en la escuela hospitalaria.
A diferencia de las instituciones tradicionales, la escuela hospitalaria no tiene matrícula fija de alumnos. El número varía todos los días según los chicos que llegan y los que reciben el alta. Todos son visitados por las maestras, sin importar la situación particular que los haya llevado al Notti.
“La meta es que todos tengan clases, aunque el chico o la chica esté internado una sola noche”, resumen las docentes, que trabajan de lunes a viernes y en doble turno.
Mientras que las maestras de primaria tienen sus SIP (Servicio de Internación Pediátrica) divididos, las del nivel inicial y de educación especial recorren todos los sectores. "Tenemos una sala donde nos reunimos al comienzo y al final de cada día, y donde está el material. Pero nuestro trabajo es al pie de cama, vamos nosotras a la sala a estar con los chicos", cuenta Fernanda.
Por cada SIP pueden llegar a haber entre 10 y 15 chicos de forma permanente (aunque no son siempre los mismos); y al momento de planificar las clases se les da prioridad a aquellos que tienen una internación larga. "Hacemos contacto con la escuela de origen, le informamos de la situación y pedimos que nos pongan al tanto de los contenidos en los que están trabajando, porque la idea es continuar en esa línea en la medida en que sea posible. La prioridad siempre es la salud de los chicos, y permanentemente estamos consultando con los médicos sobre la forma en que podemos trabajar", cuentan Fernanda y Sandra Martín, quien es maestra jardinera en esta escuela.
Las edades de los alumnos van desde los 4 años hasta los 15 o 16 años. Hace poco otorgaron horas de clases a dos maestras de Secundaria para poder trabajar precisamente con los chicos más grandes y que ya completaron la primaria.
Realidad dura
Como bien dejan en claro las "seños", lo más importante allí es la salud de los niños. Por esto mismo es que en ocasiones deben esperar y hasta reacomodar las clases, porque el alumno ha tenido alguna complicación.
Uno de los panoramas más complejos es el del SIP 6, el de niños con enfermedades oncológicas. Allí van todas las docentes entre 2 y 3 veces por semana y es el primer sector en el que dan clases, siempre con un especial cuidado. "A veces llegás y los chicos no están bien o están durmiendo. Y sabemos que ese día no vamos a poder darles clases, por lo que volvemos otro día", agrega la seño Carla, quien destaca además que la parte humana es fundamental en este rol. "No podemos saber con exactitud qué vamos a tener en el día. A veces pasa que preparás todo el material, y no se puede llevar a la práctica nada de lo que tenías pensado", acota Sandra.
El trabajo de contención hacia los familiares de los chicos internados es otro fuerte desafío con el que lidian a diario. "Tenemos que lograr que los padres entiendan que es una situación diferente a las de las otras escuelas. Muchas veces ellos están ansiosos -y es lógico- porque quieren que sus hijos puedan hacer todo. Nosotros tenemos que conseguir que haya un equilibrio entre lo que pueden hacer los chicos y lo que sus padres quieren que hagan", resumen las docentes.
Estimulación
La ya de por sí infinita sonrisa de Mateo se vuelve aún más conmovedora cuando la seño Fer se acerca a la cama, se sienta a su lado y comienzan juntos a trabajar con la tablet. "Estos equipos nos llegaron por una donación hace poco y son fundamentales para la estimulación", agrega la docente.
Una de las actividades preferidas del niño tupungatino es hacer películas con uno de los programas didácticos del aparato. Así las cosas, elige a un pollito y a una vaca como los protagonistas y -con el impulso y ayuda de su maestra- graba las voces de los dos personajes; algo que se dificulta por la traqueotomía, pero que no impide que el niño haga que el pollito llame a la vaca y que refuerce la sonrisa cuando ve el proyecto terminado.
Desde los 4 años Mateo va y viene constantemente entre su casa y el hospital. Ha llegado a pasar meses internado, pero si todo va bien cumplirá 7 años en Tupungato. Si hasta ya ha invitado a las seños al cumple.
"La meta es que los chicos puedan regresar en algún momento a su escuela de origen. Por eso es que les pedimos siempre a las maestras que manden videos de sus compañeritos donde los saluden. Ese nexo que nos permite la tecnología es algo que los chicos que están en el hospital disfrutan muchísimo", agrega Fernanda.
Los alumnos de la escuela Peña y Lillo tienen también clases de Música, Plástica y Teatro. Y en el lugar hacen todo lo posible por celebrar los actos de fechas patrias y hechos especiales, como en cualquier escuela. "Tenemos nuestros propios abanderados, y emociona mucho escuchar el himno. Para fin de año también se hacen fiestas que son hermosas, donde se entregan diplomas y hay todo un ambiente de mucha emoción con los chicos y sus padres", acota la seño Sandra.
La huella que suelen dejar estas maestras es imborrable. A tal punto de que en más de una ocasión recibieron la visita de adultos que, o bien fueron alumnos de la Peña y Lillo o bien son padres de chicos que alguna vez pasaron por allí y que llegan con un abrazo, un agradecimiento y algún que otro regalo.
"Mantenemos el contacto siempre con los chicos que fueron alumnos, y son cosas que nos dan enormes satisfacciones. ¿Cómo no nos vamos a involucrar?", cierran emocionadas las seños.