Soy de Luján de Cuyo y desde 1977 resido en la ciudad de Perth, en la costa oeste de Australia. Me fui del país porque de haberme quedado, tal vez los militares me hubieran encarcelado por persecución política.
Me casé antes de viajar porque era un requisito para entrar en este país. Empezamos una nueva vida aquí, donde nos instalamos a partir de noviembre de 1977.
Mi primera misión fue aprender el inglés porque de otra forma no podía hacer nada, igual que mi esposa Ana Lobos.
Como dije antes, los inmigrantes tenemos distintas experiencias y puede decir que en general nos fue bien, aquí en Perth, donde hay una comunidad argentina importante.
Una cosa que aprendimos es que aquí la “picardía criolla” no corría. Cuando te dicen a las 8 en punto, tiene que ser a las 8, o cuando te dicen que tu pago estará para tal fecha, es así.
Bueno…una vez instalados, Ana trabajó durante cuatro años, hasta la llegada de Nathan Ian, nuestro primogénito, y dos años después llegó Alana. Laboralmente pude dedicarme al trafilado de alambre para bobinas industriales. Todo iba bien hasta que los chicos debían realizar estudios terciarios y necesitábamos más ingresos. Nos independizamos en 1999 y formamos una pequeña empresa familiar de limpieza y mantenimiento industrial y comercial. Nuestros empleados eran los hijos, de 16 y 14 años, respectivamente.
Quiero aclarar que en 43 años no todo fue color de rosa. Hubo tiempos oscuros, pero pudimos superar tiempos difíciles, como los ’80, además de haber tenido que afrontar una grave lesión en una de mis rodillas, de la que estoy repuesto.
En fin, la inmigración no es para todos, es mucho lo que se juega, especialmente por la separación de tus padres, hermanos y amigos. Sin desmerecer a nuestro país, la realidad es que a veces también hay futuro en otras latitudes, con gente honrada y que nos permitió labrar un futuro. Pero, la Argentina no se olvida.